Isabel Preysler se ha ganado a pulso el título de ‘reina de corazones’. Sin ser actriz, cantante o escritora fue ella quien inauguró el ser famosa como profesión. Lo que ahora llamamos socialité, it girl o, en su versión 3.0., influencer. El manejo de los tiempos y la dosificación de la información son artes que ella ha dominado como nadie. Su vida sentimental y familiar han sido el relato que ha sabido alimentar y administrar durante décadas. Algo que parece haber aprendido su hija Tamara Falcó, abonada a la portada de ¡Hola! gracias a su reconciliación con Iñigo Onieva.
Entre otras cosas Isabel siempre ha sabido cómo y cuándo enfrentarse a la repercusión mediática de sus separaciones y cambios de pareja. Asuntos a que otros personajes públicos siempre les generan problemas. En su caso siempre consigue salir libre de la polémica. Al menos, hasta ahora. Así ha sido desde que, en 1978, se separó de Julio Iglesias tras siete años de matrimonio y tres hijos en común. Fue su matrimonio con el cantante lo que le convirtió en un personaje célebre pero tras la separación se convirtió en estrella de la crónica social. La leyenda dice que tras su ruptura le dijo a Iglesias: «Algún día yo tendré más portadas que tú». Sea verdad o mentira, lo que sí es cierto es que, desde entonces, su predicción se cumplió.
Durante los últimos meses del matrimonio el rumor de la ruptura había saltado a los medios. A partir de ese momento, Isabel estableció un modus operandi que se repetiría siempre. Primero negar los rumores de separación, luego confirmarla en una portada, negar un nuevo amor y, posteriormente, confirmarlo. Una forma de proceder que le ha evitado ‘quemarse’ como personaje. Un guión en el que no se contemplaba que Mario Vargas Llosa respondiera y éste lo hizo con su trabajo, la ficción. Mediante un cuento, Los vientos, que retrataba su relación con la filipina.
El contestador automático de ¡Hola!
Siguiendo este proceder en mayo de 1978 posaba con Julio Iglesias negando su separación en medio de rumores que relacionaban a su marido con alguna de Las Trillizas de Oro. Sólo dos meses después, en julio de 1978, anunciaron su divorcio mediante en comunicado para la revista ¡Hola!.
Jaime Peñafiel años más tarde contaría en varios de sus libros que Isabel jugó bien sus cartas. El periodista era, en esos momentos, redactor jefe de la revista del saludo y recibió en el contestador automático de su despacho una llamada en la que una voz (que él ha identificado siempre como «de una aristócrata alemana») le comunicaba que Isabel se veía con Carlos Falcó, marqués de Griñón. Peñafiel hizo llamar a Isabel a su despacho y ésta se presentó allí junto a su amiga Carmen Martínez-Bordiú. Con esa información en su poder Isabel decidió actuar rápido. Ese mismo día Julio llegaba de Argentina e Isabel le anunció su intención de separarse. Menos de dos años después, y tras conseguir vía express la nulidad eclesiástica, Isabel se casaba, en marzo de 1980, con el marqués de Griñón.
La marquesa y el ministro
En 1982 Isabel estaba aún casada con Carlos Falcó y conoció a Miguel Boyer en uno de los eventos de Mona Jiménez, una peruana conocida por sus ‘lentejas’, reuniones sociales donde se daba cita el quién es quién del Madrid de la época. Boyer se convertiría unos meses después en el todopoderoso ministro de Economía del primer Gobierno de Felipe González. Durante tres años mantuvieron una relación extramatrimonial. Ambos estaban casados y con el paso de los meses cada vez era más evidente que les unía algo más que una amistad. Periodistas como Jesús María Amilibia lo llegaron a insinuar en prensa escrita.
Isabel, por su parte, siguió con su modo de actuar. Negó todo en varias portadas con su marido al lado e incluso en una rueda de prensa. Cuando en julio de 1985 Boyer dimitió por su amor a la Preysler, y sus enfrentamientos con Alfonso Guerra, ella posó de nuevo para ¡Hola! con una declaración que sonaba contundente: «No tiene sentido que vinculen la salida del gobierno de Miguel Boyer con el hecho de que me conozca». Solo una semana después las fotos de Boyer entrando en el chalet de Arga 1, en ese momento la residencia de Preysler y la más acechada por prensa del corazón, confirmaban lo que ya todo el mundo sabía. La pareja copo titulares de la prensa política y la rosa. «A Boyer le tocó la china», llegó a titular un semanario.
Vargas Llosa rompió la racha
La última portada ¡Hola! de 2022 fue para Isabel Preysler y en ella anunciaba su ruptura con Vargas Llosa tras ocho años de relación. Los celos del escritor eran el motivo del final de su amor, según ella. Tal y como había hecho siempre, Isabel manejó los tiempos. O, mejor dicho, lo intentó. En junio desmintió la información de Semana que aseguraba que la pareja había roto. Sin embargo, medio año después confirmaba la ruptura en su revista de cabecera.
El Nobel, al contrario que sus anteriores ex, no ha optado por callarse. Ha contestado a Isabel como mejor sabe, escribiendo. Así, la cosas el peruano dedicó un cuento, Los vientos, a su exnovia y a su entorno, empezando por su la hija de ésta, Tamara Falcó. De hecho, sólo unos días después de la portada de la revista de cabecera de Isabel, supimos que la ruptura llevaba un tiempo coleando y que Vargas Llosa había abandonado ‘Villa Meona’ hacía meses. El País analizó un cuento del peruano, Los vientos, publicado meses antes en una revista. En él el protagonista, un trasunto del propio escritor, se arrepentía de haber dejado a su mujer y su familia por una mujer en lo que fue «un enamoramiento de la pichula».
El cuento completo albergaba aún más datos sobre el ambiente en el que se daarrolló la relación de pareja entre Isabel y Mario. Incluído algún párrafo especialmente iriente para Tamara Falcó. Ya algunas fuentes habían comentado que Vargas Llosa llevaba mal algunos pronunciamientos públicos de la Falcó y que incluso se sintió incomodó tras concederle a ella una entrevista para una revista de moda por contentar a su madre. El escritor no quedó contento con el resultado de la misma sobre todo por las preguntas que Tamara le realizaba.
Isabel Preysler ha hecho de su vida una novela por entregas, pero desde luego no contaba con que, puesto a contrarlar la forma de construir un relago, un Nobel no se queda atrás.