un drama psicológico y social al mismo tiempo, algo fuera del alcance de casi todos, algo que ni siquiera Chéjov intentara
Que Benito María de los Dolores Pérez Galdós, uno de los más importantes escritores en lengua española, llegue a los escenarios españoles actuales no ocurre a menudo. Total, sólo escribió 23 obras teatrales en sus últimos treinta años de vida, y al fin y al cabo es solamente el autor de los célebres y arrinconados Episodios Nacionales, 46 tomos en cinco series, lo que constituye una de las obras más importantes de la literatura española de todos los tiempos y portento de la novela europea de su época. Y si además viene con su obra ‘Doña Perfecta’ tan entera y verdadera, en una versión excelente, sin actualizaciones espurias, montada con acierto e interpretada con calidad, es para echar las campanas al vuelo. Mejor quedarse sin comer un día que perderse ocasión tan memorable de ver buen teatro.
El grandísimo escritor, nacido en Las Palmas en 1843 y fallecido en Madrid en 1920, publicó esta novela en 1876 y la adaptó al teatro veinte años después. En vez de esa adaptación, Ernesto Caballero se ha atrevido a teatralizar directamente la novela sin pasar por la versión del autor, ‘planteando un esquema escénico en sintonía con la sucesión de capítulos del original’ para así constatar ‘algo que intuíamos desde un primer momento, que en la narrativa de Galdós, tan abundante de enjundiosos diálogos, se encuentra encriptado un enorme potencial teatral’. El resultado avala el atrevimiento: adaptación fidelísima, trepidante, con diálogos o casi monólogos deslumbrantes que pocas veces se oyen en nuestras tablas, dos horas sin desmayo, una trama intrigante, un final no por intuido menos impactante.
Si la versión es todo lo respetuosa que el autor merece, la dirección teatral usa la misma y certera brújula. Nada de actualizaciones innecesarias, nada de sesgos oportunistas, nada de sensacionalismos vanos. Cuando hay un texto imperecedero basta mostrarlo tal cual para que conecte inmediatamente con el espectador, con la sociedad de nuestros días. Doña Perfecta es una de las mejores encarnaciones que recordamos de la hipocresía colectiva, que cambia de formas pero sigue dominando la sociedad. Lo políticamente correcto ya no surge del casino provincial sino de la red global. Ya no necesita del refinado arte de las apariencias, del doble lenguaje sutil que dice digo donde dice diego, de ese sofisticado arte coloquial nacido en los confesionarios y desarrollado hasta la perfección en los gineceos donde la mujer marginada de la vida social ha ejercido a distancia y a menudo la dirección de la misma.
El arte individual de la maldad y la doblez, de la insinuación perversa, del golpear dialécticamente sin bajar la sonrisa y del desarmar con frases bonitas, en Doña Perfecta se combina y completa con una disección extraordinaria de su complemento, la maledicencia social, el se dice y se comenta, el hablar mal de todo y todos por sistema, el arte del infundio, el terrorismo verbal a cualquier precio, la siembra sistemática de vientos que han creado nuestras sucesivas tempestades. Todo vale para atacar al enemigo, al ‘outsider’, al raro, al diferente, al que la masa nunca perdona que busque su propio camino. Así que Doña Perfecta es un drama psicológico y social al mismo tiempo, algo fuera del alcance de casi todos, algo que ni siquiera Chéjov intentaría. Y pleno de connotaciones de máxima vigencia simbolizadas todas en esa consigna tan actual que los manipulados de la obra en un momento dado gritan: ‘¡Viva Orbajosa, Muera Madrid!’.
Grandísimo Galdós, al que sólo la ruindad individual y colectiva de sus mismos compatriotas, peripintada genialmente en Doña Perfecta, consiguió arrebatar el Premio Nobel en 1912. Caiga el mayor oprobio sobre aquellos que acuñaron aquel malvado eslogan de ‘don Benito el garbancero’. Demostraron ser calcados de estos habitantes de Orbajosa, de doña Perfecta y don Cayetano. Y acertado Caballero cuando dice: ‘Por tanto, al considerarlo piedra fundacional de nuestra dramaturgia contemporánea, hemos querido que su voz no sólo estuviera presente en el CDN, sino que abriera esta nueva etapa de consolidación de un repertorio que a nuestro entender tiene al gran escritor canario como una de sus fuentes principales’. Ya sólo queda proseguir, ya sólo queda recuperar decenas de dramaturgos y cientos de obras de nuestros patrimonio, desconocidos entre comillas como Echegaray y Benavente, Marquina y Casona, Jardiel y hasta el más innombrable de los innombrables, Alfonso Paso.
Todo empieza cuando Doña Perfecta y su hermano deciden que sus respectivos hijos se casen. Pepe va a visitar a su tía Perfecta y a su prima a Orbajosa, una ciudad de provincias ni demasiado lejos ni demasiado cerca de Madrid, famosa por su producción de ajos y su afición a echarse al monte en defensa de sus esencias reaccionarias e integristas. Rosario y Pepe se causan buena
impresión mutuamente y se quieren casar. Pero el joven, tímidamente moderno y liberal, culto y civilizado, no va a caer bien a la influyente señora, a su colega de intrigas e influencias un cura de nombre Cayetano, y por ende al resto de las fuerzas vivas, vivas a base de mantenerlo todo muerto.
