(PD).- Tres años después de que ocurrieran los hechos, el caso de la niña Alba ya tiene condena. La Audiencia de Barcelona ha impuesto hoy penas que suman 20 años a la madre, Ana María Cano, y 22 años de cárcel a Francisco Javier Pérez Espinosa, su compañero sentimental.
Explica Pere Ríos en El País que los jueces consideran que cometieron dos delitos de lesiones contra la pequeña, otro contra la integridad moral y un cuarto de malos tratos habituales.
La condena ha sido posible por la acusación que presentó la abogada de la Generalitat, que ejerció la acusación particular en el caso, pues la fiscal acusaba de asesinato en grado de tentativa, un delito que el tribunal no aprecia y que hubiera comportado una pena mínima para la pareja si no hubiera existido esa acusación alternativa.
La Sección Vigésima de la Audiencia de Barcelona considera probado que Pérez Espinosa es el autor de la fractura de húmero que sufrió la pequeña Alba, cuando tenía cuatro años, y que provocó su ingreso hospitalario el 18 de diciembre de 2005. Los jueces también afirman que ese mismo mes el hombre ató a la niña a una silla con el cinturón de un albornoz y le hizo comer sus vómitos, así como que le colocó un esparadrapo en la boca y le introdujo agua en la boca a través de una jeringuilla.
Pero lo peor ocurrió el 4 de marzo de 2006, cuando el hombre se quedó solo en la casa con la menor y la «zarandeó brutalmente y con tal violencia» que le produjo un hematoma subdural en el hemisferio izquierdo de la cabeza que la dejó en coma.
La niña ha quedado postrada en silla de ruedas de por vida y los médicos aseguran que nunca más volverá a hablar. Cuando ocurrieron los hechos, incluso se la dio por clínicamente muerta, pero mientras se la mantenía con vida para poder extraerle los órganos recuperó las constantes vitales. El tribunal asegura que la madre era perfectamente conocedora de las agresiones y que las permitió.
