La sensacional iluminación de las obras, aliciente de esta muestra
Como segunda parte de la exposición de hace dos años sobre el nacimiento y eclosión del Impresionismo, la Fundación Mapfre presenta este sábado lo ocurrido tras esa gran revolución, cuando a partir de 1986 el grupo se disgregue y aparezcan diferentes lenguajes pictóricos postimpresionistas que rompen con su origen y abren el camino de las vanguardias del siglo XX. Así, volvemos otra vez al momento fundacional de la pintura contemporánea, por más que ya estemos en la segunda década del siglo XXI, todavía buscando horizontes superadores que no se vislumbran.
Es el momento histórico en el que la belleza cede el puesto a la verdad como canon artístico. ‘Impresionistas y postimpresionistas. El nacimiento del arte moderno’ en la planta primera del palacio del Paseo de Recoletos sede de la Fundación, es un despliegue extraordinario y único que deslumbrará incluso a aquellos que como nosotros estamos un poco fatigados de tanta retrospección como las instituciones artísticas de nuestro país dedican al impresionismo y sus interminables corolarios y sucedáneos, uno de los momentos más brillantes de la historia de la pintura, ciertamente, aunque no obstante haya que seguir avanzando. Esta exposición, queriendo prolongar su momento de gloria hasta enlazar con las vanguardias, lo que viene a demostrar por el contrario es que los postimpresionistas no estuvieron a la altura de sus maestros y sin embargo rivales. Anclados quedamos a nuestro pesar en Monet, en Renoir, en Cézanne, lo que a la gente más le gusta.
Hay que rendirse ante la espectacularidad del montaje de esta exposición y el deslumbramiento que produce iniciar su recorrido. La iluminación es extraordinaria, los lienzos parecen dotados de luz propia y no recibirla del exterior. El contraste entre la penumbra y el color de las telas es de una belleza apabullante. Son 78 obras a lo largo de siete salas. Se inicia con las primeras series de Monet (desde ‘Almiares al final del verano’ y ‘Efecto de viento, serie de los álamos’, a Las catedrales de Rouen, a la Torre de Londres desde la otra orilla del Támesis -‘Boquete de sol en la niebla’-, y a ‘Estanque de nenúfares’, y termina con los trabajos decorativos de Vuillard para los Jardines Públicos. Entre ambos hitos se presentan los trabajos de Renoir, la locura de Van Gogh en Arlès, el desarrollo del neoimpresionismo, —con obras de Seurat, Signac o Pisarro—, el constructivismo de Cézanne, el pintoresquismo canalla de Toulouse-Lautrec, la huída de Gauguin y sus amigos a Bretaña, y finalmente la creación del grupo de los Nabis, con Serusier, Maurice Denis, Bonnard y Vallotton.
Incluye un nutrido número de cuadros que han pasado a la historia, como ‘Las bañistas’ de Renoir, el ‘Autorretrato’ de Van Gogh de 1887, ‘Manzanas y naranjas’ de Cezanne y ‘El Talismán’ de Serusier, considerado el emblema del grupo de los Nabis, una de las obras icónicas de la historia del arte, ya que por primera vez plantea abiertamente lo que será la pintura para el siglo XX: “Una superficie plana con formas y colores”, abriendo la puerta a la abstracción y la concepción objetual del cuadro.
El impresionismo captaba del natural la emoción del paisaje, trabajaba sobre el terreno. El postimpresionismo responderá reconstruyendo de memoria el mundo exterior dentro del estudio. Plantearse si lo superó o no puede ser una respuesta personal al alcance de cada visitante. Aunque el objetivo de los comisarios ha sido dar al postimpresionismo un valor comparable al ya canónico de que goza el impresionismo, es decir, ampliar su halo reverencial y su atractivo para las multitudes, no parece conseguirse. Tras el deslumbrante comienzo y a partir de la mitad las salas van perdiendo fuelle. Por mucho que se pretenda, los Nabis no aparecen más que como un discreto epílogo.
En 1886 se ha celebrado la octava y última exposición del grupo impresionista y ya la concepción tradicional de la pintura ha saltado por los aires. Los críticos y el público empezaban a asimilar las novedades estilísticas, y los impresionistas comenzaban a tener cierto renombre. Las desavenencias estratégicas, estilísticas y políticas entre los impresionistas se multiplican y, de hecho, en esta última exposición sus actores principales, salvo Degas, Pisarro y Morisot, no están presentes. Pero en cambio sí participan Gauguin, Seurat, Signac y Redon, que inician el camino hacia un arte nuevo. Así, en los cuatro años siguientes asistiremos al desarrollo de diferentes actitudes pictóricas que abrirán los lenguajes de las vanguardias.
