La demoledora carta de Mikel Lejarza, en el 40 aniversario en que 'dejó' la banda

‘El Lobo’ que se ‘comió’ a ETA: «No hay medallas para los agentes de inteligencia, pero las habrá para los asesinos»

"Operaciones que si se supieran ahora serían los mayores escándalos de la historia, pero todo acababa en silencio"

'El Lobo' que se 'comió' a ETA: "No hay medallas para los agentes de inteligencia, pero las habrá para los asesinos"
Mikel Lejarza, alias 'El Lobo' PD

Mikel Lejarza, alias ‘El Lobo’, el agente del servicio secreto que se infiltró en ETA y consiguió asestarles el golpe más duro de toda su historia, ha escrito una demoledora carta, con motivo del 40 aniversario del día en que tuvo que abandonar la banda terrorista.

ECD‘ ha tenido acceso a ella, y reza así:

«La noche del 18 de Septiembre de 1975, debería haber sido para mí tranquila e incluso eufórica. Se terminaban casi dos años de infiltración y angustias, tantos tropiezos, tanto improvisar, tantos momentos vividos jugándome la piel.

Había llegado vivo, aunque no pasé una noche tranquila, más bien al contrario, no pude pegar ojo. Por mi mente pasaban todo tipo de pensamientos, pero había uno que destacaba: podían venir los míos a liquidarme en cualquier momento. Pasé toda la noche con las pistolas en las manos sin saber lo que estaba ocurriendo en la calle (tiroteos, heridos, algunos muertos, descoordinación).

Nadie había imaginado que mi infiltración en ETA produjera un éxito tan desbordante, motivo que llevó a algunos a cercenar la posibilidad de que la operación fuera aún más grande.

El día 19 por la mañana vinieron a recogerme y no fue fácil porque mis pistolas apuntaban a sus cabezas, incrédulo yo de que me fueran a llevar al Paraíso prometido. Ese día comenzó otra etapa de mi vida, una etapa de pesadilla total. Aquellas personas que estaban durante la infiltración encima tuyo casi de continuo, ahora era difícil verlas, estaban «henchidos, borrachos de alegría», se sentían los Reyes del Mambo.

«¿Y el Niño?», preguntó alguien. «Bueno, ya veremos qué hacemos con el Niño», respondió otro. Así se referían a quien les demostró «más huevos que nadie». Aprendieron mucho, de cero a cien, pero se durmieron en los laureles.

Desde ese momento, para mí la vida se convirtió en esperas continuadas, misiones sin retorno, rencillas, zancadillas, traiciones y odios, un infierno en el que es muy difícil sobrevivir «sin pegarte un tiro», cosa que siempre pensé que «algunos buscaban».

Operaciones que si se supieran ahora serían los mayores escándalos de la historia, pero todo acababa en silencio, con premio para unos y castigo para otros; por supuesto, yo estaba entre los castigados.

Cuando leo sobre las cantidades de dinero que se han llevado algunos (muchos más de lo que se dice), en realidad no sé si sonreír o llorar, porque, aunque sea mucho, es una «minucia» de la realidad.

Parece ser que con la democracia lo que mejor se aprendió en España es a robar. Ahora lo pagamos todos, igual que vamos a pagar, el mal Gobierno de unos y el mal Gobernar de otros, y esto hará que volvamos a los «Reinos de Taifas»: tiempo al tiempo.

Y ahora me preguntó: ¿Para qué han servido y sirven los sacrificios de tantos? Quizás será sólo para la foto de los políticos y llegar a acuerdos interesados. No hay medallas para los agentes de Inteligencia, pero veréis cómo habrá condecoraciones para aquéllos que han asesinado. Todo llega.

Mikel Lejarza, El Lobo».

 

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