La debió encontrar sumamente atractiva, aunque algunos la tachan de espantosa. Es una pobre prostituta entrada en años y carnes, a quien un vehemente cliente se trajina en pleno autobús, en alguna ciudad perdida de EEUU.
En medio del gentío, y con los ojos como platos mientras ella sonríe picarona, deja que le ‘monten’ con un suave movimiento en el que no osa mirarle a la cara.
¿Por qué será?