Andrés Lima, bregado director teatral con varios aciertos en las últimas temporadas, apadrina un experimento bautizado Taller de Investigación Teatral Contemporáneo (TIT) que parece consistir en aunar escuela dramática, oferta de ocio creativo a 200€ el cursillo, y producción teatral. Su primer trabajo se estrenó este martes con el título de ‘Capitalismo. Hazles reir’ y vocación de espectáculo para grandes audiencias. Atendiendo a las explicaciones previas, prometía ser al menos interesante. Pero nos pareció inmaduro, como si le faltaran aún muchos talleres. Incomprensible la historia principal, atrabiliarios los complementos, de factura muy convencional, un girigay en el escenario y un aburrimiento en las gradas.
Se presentaba así: ‘Somos un grupo de artistas multidisciplinares haciéndose preguntas sobre el mundo en que vivimos. Un espectáculo de riesgo, de compromiso estético, de belleza perturbadora (nada tan bello y perturbador como la bomba atómica). Teatro. Actores bailando, bailarines volando, todos intentando pintar un fresco, bailar una emoción, música… espectáculo. Y locura’. En realidad se trata de un batiburrillo sin orden ni concierto, con textos romos de copio y pego, con mucho barullo en el escenario y nada de innovador, con creatividad nula aunque hayan participado un montón de gente sin arte ni concierto.
Dice el director Andrés Lima: ‘Desde hace un año y pico, un grupo de profesionales del espectáculo junto con un grupo de oyentes interesados en el proceso de creación, venimos desarrollando un taller sobre nuestra sociedad capitalista, su origen y sus consecuencias, su seducción y su destrucción. En definitiva un experimento sobre cómo vivimos, tanto privada como públicamente. Poco a poco, de esta exploración (en la que han participado politólogos, periodistas, gente de circo, teatro y danza, sociólogos o economistas) ha ido surgiendo una sencilla historia, particular y sin embargo universal’. La sencilla historia queda sepultada en un sinfín de incidencias colaterales y no se entiende si no te la explican.
Dice el autor Juan Cavestany: ‘El proyecto existente se desarrolla de momento en tres niveles: el nivel dramático central, que es el recorrido de un protagonista a través de su enfermedad, imaginaria o no. El nivel visual/expresionista, donde cohabita el circo con los bodegones humanos, viendo la historia desde el punto de vista del espectáculo y sus espectadores. Y el nivel que hemos dado en llamar Deep Impact, en el cual el mayor shock infligido sobre el planeta Tierra está a punto de dar al traste con todo, como ocurre en las mejores películas de Hollywood y en los titulares de la prensa diaria’. Pero si se parte de ideas preconcebidas, de prejuicios malsanos, de informaciones tendenciosas y de inquinas preestablecidas, poco puede avanzarse en diseccionar ese inmenso enemigo al que llaman capitalismo y del que comemos todos. El arte no es eso; el teatro no es un mitin; el mundo no es un panfleto; y la vida no puede encasillarse en un proyecto político. Es como el fin de fiesta del acto de fin de campaña de un partido institucional disfrazado de anti sistema.
Sus impulsores dicen contar con el apoyo incondicional del Teatro Español, el Teatro Circo Price y Matadero Madrid. Muchos apoyos de instituciones públicas, que se resumen en el apoyo del área cultural del ayuntamiento de Madrid, que suscribe un alegato bastante prejuicioso en el que una presidenta que juega con el nombre de Esperanza recoge del suelo servilmente los vómitos de un malvado inversor extranjero que quiere montar un gran casino. No hay demasiada sutileza en la intecionalidad política sesgada.
Afirman que en el proceso de investigación han participado economistas, abogados y profesores, y destacan nombres conocidos por su profunda falta de objetividad en juzgar el momento presente. Y presumen con contar con el apoyo de un apabullante número de profesionales de la escena actual cuya enumeración intimidaría al más pintado, menos a quien aume la ingratatarea de desbrozar el grano de la paja.
