La escena es tan indignante como bochornosa.
Unos amables magrebíes acompañan a un turista para coger un taxi en el Port Olímpic, cuando entra, los jóvenes emprendedores se quedan con su cartera y reloj en pago por sus servicios.
No es algo ocasional o raro. Al sector turístico en Barcelona, hundido por la pandemia como el de toda España, se le añade además el problema de la delincuencia. A plena luz del día y en la puerta de un céntrico hotel son asaltados tres turistas brasileños.
Una muestra de las prioridades de la alcaldesa Ada Colau.