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Fue una ejecución gélida. Desde la penumbra de los asientos traseros, el hombre aguardó a que los ladrones desvalijasen al pasaje y cuando el robo ya entraba en los momentos finales se levantó y, uno a uno, los liquidó.
Luego devolvió los bienes robados a sus dueños, ordenó parar el autobús y se perdió en la noche.
Las autoridades mexicanas encontraron el lunes 31 de octubre de 2016 en la carretera México-Toluca los cuerpos de cuatro personas que fueron tiroteadas después de asaltar a los pasajeros de un autobús, según fuentes oficiales.
En un comunicado, la Procuraduría General de Justicia del Estado de México (PGJEM) precisó que los cadáveres fueron hallados en el kilómetro 38 de la carretera, con dirección a la Ciudad de México.
Los cuatro cuerpos «presentaban impactos de arma de fuego», y también se encontraron cinco casquillos calibre 9 mm.
La PGJEM dijo que, en el marco de la investigación, en el lugar se encontró uno de los billetes que se entregan a los pasajeros al abordar los autobuses.
Gracias a esto las autoridades pudieron identificar el vehículo, que salió de San Mateo Atenco a las 5.23 hora local (10.23 GMT) con dirección a la capital mexicana, y también localizaron a varios testigos.
Según los testimonios, las cuatro personas abordaron la unidad a la altura de San Pedro Tultepec y «minutos después amenazaron a los pasajeros con un arma de fuego, para despojarlos de sus pertenencias».
«Cuando los delincuentes se disponían a descender de la unidad, uno de los pasajeros se puso de pie y comenzó a dispararles y los mató a todos».
El autor de los disparos bajó del autobús algo después, aunque los testigos no pudieron o no quisieron precisar hacia dónde se dirigió.
Tampoco el conductor del colectivo. Todos se amparan en la oscuridad que reinaba en el vehículo, ya que los hechos sucedieron en plena noche, entre las 5 y las 6 de la madrugada.
Los Policías federales acordonaron la zona al llegar al lugar, antes de realizar el traslado de los cuerpos a las instalaciones del servicio médico forense de la PGJEM.
Ningún testigo le ha delatado. Ni siquiera el conductor del transporte. Todos se amparan en la oscuridad que reinaba para evitar dar su descripción. Pero la misteriosa figura y su letal determinación han despertado un inquietante debate en un país estragado por todas las formas posibles de violencia.
El fugitivo es visto por muchos como un justiciero. Y son decenas de millones de mexicanos los que aplauden abiertamente la matanza.
¿Ángel exterminador o forajido?
El suceso ha provocado un profundo debate en la sociedad mexicana, Hay quienes loan los actos del justiciero, y los justifican por la inoperancia que muestran las autoridades para contener la criminalidad en el país, una cuestión que hace décadas que se arrastra.
El misterio sobre su paradero no ha parado de crecer en los últimos días. Se especula con que se trate de un policía o un militar, a tenor de la frialdad y la precisión con la que actuó: no falló ni un disparo. Primero acabó con el cabecilla de la banda, el único que portaba un arma de fuego, y después liquidó, uno a uno, a sus tres secuaces.
No es el primer caso de este tipo que se registra en México. El pasado verano, un soldado vestido de civil acabó mató a otros dos dos atracadores de un autobús en Naucalpan de Juárez.