Que Juan Cavestany figure como autor y Andrés Lima como director de tamaño despropósito sólo puede entenderse como desvarío originado en el profundo daño que está causando al imaginario colectivo la cantidad enorme de inmudicia, de falsedades, de intoxicación y demagogia que innunda los medios de comunicación, especialmente las llamadas redes sociales, y que ha contaminado gravemente a una opinión pública en coma terminal que parece irreversible. Que actrices como Aitana Sánchez-Gijón o Irene Escolar se presten a este aquelarre, resulta descorazonador. Que tantos medios humanos, técnicos y materiales se hayan movilizado en una propuesta tan espantosa sólo puede causarnos tristeza y conmiseración.
De Andres Lima nos gustaron su ‘Falstaff’ (ver reseña) y su ‘Penumbra’ (ver reseña), ambos montajes de 2011, y también su ‘Tito Andrónico’ de 2009(ver reseña), y por supuesto el ‘Urtaín’ que inauguró la serie en 2008 (ver reseña). Menos, bastante menos, sus montajes de ‘El Montaplatos'(ver reseña) y de la zarzuela ‘Viento (es la dicha de Amor)’ (ver reseña) en el pasado año. Así son las cosas y esperamos que vuelva a remontar el vuelo.
‘Capitalismo’es la más clara expresión del desierto intelectual, de la frustración colectiva, de la incapacidad física y mental de buena parte de una generación mal educada a pedir y no dar, que sólo sabe hacer ruido para disimular su impotencia, su ineficacia y su egoísmo. Presentada como un ambicioso proyecto de elaboración colectiva nos parece uno de los mayores fiascos de las últimas temporadas. Construida con un sofisticado mecanismo de acumular apoyos, quiere crear una ola de adhesiones a la que nadie se atreva a enfrentarse, que arrastre al apocado espectador a simular connivencia por miedo al más grande de los miedos actuales, llevar la contraria a la dictadura de lo políticamente correcto impuesta por una minoría privilegiada que vive de subvenciones simulando rebeldías ridículas.
Si la propuesta no fuera tan agresiva, tan prepotente y tan desproporcionada, podría juzgarse con más benevolencia. Pero resultan serios agravantes el uso festivo de imágenes dramáticas del atentado del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas y del tsunami catastrófico japonés de reciente memoria, así como el sexismo deplorable del personaje femenino Bombón, el absurdo de la pobre trapecista perdida en las alturas, y los aires de domador de fieras del director/presentador del evento.
El elenco apenas consigue mostrar retazos de su experiencia actoral en medio de la barahunda. El equipo artístico -de notables aportaciones en el pasado- parece impotente a la hora de imprimir algún valor añadido en escenografía, iluminación, coreografía y vestuario. Después de una hora larga de lío, se anuncia un intermedio que en realidad no lo es. Fue la ocasión de que algunos aguafiestas desafiaran el deprimente ambiente de comunión fervorosa y abandonaran la ceremonia. Nosotros estuvimos entre ellos.
VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 4
Texto: 4
Dirección: 4
Interpretación: 5
Escenografía: 4
Iluminación: 4
Vestuario: 4
Realización: 6
Producción: 7
Programa de mano: 4
Documentación a los medios: 5
Teatro Circo Price de Madrid
DIRECCIÓN Andrés Lima
AUTOR Juan Cavestany
COREÓGRAFO Antonio Ruz
PRODUCCIÓN Joseba Gil y María Valls
ESPACIO ESCÉNICO Y VESTUARIO Beatriz San Juan y Almudena Bautista
ILUMINACIÓN Valentín Álvarez
AYUDANTES DE DIRECCIÓN Laura Tajada y Laura Galán
ELENCO Aitana Sánchez-Gijón, Silvia Marsó, Nathalie Poza, Irene Escolar, Andrés Lima, Edu Soto, Luis Bermejo, Rulo Pardo, Oscar del Pozo, Nacho Vera, Eva Boucheritte, María Mira, Alba Sarraute, Marilen Ribot, Marta Megías y Martí Soler
RED Abraham Pavón
IMÁGENES Valentín Álvarez.