La dramaturgia se basa en un espacio único -como es casi obligado estos días- al que llegan los escasos cambios de ambiente por medio de la rotación semicircular del escenario. El proscenio está ocupado por una escenografía fija en tres paneles cuya decoración abstracta recuerda a los antiguos papeles pintados que decoraban las casas con motivos geométricos alusivos al ‘art decó’. Están ahí pero no ocupan espacio y sobre ellos se proyectarán imágenes borrosas, también alusivas a un pasado difuso de soldaditos de plomo, de cristos sangrantes, de paisajes rurales.
El vestuario y la caracterización inciden en una ambientación ecléctica, que es nuestra patria de ayer y de antes de ayer al mismo tiempo, que es mitad decimonónica y mitad años 50, que incluye sotana y ‘clerigman’, que lleva vaquero y enaguas. Y todos los elementos (sólo la música en inglés desentona un tanto) confluyen armoniosa y sugerentemente en el reparto, la fuerza vital sin la que el teatro es museo. Un elenco extraordinario de doce personajes logrados en el que resulta un original hallazgo las Troyitas, las tres hermanas que crea Caballero para hacer de narrador travieso y testigo lúcido del drama, para suplir con acierto a otros personajes secundarios que suprime. Lola Casamayor es una doña Perfecta muy medida, lo que es de agradecer aunque a veces se difumine el personaje y parezca una señora cualquiera. Es más corriente que la altiva descendiente de la nobleza del original, pero con ello gana proximidad y matices. José Luis Alcobendas es un don Cayetano de premio, cuya falsa modestia, disimulada beligerancia, abrumadora pedantería y maldad si no congénita al menos bien aprendida durante toda su carrera sacerdotal, es un compendio de matices bien planteados y mejor resueltos. Nos gusta esta Rosario que hace Karina Garantivá, tan lejos del registro habitual en nuestras actrices jóvenes, tan nada guapa y tan poco mona, tan real a pesar de su vertiginoso enamoramiento, tan loca sin serlo. Nos gusta el joven Pepe Rey que Israel Elejalde conduce desde su paciente superioridad al estallido descontrolado donde todos llegamos cuando se pone en juego o creemos que nos va en ello nuestra superviviencia. Don Inocencio, Jacintito, Caballuco, Licurgo e incluso Remedios (que debe cuajar), todos laten credibilidad y colaboran plenamente en la ignominia que marca esta trama sin concesiones, una valiente denuncia de un intelectual comprometido con su época pero que no prescinde de ser exigente consigo mismo y con el papel privilegiado que ocupa.
Son casi dos horas sin pestañeos. Nada interrumpe esta crónica vibrante de un asesinato cantado, de un fuenteovejuna ruín, de un final feliz que el espectador desearía sobre todas las cosas, pero que acepta inviable en este alegato de hace un siglo, escrito a favor de la sinceridad y autenticidad en la vida propia y del respeto al prójimo y el diálogo en la vida pública, virtudes tan necesarias para salir de nuestras Orbajosas.
Posdata.- Lo más importante de esta obra de Galdós, bien reflejado por Caballero y que siempre ha pasado desapercibido, es su lucidez al presentar los errores tradicionales de la minoría ilustrada y liberal, fundamentalmente de arrogancia y enfrentamiento frontal, frente a la mayoría tradicional y conservadora. Regeneracionistas, Generación del 98, Republicanos del 31… tomaron a menudo la actitud provocadora, elitista y negativa de querer imponerse, de difamar el pasado en bloque, de mirar sólo al extranjero. La llegada de Pepe Rey a Orbajosa como elefante en cacharrería, es una potente alusión a las desastrosas buenas intenciones de tanto intelectual que terminaron por dogmatismo y sectarismo pavimentando el camino de pasados infiernos.
Todas las obras de Benito Pérez Galdós a un clic de distancia.
Últimas presencias de Galdós en la cartelera madrileña:
-‘Electra’ en 2010 (ver nuestra reseña de entonces)
-‘Puerta del Sol, un episodio nacional’ en 2008 (ver nuestra reseña de entonces)
Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 9
Texto, 9
Dirección, 8
Escenografía, 7
Interpretación, 9
Iluminación, 7
Vestuario, 7
Música, 4
Producción, 8
Documentación para los medios, 7
Programa de mano, 6
CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL
Teatro María Guerrero
Doña Perfecta, de Benito Pérez Galdós
Versión y dirección, Ernesto Caballero
De 2 de noviembre a 30 de diciembre de 2012
Reparto (por orden alfabético)
Don Cayetano José Luis Alcobendas
María Juana Troya Diana Bernedo
Doña Perfecta Lola Casamayor
Pepe Rey Israel Elejalde
Rosario Karina Garantivá
Pepita Troya Miranda Gas
Don Inocencio Alberto Jiménez
Jacintito Jorge Machín
Caballuco Toni Márquez
Licurgo Paco Ochoa
Remedios Belén Ponce de León
Florentina Troya Vanessa Vega
Equipo artístico
Escenografía José Luis Raymond
Iluminación Paco Ariza
Vestuario Gema Rabasco
Videoescena Álvaro Luna
Caracterización Vicky Marcos
Ayudante de dirección Víctor Velasco
Coproducción, Centro Dramático Nacional y Teatro Cuyás–Cabildo de Gran Canaria con motivo del X Congreso Galdosiano
Exposición
GALDÓS Y LA REALIDAD
Teatro María Guerrero | Sala Margarita Xirgu
Horario de la exposición: Martes a sábados de 19 a 20 h., Domingos de 18 a 19 h.
Entrada libre.