Tal como proponen los organizadores, este sería un resumen del recorrido por las salas de esta muestra:
1. La crisis del impresionismo.- A partir de 1886, Claude Monet empieza a reflexionar en torno a la idea de representar el mismo motivo, fluctuando en función de las estaciones, del tiempo o de la luz de los diferentes momentos del día. Las formas y los motivos se disuelven cada vez más, en una pintura que se repliega sobre sí misma. A partir de 1890, surgen las primeras series: Los almiares (1890), Los álamos (1891) y las Catedrales de Rouen (1892-1893), todas ellas representadas en la exposición. En la serie sobre la Catedral de Rouen, de la que se muestran dos lienzos emparejados en lugar dominante, Monet encuentra uno de los más bellos motivos de toda su carrera de pintor: cuenta la leyenda que llegaba a pintar hasta 14 lienzos a la vez, corriendo de uno a otro según la luz y el tiempo, recorriendo todas las sutilezas tonales que cambiaban a cada minuto en la atmósfera de Normandía. Pasaremos al famoso Estanque de nenúfares, armonía verde (1899) y a Boquete de sol en la niebla (1904), una obra ante la que extasiarse un buen rato. Al contrario que Monet, Renoir, otra de las grandes figuras dominantes del grupo impresionista, vuelve a participar en el Salón académico a partir de 1880, donde obtiene un gran éxito gracias a sus retratos, de los que se presenta un importante conjunto. El último Renoir está representado por ‘Las bañistas’, definidas como “un Tiziano pintado por Rubens”.
2. El neoimpresionismo.- Se inventa el término para definir una nueva forma de pintar en el que los colores puros se yuxtaponen a través de pequeños puntos, que favorecen la mezcla óptica de los colores en el ojo y no en la paleta. El neoimpresionismo marca una dialéctica de ruptura y continuidad respecto del impresionismo, con una fuerte conciencia de “progreso”. Seurat perfeccionará su método de la mezcla óptica. Su prematura muerte en 1891 podría haber supuesto el final del puntillismo, pero Signac se convierte en un líder muy eficaz y en un gran teórico de este movimiento, muy cercano, en sus primeros tiempos al anarquismo y a la prédica de un mundo mejor intuido en ‘La entrada del puerto de Marsella (1911). Henri Cross se convertirá en el mejor heredero de estos sueños arcádicos, a través de obras como El aire de la tarde (c. 1893) o La cabellera (c. 1892).
3. Cézanne y su influencia.- La exposición dedica un lugar especial a la importancia de Cézanne como nexo de unión entre el impresionismo y el postimpresionismo. Cézanne había sentido siempre la necesidad de romper con las reglas y de sobrepasar los límites que imponía la técnica impresionista. En 1886, su padre fallece, por lo que recibirá una buena herencia, que le permitirá vivir lejos de las presiones comerciales y dedicarse a hacer el arte que le interesa. En la exposición se presentan ‘La señora Cézanne’, dos importantes bodegones —Bodegón con cebollas y Manzanas y naranjas— así como varios paisajes provenzales en torno al Château Noir. En ellos, Cézanne abre camino al cubismo, convirtiéndose en el padre de las primeras vanguardias.
4. Toulouse-Lautrec y Montmartre.- Su trayectoria desde el castillo familiar a los garitos vecinos al Sacre Coeur es el tópico del artista rebelde. Dos fracturas de fémur durante su infancia le habían impedido crecer más allá de los 150 centímetros pero, a pesar de ello y de su consciente fealdad física, Toulouse-Lautrec fue capaz de erguirse hasta ser uno de los artistas más célebres de su generación. En 1886, conoce en el taller de Cormon a Van Gogh, Bernard y Anquetin, y los cuatro amigos empiezan a exponer bajo el nombre de “impresionistas del petit boulevard”. Toulouse-Lautrec experimentará con perspectivas muy forzadas, tomadas de los grabados japoneses, con un dibujo nítido y con temas de los bajos fondos, pero su pintura y sus dibujos retratan las flores del mal de Montmartre con una mirada tierna y solidaria, sin cinismo y sin arrogancia.
