Marta del Castillo pudo ser arrojada viva al Guadalquivir

(PD).- La Policía carece de certezas para garantizar que Marta del Castillo fue arrojada muerta al Guadalquivir. El auto elaborado por el juez también recalca esta incógnita, resaltando que no hay certidumbre para garantizar que la joven desaparecida hace 28 días fuera arrojada con vida ni que falleciera.

El Cuerpo Nacional da credibilidad al 99 por ciento al testimonio ofrecido por los cuatro implicados –por separado y sin saber ninguno que los otros habían sido detenidos– marcando la pasarela entre Camas y Sevilla como el punto desde el que se arrojó el cuerpo.

El jefe superior de la Policía en Andalucía occidental, Enrique Álvarez Riestra, aseguró que había «indicios racionales» desde el 26 de enero que apuntaban a Miguel Carcaño como «principal sospechoso», en una investigación «de libro».

El delegado del Gobierno en Andalucía, Juan José López Garzón, incidió en que «la investigación se ha desarrollado como necesariamente tenía que ser: discreta, seria, eficaz y garantista». Se trabajó, de forma independiente, en la opción de la desaparición involuntaria, recogiendo datos desde la noche del sábado; y en una segunda alternativa: dando credibilidad a los testimonios que ubicaban a Marta en diferentes municipios, con descripciones físicas y testimonios, incluso, de conversaciones con ella.

Según la reconstrucción de la Policía, en la tarde del 24 de enero, Miguel Carcaño –ex novio de Marta y ahora con una relación informal de amistad con la joven, según el auto– sale del domicilio de su actual novia, en Camas. Había quedado con Marta.

Se dirige en su ciclomotor hacia el barrio de Tartessos y está en la plaza que hay junto al domicilio de la menor. Antes de las 18:00, recoge a Marta y se dirigen a diferentes puntos de Sevilla.

La última persona que ve a la desaparecida es un amigo en el Puente de Triana, pasadas las 19:00. Desde aquí, se dirigen, con la excusa de recoger unos cedés, al domicilio cuya titularidad corresponde al hermano de Miguel, en el que el principal implicado vivió hasta que se mudó a casa de su novia en Camas hace dos meses.

En el domicilio, se produce una discusión –según Miguel, Marta le pide que vuelva con ella y le amenaza con ir a hablar con su novia; la Policía prefiere no decir nada por respeto a la familia– e «impulsivamente» él la golpea en el parietal izquierdo con un cenicero, en el dormitorio.

Marta se desploma, quedando inerme y en estado inconsciente, según se desprende del auto, sin que se pueda conocer si tenía vida. La coordenada temporal, en base a las 17 llamadas y el «sms» que recibió el móvil de la joven, se sitúa entre las 20:02 y las 20:45. La Policía no sabe si fueron uno o más golpes, pero sí que «sangró».

Miguel, «descentrado», llama desde la cabina de enfrente de su casa a sus amigos Samuel Benítez y el menor Javier G. M., conocido como «el Cuco», quienes llegan a León XIII en un Volkswagen Polo blanco y aparca en la zona reservada para discapacitados frente al 78 de León XIII.

En ese momento, los cuatro detenidos coinciden en el escenario del crimen, en concreto, en el salón, donde se desplazó el cuerpo, «aunque no sabemos si Marta está viva», dice la Policía. Las llamadas realizadas y el testimonio de «el Cuco» –al cual el juez otorga gran credibilidad– implican al hermano de 40 años, que se ocupó de limpiar la sangre hallada en la colcha del dormitorio de Miguel, la silla y el escritorio.

«El Cuco» mantiene que Javier le amenazó, diciéndole que si decía algo iba a pasarle algo muy grave a su familia.

Miguel envuelve a la joven en una manta y Samuel y Cuco la trasladan a hombros al coche, sentándola en el asiento trasero. Samuel conduce. «El Cuco» va en el coche, que pertenece a su madre. Miguel les sigue en la moto. Todos indican un punto específico del viejo puente. Miguel la agarra por los brazos y Samuel por las piernas para tirarla.

El asesino confeso está en Camas a las 22:50 horas. Samuel y «el Cuco» regresan a Sevilla. Posteriormente, Samuel, y en menor medida el menor, reproducen una de las pautas comunes tras un crimen: la participación en la búsqueda para fabricarse una coartada.

La Policía aclara que «Marta nunca va a su domicilio sobre las 21:00», como aseguró una vecina. El cenicero, según la Policía, está en el río y fue la primera «prueba irrefutable» del caso, ya que manchó de sangre la cazadora de Miguel. Cuando la Policía corrobora el ADN, Miguel confiesa.

Álvarez Riestra manifestó que «el caso no está cerrado». La Policía considera que se han puesto a disposición del juez suficientes pruebas. Miguel y Samuel están acusados de asesinato, homicidio o detención ilegal. Javier, de complicidad, ya que no puede ser imputado por encubrir a un hermano.

«El Cuco» se enfrenta a los cargos de encubrimiento.

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