CRIMEN Y CASTIGO

La Policía Nacional denuncia que las mafias han logrado blindarse en los ‘macroburdeles verticales’

La red desarticulada en noviembre ya está en la calle y explota a un centenar de chicas en pleno corazón de Legazpi

Publicidad de prostitutas en las puertas de los colegios de Madrid.
Publicidad de prostitutas en las puertas de los colegios de Madrid. EP

Es uno de los mayores problemas de seguridad y salud en las grandes ciudades.

Fue una de las mayores redadas policiales contra la explotación sexual realizadas en Madrid. Se produjo en el paseo de las Delicias, en Legazpi.

Se llevaron a cabo más de una veintena de registros simultáneos, algunos en otras provincias y se detuvo a la cúpula de los dos famosos « macroburdeles verticales» de la capital, integrada por ciudadanos hispanos.

Engrilletaron a 17 sujetos por reclutar y obligar a mujeres a ejercer la prostitución. Veintitrés de ellas, sometidas a un régimen de esclavitud, fueron liberadas y se decomisaron 150.000 euros en efectivo.

Fue el pasado 13 de noviembre. Un par de meses después, los ocho integrantes del entramado que fueron a prisión quedaron en libertad, según recoge M. J. Álvarez en ABC.

El negocio, situado en los números 127 y 133, nunca cerró. Sigue funcionando a pleno rendimiento en todos los pisos, supuestamente liderado por las mismas personas.

No llegaron a parar en ningún momento.

Las suculentas ganancias que mueven estas redes criminales y las dificultades legales para acabar con la trata de seres humanos con fines de explotación sexual son las causas.

En España, la prostitución no está regulada, lo que se castiga es el proxenetismo y, por ello, el papel de la víctima es esencial. ¿El motivo? Es ella la que debe denunciar a quien la extorsiona (artículo 191 del Código Penal) o su tutor o representante legal en caso de ser menor. Una cuestión nada fácil al estar sometidas y tener miedo, por lo que muchas veces dan marcha atrás en el procedimiento.

Si las herramientas legales dificultan a Policía y Guardia Civil combatir estas prácticas, el asunto se complica aún más cuando se producen en un domicilio particular. Este es inviolable y solo se puede entrar en él con un mandamiento judicial.  Y, aún así, muchas causas se quedan en agua de borrajas.

Es lo que ocurrió con los «macroburdeles verticales» de Delicias. Y también el motivo de que cada vez sean más las chicas que las redes retiran de la calle para «invisibilizarlas» y hacinarlas entre cuatro paredes.

Los «flyers» o tarjetas de publicidad que pululan en los parabrisas de los coches de toda la ciudad son una muestra de ello.

A las mafias les resulta más rentable y seguro el ámbito privado, que convierte a las mujeres en más vulnerables y las mantiene en una situación terrible sin posibilidad de acceder a ningún recurso y sin ver a nadie más que a quienes las controlan y al cliente de turno.

Además, los explotadores se ahorran el precio que deben pagar al club por cada mujer por cama, manutención y alojamiento (entre 30 y 50 euros). A eso se añade que los agentes no pueden identificar a las chicas ni detectar la presencia de menores al transcurrir todo entre cuatro paredes.

Un ejemplo llamativo es el de la operación de Delicias, fruto de la labor de la Brigada Provincial de Extranjería y Fronteras y de la denuncia de varias jóvenes coaccionadas del centenar que se encontraban en alguna de las 24 viviendas dedicadas al «mercado carnal».

Solo el edificio situado en el número 127, de cuatro alturas y cuatro viviendas por planta más el bajo, con licencia municipal de «masajes», lleva un cuarto de siglo lucrándose de esa actividad, a decir de los sufridos vecinos. El otro, el 133, fue una «sucursal» del primero que abrió ante el éxito de ese fructífero «mercado carnal». Tiene una vivienda por cada una de sus siete plantas.

Las tenían sometidas a un control férreo. El líder conocía sus movimientos y la actividad que realizaban en los pisos-burdeles. Todo ello, debido a las cámaras de videovigilancia que, a través de una aplicación (con «router» y wifi), él y sus lugartenientes, recibían en los teléfonos móviles.

Con cuatro chicas por piso y cuatro o cinco «servicios» mínimo al día por cabeza -tirando por lo bajo; algunas llegan a la decena-, a entre 20 y 30 euros por cada relación «normalita», los beneficios de la organización son cuantiosos, explican las fuentes.

Si el cliente se anima y solicita «extras» sexuales o drogas, como la cocaína, la tarifa sube y cada «trabajo» puede llegar a cien euros.

«Con cada mujer objeto de la trata pueden obtener 3.000 o 3.500 euros al mes limpios sin pedir nada adicional, lo que se traduce en unas cifras anuales millonarias».

Y estas chicas, encadenadas a los intereses de una deuda que nunca terminan de saldar (ya que después tienen que pagar los intereses), viven en los mismos inmuebles en los que son obligadas a ejercer. Algunas ni siquiera tienen llave y salen con la madama que las vigila.

«Todo va para la mafia, ellas se quedan con la propina si la hay».

Eso no sucede en todos los casos. Cuando las chicas van «por libre», no viven en el edificio y hasta sus novios, los «lover boys» que las han captado para esa tarea, las van a recoger.

Entonces, entregan el 50% de lo ganado. En el 127 de Delicias, la mitad funcionaban así;el resto estaban esclavizadas, al igual que todas las del 133.

Estos lupanares cutres donde muchos hombres (también jóvenes) acaban sus juergas no son los únicos que manejan dinero negro a raudales. También proliferan otras viviendas de cierto nivel y chalés en zonas como el paseo de la Habana, Capitán Haya y Alfonso XIII.

«En una noche, una chica puede obtener 1.800 euros».

Los clubes de alterne están de capa caída desde el auge de un modelo de negocio «que se ha desmadrado», recalcan nuestros informantes. Así, de los 450 que existían en la región hace varios lustros, apenas quedan 70.

«Los 480 pisos en los que trabaja Apramp son solo la punta del iceberg. Hacer un ceso es complicado porque cierra uno y abre otro», dice un policía

Rocío Mora, directora de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (Apramp), dice que acuden a 480 viviendas particulares y atienden a una media de 280 mujeres al día, de las que 15 acaban asistiendo a su centro de acogida. Ahí les ofrecen asesoramiento y ayuda social, jurídica y sanitaria:

«Más de la mitad de nuestra atención es ya en recintos privados. Les facilitamos la tarjeta sanitaria, la documentación que le han arrebatado, les informamos de sus derechos y les damos alternativas para salir de ahí. Desmontamos los engaños de las mafias, en suma».

El número de pisos en los que trabaja Apramp, los 480, son solo la punta de un «iceberg» difícil de calcular. Aunque la Policía está tratando de realizar un censo real con datos precisos por comisarías, la cuestión es difícil, pues si cierra un inmueble abre otro.

«Llegará un momento en que algún político se vanagloriará de h aber acabado con la prostitución callejera; nada que ver».

«Hasta que no se legisle en condiciones, no se podrá poner coto a este asunto. En la última reforma del Código Penal se trató de incorporar un artículo que castigaba a quien se lucrara de la prostitución, aún con el consentimiento de quien la ejerce :no salió adelante».

Mora también aboga por penalizar todas las formas de proxenetismo:

«Hay que actuar como con la violencia de género para que pueda denunciar cualquiera, además de poner el foco en el toda la cadena, del primero al último, que se lucra».

¿Frustración? A pesar de las trabas legales que tiene la Policía, desde el Cuerpo, afirman, tajantes:

«Para nosotros es gratificante poder liberar a un puñado de mujeres y que rehagan su vida».

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