El miércoles 29 de abril de 2020 fue un día señalado en el calendario del séptimo arte. En plena emergencia sanitaria del coronavirus y confinada en su domicilio, Uma Thurman soplaba las velas de su 50 cumpleaños. Lo hacía junto a sus tres hijos, Maya Ray, de 22 años, Levon Roan, de 18, y Luna, de 8.
La veterana actriz cumple medio de siglo tras una vida repleta de agudas casualidades, extraordinarios personajes, amores truncados y algunos desengaños y fracasos impredecibles. Una montaña rusa de experiencias y sensaciones que cambió para siempre a aquella niña criada en Boston con valores renovadores basados en el cruce y riqueza cultural.
Sus inhabituales rasgos físicos y su elevada estatura (1,80) hicieron que despuntara como modelo, pero el impulso de sus sueños le guió pronto por los caminos cinematográficos, donde cosechó grandes éxitos y lamentó algún revés. Su papel como Mia Wallace en ‘Pulp Fiction’ le costó los abusos sexuales de Harvey Weinstein y, pese a haber sido nominada por primera y última vez a los Oscar, jamás logró entender aquello como una victoria (efectivamente, no lo era).
Su vínculo con Quentin Tarantino marcó el resto de su trayectoria profesional, a pesar de verse fracturado porque el director de Tennessee aminoró peso al escándalo. Un escándalo que terminó detonando en 2017 cuando Thurman concedió una entrevista al New York Times en la que relataba el suplicio del que fue víctima y encubridora; ella misma lo definió como «una dualidad muy extraña».
El amor tampoco ha sonreído en exceso a la hija de Robert Alexander Farrar Thurman y Nena von Schlebrügge. Se casó por vez primera con Gary Oldman con solo 20 años, una decisión que tildó de «infantil, inmadura y rebelde». Años después, el 1 de mayo de 1998, con más experiencia, sabiduría y consciencia a sus espaldas, volvió a pasar por el altar junto al actor Ethan Hawke, de quien se enamoró en el rodaje de ‘Gattaca’. En 2005 su matrimonio fracasó, él se casó con la niñera y, en compañía de sus dos primeros retoños, inició un viaje sentimental de dos años con el hotelero André Balazs. Tras su sonada ruptura, la que ya era una de las actrices mejor pagadas de Hollywood (embolsaba 12,5 millones de dólares por cada filme y era imagen de Lancôme y de Louis Vuitton) anunciaba su compromiso con el financiero anglo-francés Arpad Busson, padre de Luna. Esa travesía también naufragó y desembocó en los tribunales, donde finalmente consiguió la custodia de la pequeña en 2017.
