La tórrida escena tiene como fondo a un club de mala nota de vaya usted a saber qué latitudes, donde en mitad del frenesí y con el eco de la música más cutre, una mujer se gana la vida distrayendo al personal de una manera un tanto original.
Abierta de piernas y mechero en ristre, la stripper se aplica en la vulva la chispa que enciende los más bajos instintos, con unas llamaradas que por poco no dejan más calientes de lo habitual a las personas que conforman el ‘destartalado’ público.