Los acusados por el crimen de la Patum desvían la culpa hacia los menores que ya fueron condenados

(PD / EFE).- La mayoría de los acusados del crimen de Josep Maria Isanta, ocurrido en las fiestas de la Patum de Berga de 2005, han desviado la culpa en los menores ya condenados y, pese a admitir que se vieron envueltos en la misma pelea multitudinaria, han evitado mostrarse como grupo ante el tribunal.

En la Audiencia de Barcelona ha comenzado hoy el juicio contra los nueve adultos acusados del crimen de la Patum, a quienes la fiscalía acusa de homicidio, lesiones y amenazas y pide para cada uno de ellos penas que oscilan entre los 48 años y medio y los 53 años y medio.

El fiscal considera que los nueve jóvenes, junto a otros seis menores que ya han sido condenados a penas de entre tres y siete años de internamiento, son co-autores del homicidio de Josep Maria Isanta, que murió golpeado y apuñalado, y de las heridas causadas a otras doce personas que la noche del 27 de mayo disfrutaban de las fiestas de la Patum de Berga.

También mantienen cargos contra los nueve procesados cuatro acusaciones particulares, ejercidas por la familia del fallecido, el ayuntamiento de Berga y algunos de los heridos, que coinciden en calificar los hechos de asesinato.

Frente a la co-autoría del homicidio que defiende la fiscalía, para quien los procesados actuaron de común y previo acuerdo y aprovechando la seguridad que les daba moverse en grupo, los acusados han negado hoy que la noche del crimen estuvieran juntos, aunque coincidieran en algunos momentos.

Los cinco procesados que hoy han declarado -el resto lo hará mañana- han dicho que apenas conocen a los demás, pese a algunos nexos familiares o laborales que no han podido ocultar, y han negado cualquier vinculación estética o ideológica entre ellos.

Además, cuatro de los jóvenes interrogados han señalado que sólo vieron navajas en manos de los menores de edad -quienes en su propio juicio desviaron la culpa en los adultos-, con la excepción de Santiago S.P., el único que hasta ahora ha incriminado a su compañero de banquillo Pablo Enrique M.

Según ha explicado ante el tribunal, Santiago S.P. vio a Pablo Enrique M. «clavarle una navaja a una persona», a una distancia de cuatro o cinco metros, durante una reyerta multitudinaria en la que se vio envuelto cuando entró en ella a mediar: «estuve en la pelea porque me puse a separar y acabé también a palos», ha añadido.

Otros dos procesados, el mismo Pablo Enrique M. y Juan P., han reconocido también haber participado en una gran pelea, en la que sitúan a entre 70 y 100 personas de toda índole -«hippies, punkies, fascistas»-, pero sin haber utilizado armas blancas.

Los que se han exculpado de cualquier implicación en las agresiones son Augusto Felipe M. y Raúl B., miembro del conflictivo clan Los Catoños, afincado en Berga tras haber sido expulsado de varias poblaciones catalanas y al que también pertenece uno de los menores condenados por el crimen de la Patum.

No obstante, en el juicio se ha escuchado hoy una conversación telefónica entre Raúl B. y su madre, intervenida por la policía durante su estancia en prisión, en la que el acusado comenta: «parece que hayamos matado al hijo del Rey, en vez de un subnormal», y añade: «yo lo mato otra vez» (…), «les voy a llevar el cadáver a la puerta del Ayuntamiento».

El Catoño, no obstante, ha alegado que no se reconoce como interlocutor de esa conversación, de la que ha afirmado no haber entendido nada.

Según su versión, la noche del crimen vio de lejos «una pelea con mucha gente, algo exagerado, una salvajada», pero decidió no meterse en ella para evitar problemas y porque, además, llevaba el brazo en cabestrillo y no habría podido golpear a nadie.

El acusado ha recalcado que conocía a la víctima porque ambos solían acudir al mismo bar de Berga, en cuya terraza se permitía fumar porros, y que no tiene nada en contra de su entorno, porque incluso había acudido a una manifestación contra los Mossos d’Esquadra convocada por el Ateneo Libertario de la población.

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