Podría ser el guion de una película de Hollywood sobre corrupción policial, mafias, drogas y todo lo demás, pero ha ocurrido en Extremadura y el caso es tremendo: la operación Peces.
La operación la ha culminado la unidad de Asuntos Internos de la Policía de Extremadura, después de varios meses de trabajo y que ha terminado con la detención de los seis miembros policiales (cinco policías y un guardia civil) más otra quincena de personas y varios registros en diferentes pueblos.
El grupo detenido es, precisamente y para colmo, el equipo de estupefacientes de Mérida, incluyendo al inspector al mando; y las investigaciones han terminado por dar con hasta cuatro plantaciones de marihuana y un total de 3.000 plantas, además de muchos vehículos.
El periódico local El Salto Diario explica con exactitud:
Todos los policías nacionales detenidos en el marco de la investigación han sido trasladados ya a dependencias policiales de Almendralejo, con la intencionalidad expresa de evitar la custodia por parte de sus propios compañeros y, en consecuencia, posibles filtraciones de datos relevantes para la investigación. El Guardia Civil permanece bajo custodia en la Comandancia de la Guardia Civil de Badajoz. Todas las detenciones han estado a cargo de la Unidad de Asuntos Internos de la Policía Nacional y de la Unidad Central operativa de la Guardia Civil (UCO).
«Conocían perfectamente los métodos de seguimiento y podían destruir las pruebas»
El propio Federico Jiménez Losantos dedicaba su columna en El Mundo de este 17 de septiembre de 2021 al sonado caso:
UNA DE LAS MEJORES noticias en materia de orden público que hemos podido leer últimamente es la detención como banda narcotraficante de una sección policial de estupefacientes extremeña, con su comisario al frente. Cada año pasa casi inadvertida la expulsión y procesamiento de docenas de agentes de la Guardia Civil sospechosos de corrupción, tan fácil y fructuosa en aduanas y fronteras. En este caso, ha sido una tarea de contraespionaje, ya que, al ser policías los implicados, conocían perfectamente los métodos de seguimiento y, al menor indicio, podían destruir rápidamente las pruebas que los llevasen ante el juez y a la cárcel.