CRIMEN Y CASTIGO

La surrealista historia de Giuseppe Balsamo, el gran estafador del Siglo XVIII

Uno de los personajes, sin duda, más controvertidos del Siglo XVIII fue el siciliano Giuseppe Balsamo.

Nacido en el año 1743 en Palermo, en el seno de una familia humilde, su infancia la pasó deambulando por las calles de su ciudad natal, pero nadie adivinaba que terminaría codeándose con la alta sociedad de las cortes europeas de su época.

De adolescente, su madre quiso enmendar su tendencia a la pillería, enviándole al seminario local del que se fugó y luego, al convento de la Misericordia, de donde fue expulsado, pero antes, le robó al monje boticario su libro de remedios y fármacos que tan útiles le serían en el futuro. El primer dinero lo obtuvo vendiendo el plano de un tesoro falso a un joyero.

En 1766, Balsamo se estableció en Roma, viviendo de estafar a los peregrinos con falsas reliquias y pócimas milagrosas, casando con una joven del lugar, llamada Lorenza o Serafina, esta pronto adoptó el rentable modus operandi de su marido, aprendiendo a poner sus pies en polvorosa casa vez que eran denunciados por sus estragos a las autoridades, llegando a robarle la bolsa del dinero al mismísimo Giacomo Casanova.

Ejercitando la misma ocupación el matrimonio residió en Venecia, París o Londres.

En esta última ciudad quiso cambiar de status, aunque no de modus vivendi, para ello tomó el nombre de conde di Cagliostro, un aristócrata y mago llegado de Egipto, gracias a cuyo empaque consiguió entrar en una Logia masónica de nombre Hope (Esperanza), donde se seguía el rito de la estricta observancia. Se presentó como enviado del Gran Copto (máximo responsable de la iglesia cristiana egipcia) y logró fascinar a todos con su palabrería, sus trucos de magia y brebajes curativos, entre ellos el elixir de la eterna juventud que, según afirmaba, lo habían conservado a él, que había nacido en siglos anteriores.

Después de su exitosa estancia en Inglaterra, el autonombrado conde de Cagliostro, decidió volver al Continente. Viajando por el mar Báltico, llegó al ducado de Curlandia (actual estado de Letonia), donde los dirigentes masones quisieron nombrarlo gobernador de la región, propuesta que no aceptó porque sus miras eran más altas, marchando a la Corte Rusa de San Petersburgo, donde se benefició de su fama, empezando a ganarse la voluntad del joven Pablo, heredero de la emperatriz Catalina, la cual, para evitar la manipulación de su hijo, mandó a expulsar a Balsamo con la justificación de que era espía de Prusia.

Cagliostro fijó entonces residencia en la ciudad de Estrasburgo. Allí curó y alimentó a muchos pobres, atendiendo también a pacientes adinerados, como la mujer de un banquero local a la que curó de unas fiebres de origen desconocido, lo que le reportó un buen crédito bancario y una carta de agradecimiento publicada en la prensa de París.

Las noticias de aquel sabio curandero llegaron a oídos del Cardenal Rohan, que quedó atrapado en sus redes por culpa de un asma pernicioso y de su avaricia. Llegó a participar en los actos de presunta alquimia de Cagliostro para agrandar diamantes, estas joyas se incrementaban en sus cerebros iluminados por brebajes confeccionados con beleño que le había dado a beber previamente, nunca en la realidad.

El supuesto conde se valió de la amistad del Cardenal Rohan para hacer negocios hasta que unos joyeros denunciaron al Príncipe de la Iglesia de haber comprado un collar de diamantes para la reina María Antonieta, que nunca pagó. Rohan declaró que había comprado y entregado el collar a la reina de la que se había enamorado y con la que se había acostado.

El collar estaba desaparecido porque resultó que Cagliostro había engañado al cardenal, haciéndolo tener relaciones con una prostituta a la que regaló la joya pensando que era María Antonieta, de la que tenía decenas de cartas de encendido amor, por supuesto, redactadas por Balsamo quien, finalmente se quedó con el collar.

El escándalo desatado se saldó con Rohan y Cagliostro presos en la cárcel parisina de La Bastilla y juzgados por el Parlamento. Rohan presentó en su defensa las cartas que presuntamente María Atonieta le había escrito, pero totalmente falsas y escritas de puño y letra por Cagliostro, como conocemos. Pero en el verano de 1786, París estaba en efervescencia pre revolucionaria y el pseudo aristócrata y el cardenal fueron puestos en libertad a cambio de la entrega de las cartas, que servirían para desprestigiar a la corona.

Tras su liberación, un Cagliostro rico partió para Inglaterra, donde fue recibido como un mártir de la tiranía monárquica francesa. Reclamó una escandalosa indemnización por el trato vejatorio que había sufrido en La Bastilla, profetizando que volvería cuando ésta fuera reducida a escombros (efectivamente, el 14 de julio de 1789 la Bastilla fue tomada y luego, como símbolo de la tiranía real, fue demolida hasta sus cimientos, lo que le creó la fama de visionario), al mismo tiempo exhortaba al Parlamento en convocar los Estados Generales que abrieran el camino a la revolución.

Este papel de la defensa de los oprimidos gustó mucho a los masones y al pueblo, así como a los conspiradores como el Príncipe de Gales o el Duque de Orleans, pero molestó a los monárquicos emigrados de Francia e Inglaterra, que financiaron el desprestigio del «Profeta». El mismo Casanova sacó a relucir su pasado de truhán.

Iuseppe Balsano, falso conde de Cagliostro negó todas las acusaciones, pero tuvo que huir a Suiza, escapando de sus enemigos y, posteriormente, cuando pensó que las aguas volvieron a su cauce, a Roma donde, con la llegada del 27 de mayo de 1789, los hechos le dieron la razón, porque se convocaban en Francia los Estados Generales, primer momento de la pavorosa Revolución Francesa. El Conde de Cagliostro había demostrado que realmente era un profeta y los masones de todas partes comenzaron a contactar con él. Estos hechos atemorizaron a la Curia Papal que lo denunció a la Santa Inquisición, el órgano represor de la iglesia Católica.

Prendido Cagliostro, fue condenado culpable de herejía y por ello se le sentenció a: no hablar con nadie ni ver ni ser visto por nadie. Recluido en el castillo de San Leo, donde fallecería cuatro años más tarde. Desde allí escribió profecías inquietantes contra el papado. En una Europa sumida por la revolución a partir de 1797, aquellas profecías apocalípticas en parte se cumplieron, ya que los revolucionarios tomaron Italia y Roma, llegando a secuestrar al papa Pio XII.

La vida de Iuseppe Balsamo o Conde de Cagliostro nos demuestra que, a veces, los truhanes, tocados por la suerte, pueden llegar a ser prohombres, aunque sin ocultar del todo ninguna de sus picardías.

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