5. Van Gogh.- En 1886, Van Gogh llega a París y se pone a pintar con un uso muy expresivo e intenso del color, como muestra El merendero de Montmartre y, más adelante, El restaurante de la Sirène en Asnières. En febrero de 1888, Vincent Van Gogh viaja a Arles siguiendo su sueño de crear una comunidad de artistas en el Sur. Trabaja en el poder de sugestión de los colores, y en el significado simbólico que estos proporcionaban. Él mismo decía a su hermano que “en lugar de reproducir exactamente lo que tengo ante mis ojos, empleo el color de una manera más arbitraria, a fin de expresarme con vigor”. Van Gogh consiguió convencer a Gauguin para que trabajara con él en Arles, viviendo con él en la famosa casa amarilla. Estuvieron juntos nueve intensas semanas. En contacto con Gauguin, Van Gogh acentuó su familiaridad con el sincretismo radical, con planos lisos, destacados mediante cerquillos marcados y oscuros, en una explícita referencia a Gauguin, tal como muestra El salón de baile en Arlés (1888). Después del famoso incidente, en el que Van Gogh se cortó una oreja y se la dio a una prostituta, Gauguin regresó a París, y Van Gogh se internó voluntariamente en Saint Remy. Sus autorretratos no permiten dudar de su sufrimiento, ni de que sigue creyendo en el poder terapéutico de la pintura.
6. Gauguin y Pont-Aven.- Gauguin se instala en la localidad de Pont Aven en 1886. “Me gusta Bretaña — escribiría dos años después- encuentro allí lo salvaje, lo primitivo”. Desde 1860, este lugar acogía una colonia cosmopolita de artistas, que conseguían vivir con casi nada. El carácter austero, el fervor místico y la naturaleza violenta de la región constituyeron una revelación para Gauguin y sus amigos. En ese ambiente, Gauguin conoce a Emile Bernard, junto con quien elabora una nueva manera de pintar, sintética y esencial, que eliminaba los detalles para contonear las formas por un trazo negro que recuerda al plomo de las vidrieras. Al rechazar el pintoresquismo del lugar, rechazaban, a la vez, la expresión natural del paisaje: “No copie a la naturaleza, decía Gauguin, el arte es una abstracción. Extráigala de la naturaleza soñando ante ella”. La exposición presenta importantes pinturas de Gauguin de este periodo, como Marina con vaca (1888), Los almiares amarillos (1889) o la famosa Campesinas bretonas (1894).
7. Nabis.- En octubre de 1888, Paul Sérusier enseñó a sus colegas una pequeña tabla que acababa de pintar en Pont Aven bajo el dictado de Paul Gauguin: es ‘El talismán’, y no podía faltar en esta exposición. Alrededor de la emoción que suscitó este grupo de artistas se autodenominó “Nabis”, una palabra misteriosa que, tanto en hebreo como en árabe significa “profeta”, “elegido”. Así, decidieron concebir la pintura “como un grupo de acordes, alejados definitivamente de la idea naturalista”. A este estilo, se sumaba su interés por la materialidad de la pintura, para la que los ejemplos de Van Gogh y Cézanne resultaron esenciales. Fuerom artistas de personalidades muy diferentes: mientras Bonnard y Vuillard exploraban notas intimistas y sensibles, Roussel se concentraba en temas bucólicos y Dénis, Sérusier y Ranson se sintieron atraídos por una mística de corte católico. En todos los casos, cualquier asunto banal trascendía hacia la representación de una vida silenciosa llena de enigmas. Sus personajes aparecen aislados, incomunicados, haciendo gala de una vida interior que se desarrollaba en los lugares más inescrutables del alma humana. Al mismo tiempo, y dentro de una corriente general en la que se inscribe el Art Nouveau, fueron haciendo un arte en el que, independientemente de los personajes y las historias, lo decorativo (en el ritmo de la pincelada, ven la repetición armónica de los motivos) fue adquiriendo una importancia cada vez mayor que los llevó a trabajar directamente en grandes decoraciones: los cinco grandes paneles de los Jardines públicos de Vuillard son la obra emblemática de la tendencia.
Junto a ‘Impresionistas y postimpresionistas’ se inaugura también en las dos plantas restantes de la sede ‘Luces de Bohemia. Artistas, gitanos y la definición del mundo moderno’, un curioso complemento dedicado a la creación del mito del artista moderno, el bohemio y su mundo, que comentaremos aparte.
Aproximación a la exposición (del 1 al 10)
Interés: 7
Despliegue: 9
Comisariado: 8
Catálogo: 7
Acceso multimedia: 7
Documentación para los medios: 8
FUNDACIÓN MAPFRE
‘Impresionistas y postimpresionistas. El nacimiento del arte moderno. Obras maestras del Musée d’Orsay’
Del 2 de febrero al 5 de mayo de 2013
Comisarios generales, Guy Cogeval y Pablo Jiménez Burillo
Comisaria científica, Caroline Mathieu
Página web monográfica
Actividades complementarias: Visitas-taller para colegios: dirigidas a estudiantes de Educación Infantil, Primaria, Secundaria, Bachillerato y otras enseñanzas. Visitas-taller para familias: para niños de 4 a 6 años, de 6 a 12 años y de 12 a 16 años.