Jennifer, Daniel Wong y sus tres cómplices fueron declarados culpables y condenados a cadena perpetua

La “hija perfecta” que pagó 10.000 dólares para que asesinen a sus padres

Jennifer Pan tenía 24 años cuando encargó a un grupo de sicarios que mataran a sus progenitores

La “hija perfecta” que pagó 10.000 dólares para que asesinen a sus padres
Jennifer Pan PD

Jennifer Pan era considerada la “hija perfecta”: Tocaba el piano, tomaba clases de flauta, practicaba patinaje artístico, hacía ballet y natación.

Sin embargo, camuflada en miles de mentiras, logró sortear por muchos años la mirada escrutadora de sus progenitores. Por eso, cuando temió que su torre de embustes cediera y la hundiera en su propio fango, decidió que lo mejor sería eliminarlos.

Jennifer Pan nació el 17 de junio de 1986 en Markham, un suburbio de Toronto, Canadá. Huei Hann Pan, su padre, nacido y educado en Vietnam, había llegado a Canadá, en 1979, en calidad de refugiado político. Bich Ha Pan era, también, una inmigrante vietnamita.

Jennifer asistía a una escuela católica, donde era una excelente estudiante. Bajo la mirada atenta de sus padres, durante la primaria, comenzó con clases de piano, flauta, ballet, patinaje artístico, artes marciales y natación. Tenía una agenda completa.

Sus padres soñaban, por entonces, con que su hija se convirtiera en deportista olímpica. Esa fantasía quedó en el camino cuando a Jennifer se le rompió el ligamento cruzado de una de sus rodillas.

En un momento, en esta perfecta vida que creían haber edificado, todo se desvió.

Fue cuando comenzaron sus malas notas que Jennifer descubrió el beneficio de la mentira.

Como no se animaba a llevar sus bajas calificaciones a casa, se las ingenió para falsificar los boletines. Puso todo su esfuerzo para hacerlo a la perfección. Con la ayuda de unas tijeras, plasticola, viejos boletines y una fotocopiadora, lo consiguió.

Los embustes se volvieron cada vez más elaborados. Jennifer se inventó una carta de admisión a la universidad. Además, les contó a sus padres que el dinero para la universidad lo había conseguido con un préstamo universitario y una beca de 3.000 dólares.

La única verdad era que ni siquiera tenía el título secundario. Su vida se había convertido en una montaña de mentiras.

Durante los primeros tiempos simuló ir a la universidad. Lo que en verdad hacía era deambular por ahí y sentarse en los cafés para pasar el tiempo. Se compró libros de texto usados para hacer creer que estaba estudiando y se empapó con el tema de la farmacología mirando videos por Internet.

Increíblemente no la descubrían, así que ella apostó por más. Después de mucho insistir terminó por convencerlos de instalarse en el campus de la universidad durante los días de semana. Iba a compartir el cuarto con su amiga Topaz. Le dieron el permiso. Después de todo, que ella se instalara dentro del ambiente universitario, era lo normal.

La realidad era totalmente diferente. Jennifer se solía quedar en la enorme casa donde vivía su novio Daniel Wong con su familia, a quienes también les mentía. Luego, alquilaron un departamento juntos. Jennifer se mantenía dando clases como profesora de piano y trabajando en el restaurante Boston Pizza con Daniel. Él era el encargado de cocina, ella atendía el bar. Daniel, quien tomaba clases en la Universidad de York, había empezado también a vender marihuana.

Para continuar con su falsa saga de éxitos Jennifer les relató que había conseguido un puesto como voluntaria en el laboratorio del Hospital de Niños. Esto requería que hiciera algunas guardias por la noche o los fines de semana. Pero a Hann le llamó la atención algo: Jennifer no tenía un delantal que tuviera su identificación. Se lo comentó a Bich y, al día siguiente, insistieron en llevarla al hospital. Su hija no pudo negarse.

Apenas llegaron, ella saltó del auto y desapareció entre la gente. Bich corrió detrás de ella. Jennifer se dio cuenta de que su madre la seguía y se escondió en la sala de espera de emergencias un par de horas hasta que ellos se fueron.

Alarmados por la conducta de su hija, los padres decidieron llamar a Topaz, la amiga con quien supuestamente Jennifer vivía en el campus.

El mundo se les vino abajo. Ella les confirmó lo que sospechaban: nunca habían convivido. Todo constituía una gran mentira.

