Ingenieros formados en la Universidad de Vigo lograron construir en medio año el retrato robot del coche de El Chicle, a partir de la imagen de un destello en la autovía

La misteriosa ‘bola de luz’ que llevó hasta el paradero de Diana Quer

La misteriosa 'bola de luz' que llevó hasta el paradero de Diana Quer
José Enrique Abuín Gey, alias El Chicle, asesino de Diana Quer. EF

Un revelador artículo sobre la magnífica labor que se realizó para dar con el asesino de Diana Quer, y que arranca con las declaraciones de Marcos Pérez, portavoz de la empresa en la que un día de la primavera pasada recaló la Guardia Civil buscando desesperadamente una prueba tangible contra el fantasma del hombre que se había llevado a Diana Quer:

«Al principio, durante dos o tres semanas, estuvimos sin saber para qué investigación estábamos trabajando».

Lo escribe en ‘El País’ Silvia. R. Pontevedra, y en el mismo relata que los ingenieros de ISV Consultores y Reconstructores de Accidentes, con sede en el municipio pontevedrés de O Porriño, próximo a Vigo, están habituados a recibir encargos policiales y a dar respuestas que parecen salidas de una película de ciencia ficción sin que los investigadores les den demasiados detalles acerca del caso. Esta vez tenían que lograr el «retrato robot» de un vehículo. (El sobrecogedor mensaje de la desesperada madre de Diana Quer a su hijas).

Y solo tenían fotos, y más tarde breves secuencias de vídeo, de unos fogonazos que circulaban en lo más oscuro de una noche de verano sobre un tramo concreto de la AG-11, la Autovía do Barbanza, por donde se sabía que había viajado el móvil de la joven madrileña antes de perderse su rastro.

Manuel Sánchez Corbí, coronel jefe de la UCO (Unidad Central Operativa), definía esas imágenes en la rueda de prensa del pasado martes 2 como «bolas de luz» que empezaron a cribar en una tarea «frustrante». Hasta que un mariscador cosechó entre berberechos el iPhone 6 blanco de la muchacha bajo el puente de la autovía, eso era lo único con lo que contaban los agentes. Infinidad de bolas de luz, estrellas fugaces del asfalto recogidas por 40 cámaras de seguridad y control de tráfico.

Solo con el tiempo (al cruzarse con el posicionamiento de los teléfonos móviles de la víctima y de su supuesto verdugo y al recuperarse parte de la información del terminal rescatado del fango de la ría) se logró reducir una lista de 3.000 vehículos a una partida de cartas con tan solo tres. Los naipes eran un automóvil con remolque que jamás pudo identificarse, otro que sí se hizo pero que se investigó y se descartó y el que más tarde se supo que era el Alfa Romeo gris plata de José Enrique Abuín.

«Los radares están pensados para retratar perfectamente las matrículas, pero las cámaras de las autovías no tienen resolución. Su función es contar coches, prever embotellamientos… nada más»,

explica Marcos Pérez mientras se prepara para marchar a Murcia a reconstruir el incendio de un vehículo.

Su misión en la investigación de A Pobra era traducir unos pocos fotogramas planos capturados por tres cámaras, donde solo se veían los halos de luz de unos faros, en el volumen de un coche, en una forma compatible con una marca y un modelo concretos. Para ello, de forma desinteresada, sin cobrar nada en el medio año que duró su investigación, tuvieron que trasladarse primero al escenario para reproducir en tres dimensiones los tramos de la AG-11 donde habían sido tomadas las imágenes.

El trabajo de campo lo realizaron dos ingenieros de la empresa con la ayuda de una docena de guardias civiles que se encargaron durante dos jornadas a cortar alternativamente los carriles de la autovía en sentido Este, es decir, de A Pobra (donde veraneaba Diana Quer) a Rianxo (donde ocultó su cuerpo El Chicle).

Una vez recreado el paisaje en 3D, había que poner a circular virtualmente distintos tipos de automóvil en ambos sentidos y recrear las luces, sombras y brillos que estos generaban al desplazarse sobre la escena indudable. El objetivo era lograr un volumen lo más exacto posible de los coches investigados partiendo de reflejos, pero sobre todo de sus propias luces, de la altura y la distancia entre faros, «únicas como el ADN para cada modelo».

La Guardia Civil quería llegar al conductor a través del retrato de su auto, que ya el pasado septiembre resultó ser un Alfa Romeo 166, el mismo en el que José Enrique Abuín Gey volvió supuestamente a intentar el secuestro de una mujer joven en Boiro (A Coruña) el día de Navidad.

Cuanto menos precisa es una cámara de seguridad y más corre un coche, menos fotogramas se pueden obtener de ella para analizar. En el caso Quer, los expertos de ISV se hallaban en el peor de los escenarios: noche cerrada y tiempo seco, porque creen que es probable que la lluvia, al generar brillos sobre la superficie escasamente iluminada por las farolas, quizás les habría hecho la tarea «más fácil».

La Guardia Civil llegó a este grupo de profesionales porque la empresa, nacida a partir de un equipo de trabajo de la Universidad de Vigo, ya colaboraba con otros cuerpos y en 2014 había ayudado al juez de Violencia contra la Mujer de A Coruña en la instrucción de un caso. Un hombre había arrojado del coche en marcha a su pareja en Pocomaco, un polígono empresarial de la ciudad, y a ISV se le encomendaba recrear el tiempo y la manera en que la víctima mortal había sido arrastrada a partir del desgaste por rozadura impreso en su ropa.

Los responsables de las indagaciones que condujeron a El Chicle en la empresa de O Porriño fueron Marcos Pérez, ingeniero industrial, y su socio José Antonio Sabucedo, experto universitario en investigación y reconstrucción de siniestros. Dicen que en España «no debe de haber más de cuatro o cinco» firmas que hagan este tipo de trabajos. Ellos, además, dan cursos de formación para policías, peritos e incluso estudiantes de criminalística.

Su maestro en la universidad fue José Antonio Vilán, que dirigía el CIMA (Centro de Ingeniería Mecánica y Automoción) y era vicerrector de Transferencia del Conocimiento. Pero Vilán ya no puede trabajar por las gravísimas secuelas de un accidente, el atropello, mortal para dos amigos, de un grupo de ciclistas por un conductor de 87 años en el municipio pontevedrés de A Guarda en 2016.

Bajo la batuta de Vilán, los miembros de ISV empezaron un trabajo que ahora continúan, desarrollando aplicaciones para la investigación de accidentes que en el caso Quer no han necesitado emplear. «Quisimos utilizar programas de uso más común y software libre que estuviera al alcance de todos para facilitar luego el trabajo de la Guardia Civil», comenta Pérez. Al final, cuando los agentes de la UCO cruzaron sus datos con el retrato robot de ISV, José Enrique Abuín se convirtió en único sospechoso.

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