Los manuscritos de Alcalá-Zamora, la Guardia Civil de incógnito y la cita-trampa con César Vidal

(PD)-. La cita se había fijado para la hora de la comida del viernes, 5 de diciembre, en el restaurante de un céntrico hotel de Valencia. Pero el local estaba cerrado y los participantes en la reunión acabaron en un bar de las inmediaciones de la plaza del Ayuntamiento.

Quien pretendía vender era un empresario valenciano, que había heredado los documentos de su padre, y quien estaba interesado en la compra era el escritor y periodista César Vidal.

Tal y como lo relata E. Villar en La Razón, en nombre del periodista, un experto en documentos históricos que debía visar la autenticidad de los manuscritos.

El mensaje llegó una tarde otoño al correo electrónico de la secretaria de César Vidal, director del programa «La Linterna» de la Cope.

Las palabras clave que evitaron que acabara directamente en la carpeta de archivos eliminados eran tres: «vendo», «memorias» y «Alcalá-Zamora».

Suficientes, en cualquier caso, como para justificar un mail de vuelta: pruebas. Quiero pruebas. Y un tercer correo de regreso: aquí van, Don César.

El mensaje incluía un archivo adjunto con las fotografías caseras de algunos documentos escritos, de su puño y letra, por el ex presidente de la República. No hace falta más.

La «Operación León» ya está en marcha. Primero, los protagonistas de esta historia: una bolsa de cuero dejada en herencia, un empresario en apuros, una casa rural en Soria, un doble ex (ex marido de una ex ministra), un historiador de paisano, un guardia civil sin uniforme, un céntrico bar de Valencia de aire clasicón y ambiente agradable y uno de los mayores tesoros perdidos de nuestra Historia.

Ahora, el resultado: el Grupo de Patrimonio Histórico de la Guardia Civil ha recuperado 1.200 documentos del ex jefe del Estado Niceto Alcalá-Zamora robados en 1937, entre los que se encuentran desde sus memorias manuscritas -que después tuvo que reescribir en el exilio- hasta su dietario y cientos de cartas e informes, pasando incluso por algunos de los pedazos más dolorosos de su intimidad, como la factura que le cobró la Funeraria de la calle De-sengaño de Madrid por el entierro de su esposa, así como la carta de pésame que le envió Unamuno.

Y por último, los actores. Hay vendedor. Y presunto comprador. Sólo falta la tarifa. Es caviar histórico, y del bueno, a precio de ganga: 60.000 euros por los 1.200 documentos. Es decir: apenas un billete de 50 por cada pedazo de la memoria histórica de Don Niceto, para los suyos, «el Botas», para los de enfrente.

Parece obvio que el dueño de los papeles no sólo eligió mal el precio, sino al comprador. Ni Vidal ni el también historiador Jorge Fernández-Coppel, autor de la reciente biografía sobre Queipo de Llano y a quien el director de «La Linterna» pidió su colaboración, dudaron un momento en qué es lo que tenían que hacer.

«Lo primero que hice fue avisar a la Guardia Civil. Pero si llegan a dar con alguien sin escrúpulos habría comprado el material y se habría hecho de oro», afirma. ¿Cuánto vale, realmente, la memoria de Alcalá-Zamora?

«Una editorial grande nos habría dado, fácil, fácil, el doble o el triple de lo que nos pedían sólo como anticipo-explica Vidal-. Además, si regateamos se lo habríamos sacado al dueño por menos de 60.000». Y esto tirando por lo bajo. El Plan B o el Plan C habrían sido aún más lucrativos: «Un coleccionista privado o una universidad americana nos habrían dado diez veces su precio. Y yo sería ahora deshipotecado para siempre».

Asalto a la caja fuerte
Los antecedentes de esta rocambolesca historia son conocidos. En la primavera de 1937, un grupo de incontrolados desvalija las cajas de seguridad de la oficina del banco Credit Lyonnais de Madrid y se lleva los recuerdos personales del ya ex presidente Alcalá-Zamora, de exilio voluntario de España. Los autores intelectuales, diríamos ahora, fueron Manuel Azaña y Santiago Carrillo, según la propia acusación de Don Niceto.

Los materiales jamás se supo, ni tampoco el peregrinar de un maletín que parecía habérselo tragado la tierra. Pero tenía dueño, un arquitecto por aquel entonces veinteañero que se llevó a la tumba el secreto de cómo lo consiguió.

Es precisamente su muerte, a finales de los años setenta y en accidente de tráfico, lo que devuelve a la vida los papeles perdidos de Alcalá-Zamora. La maleta de cuero queda incluida en el reparto de la herencia y le cae en suerte a uno de los hijos, el empresario de esta historia, sin que ni siquiera -según su testimonio- sepa cuál es su contenido. No hay, por el momento, prisa por airear los papeles. El negocio va bien y el industrial abre un hotel rural en Burgo de Osma. Será aquí donde salte la primera liebre.

Acuciado por el fin de mes y por alguna que otra inversión que se tuerce, el empresario comienza a ofrecer el valioso material a sus clientes, entre los que se encuentra, según fuentes de la investigación, el ex marido de una ex ministra del primer Gobierno de Zapatero. Será él quien ponga sobre la pista.

El agente de paisano
La siguiente estación es ese correo electrónico, uno más de aquella tarde de otoño, recibido en uno de tantos ordenadores de la Cadena Cope. «Jorge, echa un vistazo a ésto. ¿Qué te parece?», le espeta César Vidal a Fernández-Coppel, mientras recurre a una de sus aficiones, la grafología, para contrastar el texto del ex jefe del Estado que le envían por correo con los documentos que tiene en casa.

La conclusión es que nadie miente: es la letra de Don Niceto. Veamos. El plan es el siguiente. Vidal comunica al vendedor que acepta reunirse con él, pero le dice que en su lugar enviará a un colaborador suyo, sin mencionarle que es Fernández-Coppel, versado en la Segunda República. Con él irá un agente de la Guardia Civil de paisano para preparar el terreno. El resultado deja estupefacto a Coppel.

«Ni la maleta de José Antonio ni los cuadernos de Azaña -sentencia Vidal-. Creo que no se ha encontrado una documentación más valiosa que ésta». La cita definitiva se produce en la cafetería Rodrigo de Valencia, un acogedor local a unos 200 metros del Ayuntamiento. No hay negocio, sin embargo.

A la salida del bar, los agentes de la Benemérita detienen al vendedor y se inacutan del material. Fin de la historia.

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