Sicarios

En 2010 Jennifer se animó y le dijo a un viejo amigo del colegio primario, Andrew Montemayor, que deseaba matar a su padre. Andrew la entendió, le dijo que él mismo había fantaseado con matar al suyo, y le presentó a su compañero de departamento, un chico gótico con las uñas pintadas de negro, llamado Ricardo Duncan. Sería el sicario y Jennifer le pagaría 1.500 dólares por asesinar a su padre en el estacionamiento del trabajo. Pero el tipo resultó no ser un asesino sino un estafador que huyó con el dinero. El plan quedó trunco. Duncan diría, luego del crimen, algo muy distinto: que ella solo le había dado 200 dólares y que él se los había devuelto porque se había negado a matar a Hann.

Al mismo tiempo, Jennifer ideó un plan de mentiras para reconquistar a Daniel que estaba saliendo con una chica llamada Christine. Le hizo un cuento rarísimo sobre unas amenazas que había recibido y se las endilgó a esa joven. Lo logró. Después de sus disparatadas historias, Daniel terminó volviendo con ella. Juntos decidieron retomar el plan de terminar con los padres de Jennifer y quedarse con todos los bienes y ahorros de la familia. Además de la casa, Bich manejaba un auto Lexus ES 300, Hann un Mercedes Benz Clase C y tenían ahorros por 200 mil dólares. Según calcularon ella heredaría medio millón de dólares. Podrían mudarse juntos y vivir muy tranquilos.

Jamás pensaron en que harían con Félix, que estaba estudiando en la universidad ajeno a los truculentos planes de su hermana.

Daniel Wong se puso en contacto con un nuevo asesino a sueldo: Lenford Crawford, alias ‘Homeboy’, un chico proveniente de Jamaica. Lenford les pidió 10 mil dólares para concretar el crimen. Les dijo que necesitaría la ayuda de Daniel y de más gente. Se pusieron de acuerdo. Daniel le dio a Jennifer un Iphone que sobraba en su casa y Lenford le compró una tarjeta SIM para ese celular que solo debían usar para comunicarse entre ellos. Lenford involucró a otro joven, Eric Carty, quien a su vez llamó a David Mylvaganam.

Se había conformado la pandilla mortal.

Un acceso VIP

La noche del lunes 8 de noviembre de 2010, los tres intrusos ingresaron por la puerta principal: Lenford Crawford, David Mylvaganam y Eric Carty. Todos llevaban armas.

Uno apuntó a Bich, los otros dos subieron corriendo la escalera. En el piso superior, mientras uno fue a sacar a Hann de su cama a punta de pistola; otro, se ocupó de Jennifer a quien le ató los brazos hacia atrás con cordones de zapatos. Por lo menos eso declaró la joven. Les exigieron todo el dinero que tuvieran en la casa. Jennifer les dio sus ahorros, 2.500 dólares y 1.100 más que había en la mesa de luz de su madre. Luego bajaron a buscar la billetera de Bich que estaba en su cartera en la cocina.

Aterrada, la dueña de casa les suplicaba que no le hicieran nada a su hija. Carty volvió a subir con Jennifer y la habría dejado amarrada a una baranda.

Crawford y Mylvaganam, por su parte, cubrieron la cabeza de ambos padres con mantas y los condujeron al sótano de la vivienda donde les dispararon. Tres veces a Bich en el cráneo, quien cayó fulminada; dos veces a Hann, una en el hombro y otra en la cara. Luego, huyeron.

Mientras, en el piso de arriba, la joven Jennifer lograba desatar sus manos y llamar al 911. Le dijo a la operadora que los habían asaltado y que había escuchado disparos. Lloraba histéricamente y gritaba que se apuraran. En el segundo 34 de la grabación ocurre algo inesperado: se oyen los gritos de Hann desde la planta baja.

Contra todos los pronósticos, el padre había sobrevivido. Se había despertado segundos después de los tiros, había visto a su mujer muerta y había comenzado a gatear desesperado escaleras arriba. Tambaleándose salió por una puerta y le pidió ayuda a su vecino quien llamó a una ambulancia. Fue trasladado al hospital Markham Stouffville primero y, luego, por la gravedad de sus heridas, derivado en helicóptero al Sunnybrook Hospital, de Toronto.

El 19 de marzo de 2014 comenzó el juicio que duró diez meses, hasta que finalmente el 13 de diciembre de 2014 Jennifer, Daniel Wong y sus tres cómplices fueron declarados culpables y condenados a cadena perpetua.

Cuando se dio a conocer el veredicto, Jennifer no se inmutó. Recién pasados 25 años tendrán derecho a que se estudie la posibilidad de una libertad condicional.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído