El Teatro Real pone fin a una temporada muy irregular con una inédita miscelánea producto del azar y quizás también del destino. El programa doble con dos óperas cortas -‘Goyescas’ de Granados y ‘Gianni Schicchi’ de Puccini- se amplió con un pequeño recital de Plácido Domingo en el medio, que borró de la memoria de los espectadores la primera y convirtió en una deriva sobrante a la segunda. Sólo los apuros y la improvisación justificaron una velada errática. Sólo la descomunal talla del cantante compensó con creces el despropósito.
Como muchos de ustedes ya saben, Domingo iba a interpretar a Gianni Schicchi como hará dentro de una semanas con la misma producción en Los Angeles Opera de California, la cual dirige desde hace años. El fallecimiento de su hermana hace cinco semanas le llevó a anular varios compromisos de su apretada agenda, y cuando llegó a Madrid hace unos días pensando haber superado el trance se dio cuenta de que no podría cantar este papel. Su sustitución de urgencia despertó una tormenta de críticas entre abonados y aficionados que habían ya agotado las entradas pagando elevados precios. Finalmente, las estrechas relaciones entre el coso y el cantante acordaron una solución de compromiso: se mantenía el programa y se incluía en el medio un mini recital del insustituible tenor hoy barítono con un repertorio que no colisionara con su luto.
Eso es lo que vimos ayer en una confusa gala de estreno salvada por Plácido Domingo con su extraordinaria voz y su inigualable presencia sobre el escenario durante tres cuartos de hora inolvidables que el público agradeció con el desusado gesto, en tan exigente escenario, de tras muchos, muchos aplausos, ponerse en pie unánimemente como signo máximo de homenaje en un espectáculo, y hacer salir tres veces más al cantante al escenario, emocionado, tambaleante, lloroso y arrodillado besando unas tablas que se le rindieron absolutamente entregadas.
Apoteosis pues de don Plácido Domingo, a sus años, con una carrera prodigiosa que no acaba nunca, con ese carisma personal, hecho de gentileza y ternura, que no decae, que cada vez es más destacable en un mundo que apenas guarda las formas. Cantó fragmentos de «Andrea Chenier» y de «Macbeth» («Nemico della patria» de la primera y «Pietà, rispetto, amore» de la segunda), alternados con sendas estupendas actuaciones relajantes y humorísticas de Bruno Praticò con un pasaje de «La Cenerentola», y Luis Cansino con otro de «Falstaff», antes de transformarse en Giorgio Germont, el padre de Alfredo, y conseguir de una Violeta muy bien cantada por Maite Alberola, la hazaña imposible de la ruptura cruel de una felicidad radiante que es ese dramón insuperable de La Traviata. No podía faltar para terminar un fragmento de zarzuela, -eligió ‘Luche la fe por el triunfo’ de ‘Luisa Fernanda’, dedicado conteniendo sollozos a sus padres y hermana.
Nadie podía acordarse ya de que antes habíamos escuchado en versión concierto ‘Goyescas’ de Enrique Granados, una pieza especialmente necesitada de buenas producciones, de escenografías muy gráficas, de brillantes movimientos en escena, y que por el contrario fue presentada de tal deplorable forma que resultó prácticamente intolerable. No puede justificarse con problemas de presupuesto que no se recurriera a una escenificación mínima de complemento -que a veces da más resultado que muchas rocambolescas puestas en escena- ni que la iluminación permaneciera inmutable salvo una ligera mitigación sin relación con la escena, ni que el escenario presentara el más feo aspecto en toda la última década, ni la sensación de improvisación reinante que llegó a alturas nunca vista en el Teatro Real cuando hubo que disuadir en última instancia al público que salía en el intermedio sin que se hubiera avisado de que no había intermedio hasta después de la actuación del gran protagonista de la noche.
Todo en esta primera parte de la velada contribuyó al fiasco y ni la orquesta ni el coro ni los cantantes consiguieron sobreponerse a una situación aciaga. ