CRIMEN Y CASTIGO

Natalia, la reina de la burundanga que desvalijó a 7 incautos, es una adicta al póker

Natalia, la reina de la burundanga que desvalijó a 7 incautos, es una adicta al póker
Natalia Torices González. EP

Conocida como la droga zombi, la burundanga reduce la voluntad y ‘borra’ la memoria de las personas durante el tiempo que duran sus efectos. Es por eso que es utilizada en delitos relacionados con robos o agresiones sexuales.

Y con escalopamina, la famosa burudanga, una paisana drogó a siete personas para robarles dinero en León.

Se llama Natalia Torices González, tiene sólo 24 años y fue detenida el pasado enero por utilizar esta droga en 7 hombres de su círculo más cercano, incluido su abuelo de 90 años, para robarles más de 40.000 euros. Iban al cajero y ella se quedaba el dinero. Algunas de sus vidas estuvieron en peligro.

Como resultado de varios envenenamientos, se dieron a conocer los casos de cuatro personas que habían ingresado en el Hospital de León presentando síntomas similares a la midriasis arreactiva: sequedad bucal, dificultad de coordinar movimientos y habla y anulación de la voluntad. Todas ellas habían notado la desaparición de dinero durante el periodo en que perdieron la conciencia.

Estos casos pusieron en alerta a los investigadores, quienes, tras averiguar lo ocurrido y analizarlo en conjunto junto al equipo médico del Hospital de León, determinaron que el nexo común de todos ellos era la presencia de la autora momentos antes de la aparición de los síntomas.

El desarrollo de la investigación se precipitó cuando, a comienzos del mes de enero, se tuvo conocimiento del ingreso en el Centro Hospitalario de León de una nueva víctima en estado grave, con resultado positivo en el análisis de escopolamina, a la que le habían sustraído más de 1.400 euros.

Cuenta  Brais Cedeira en ‘El Esoañol’, citando como fuente a funcionarios de prisiones que, incluso entonces, dentro de la cárcel, Natalia años no dejó de lado su principal afición. Poco tardó en hacer migas con algunas internas e ir a lo suyo: aun allí, sentía la pulsión de ponerse a jugar con ellas póker. Aunque fuese sin dinero de por medio.

A Natalia se le da bien el fútbol, y en concreto el fútbol sala. Juega a un gran nivel en el Atlético Benavente y en la selección Regional Femenina de Fútbol, donde la convocan con cierta regularidad. Se le dan igualmente bien los estudios, que cursó años atrás en el colegio de la Virgen Blanca de León.

Estamos ante una chica entrañable y familiar, de sonrisa pura y sincera, ojos azules prácticamente cristalinos. Hacen mucha vida en común con los suyos, a juzgar por las fotografías recientes con los miembros de su familia en las redes sociales. Eran precisamente ellos quienes desconocían la cara más peligrosa de la joven.

Denuncia sospechosa

Durante el proceso de presentación de la denuncia, la demandante se contradijo en numerosas ocasiones, lo que hizo pensar a los investigadores que se encontraban ante una denuncia falsa.

Con la autorización del Juzgado de Instrucción número 2 de León, se procedió a la entrada y registro en el domicilio de la sospechosa. Allí encontraron numerosas pruebas de que había adquirido burundanga y también hallaron evidencia de los preparativos llevados a cabo para sus ataques, para los cuales creaba sus propios croquis y falsificaba documentos que sostenían las historias que les contaba a sus víctimas.

Natalia, quien bosquejó y llevó a cabo el plan con la precisión de un reloj suizo. Durante casi un año, tuvo a su disposición todo el dinero que se le antojó.  

Su plan era bien sencillo y tenía tres partes: el bar, el cajero y la dosis a hurtadillas. Sin duda, los ataques estaban absolutamente perfeccionados, y llegó un punto que había alcanzado un grado de perfección tal que se permitió el lujo de agenciarse cantidades superiores a los 9.000 euros de una sola vez.

La joven escogía todo tipo de víctimas, eso sí, siempre cercanas: amigas de su edad, y también ancianos, como sus abuelos. Los agentes lo supieron todo después, pero la chica se lo preparaba todo con eficacia y rapidez. Esbozaba un discurso, un plan, un croquis. Luego quedaba con esa persona en un bar.

La cosa solía ir bien, en un descuido inoculaba la droga en la bebida de su acompañante y el resto de la tarea la hacía el tiempo. Ya solo era cuestión de esperar. Más tarde surgía siempre el pretexto de pasar por el cajero. Allí, sometidas como inofensivas liebres, sus presas cedían y terminaban otorgándole todo el dinero del cual Natalia quisiera disponer. Al sía siguiente nadie se acordaba de nada. 

El problema para las víctimas, aparte del tema de salud, llegaba al echar una nueva ojeada a los números de la cuenta corriente y comprobar inexplicables extractos de miles de euros. La mayoría de los afectados recordaban los hechos con poca claridad. En todos coincidía que, antes, había estado «tomando algo con Natalia». Fue algo que extraño sobremanera atanto a los afectados como a los investigadores. Históricamente, la burundanga suele aparecer en casos relacionados con agresiones sexuales. 

Además de todas las cosas que hemos dicho, a nuestra querida y agradable protagonista se le daba muy bien falsificar cosas por ordenador. Gracias a esa habilidad logró sortear sus propios cebos durante unos meses. Creó documentos de Hacienda falsos, facturas de presuntas compras, billetes falsos de avión… Todo humo. A los familiares les hacía creer que habían tenido que realizar una compra. Una de sus amigas  creyó que había comprado unos billetes de avión para las Islas Seychelles. La pericia de Natalia hizo el resto: billetes, pasaportes falsos, falsificaciones…

La primera vez que les drogaba ya se quedaba con el pin de sus respectivas tarjetas. También con el de sus cuentas corrientes. No importaba quedarse ahora sin dinero: ya tenía las claves para nutrirse de efectivo cuando lo necesitase.

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