CRIMEN Y CASTIGO

11 tiros por la espalda, una paliza “inhumana” y un guardia civil con trastornos mentales

11 tiros por la espalda, una paliza “inhumana” y un guardia civil con trastornos mentales
La pistola Pietro Beretta del modelo 92 FS. EP

Hay un lado oscuro en el ser humano (El crimen de Sophie Sergie: violación y asesinato en un campus que pudo resolverse 26 años después por una técnica de ADN).

Y sale a veces (El ADN permite detener en EEUU al asesino de una niña 45 años después del crimen).

Como cuenta J. J. Gálvez en ‘El País’ este 22 de febrero de 2019, para cuando el reloj marcaba las siete y media de la mañana, el guardia civil Ángel Luis Viana ya hacía rato que circulaba con su BMW por la A-3.

Lo hacía con un machete de 45,5 centímetros atado a su espalda y su pistola reglamentaria a mano, una Pietro Beretta del modelo 92 FS. A la altura del kilómetro 68, se cruzó con el Opel Zafira de Younes Slinanni, un marroquí de 39 años.

«Al ver que se trataba de una persona de rasgos magrebíes e inducido por su delirio» -en palabras del jurado que lo juzgó-, sospechó que era un terrorista y comenzó una persecución que acabó con la vida de Slinanni.

Tras dispararle 11 veces por la espalda, propinarle una «inhumana» paliza y pegarle un tiro en la sien para rematarlo, según el Tribunal Supremo, que acaba de confirmar la pena de 14 años dictada contra el agresor.

En una resolución del pasado 7 de febrero, los magistrados de la Sala de los Penal han ratificado el dictamen del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, que redujo los 16 años de prisión impuesta por la Audiencia Provincial, pero que consideró probados los hechos ocurridos aquel 25 de abril de 2016. Según el jurado, tras encontrarse los dos coches, Viana decidió parar a su víctima a «toda costa».

Primero, sacó su arma e hizo dos disparos intimidatorios. Pero como Slinanni no detenía el coche, el guardia civil lo embistió con su vehículo hasta hacerle perder el control.

En ese momento, asustado, el marroquí comenzó a huir a pie, mientras el agente efectuaba 11 tiros a las piernas.

Seis balas le alcanzaron. «Cayó desplomado al suelo», reza la sentencia, donde se describe cómo Viana se acercó entonces a Slinanni, lo incorporó levemente y comenzó a darle puñetazos con la mano en la que tenía el arma.

«Incrementando innecesariamente su dolor».

Porque, inmediatamente, el guardia civil soltó a su víctima, se separó ligeramente, le apuntó a la sien desde un metro y medio, y disparó una última bala que le atravesó la cabeza. Slinanni tenía dos hijos, de 7 y 4 años.

El Supremo recalca que el condenado presentaba un «deseo de causar un dolor mayor a la víctima».

Ya que, aunque «se admitiera que en su mente estaba deteniendo a un terrorista peligroso», Viana sabía que con el tiro final en la cabeza era suficiente para matarlo.

Por lo que, «con esos golpes, la única motivación del acusado fue, de manera consciente, causarle aún más sufrimiento de forma totalmente innecesaria e inhumana», subrayan los jueces del alto tribunal, que recuerdan que el jurado consideró probado que el agente sufrió un trastorno psicótico breve «a consecuencia de sus rasgos de personalidad previos, situaciones vitales estresantes y el consumo continuado de hachís y alcohol».


CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído