Nuevas pistas sobre el suceso que mantiene en vilo a Logroño. La abuela de Carolina, la niña que fue encontrada muerta en una habitación del hotel Los Bracos mientras que su madre se encontraba en una ventana con cortadas y actitud suicida, denunció que había sido víctima de una gran estafa por 100.000 euros. Así lo afirmó en la carta que dejó antes de proceder a su suicidio, donde los funcionarios de la policía encontraron su cuerpo en el cauce del Río Ebro.
Una semana después de que las tres mujeres salieran de su casa en Haro de madrugada las preguntas siguen amontonándose. Hasta el momento, las únicas informaciones apuntan a que Olga Febles, su hija Adriana y su nieta Carolina abandonaron en coche la vivienda en la madrugada del sábado al domingo. Llegaron al hotel Los Bracos esa mañana. Se registró Adriana y su hija pero las tres estuvieron en la habitación 404. Antes de irse de Haro a mbas mujeres dejaron escritas varias cartas (siete al parecer) y sus móviles.
Las intenciones suicidas de ambas parecían claras, según explicó el delegado del Gobierno en La Rioja, José Ignacio Pérez Sáenz, quien habló de contenidos confusos sin precisar más.
La abuela en una de esas cartas, según ha podido saber ABC, contaba que había sido víctima de una estafa y que tenía las pruebas para demostrarlo. Se había enamorado de un hombre al que conoció en Madrid. Él le había dicho que trabajaba para la ONU y que tenía a sus hijos enfermos y necesitaba dinero. Ella le fue mandando remesas a cuentas de Turquía e Indonesia. “Ruego que se haga justicia y que mi familia sea correspondida económicamente”, afirmaba la carta.
Olga Febles denunció el pasado septiembre en la comisaría de Miranda de Ebro (Burgos) que había sido víctima de una estafa de cien mil euros. La denuncia se estaba investigando. En la carta de despedida aseguró que tenía número de cuentas bancarias, listines telefónicos, capturas de «facebook» y correos electrónicos y pedía que se hiciera justicia.
Problemas de pareja
La pareja se había cruzado numerosas denuncias desde 2015. A los pocos meses de nacer Carolina comenzaron los problemas y llegó la separación. Un juez decidió que tuvieran custodia compartida; la madre recurrió y tras los informes psicosociales de ambos se le otorgó al padre con un régimen de visitas amplio para Adriana, que ella no aceptaba y que había incumplido en numerosas ocasiones.
Las denuncias acabaron por salpicar también a los abuelos paternos y el conflicto entre ambas familias era una constante. El detonante del viaje a Logroño de madre e hija del pasado fin de semana y la decisión de acabar con sus vidas sigue sin aclararse.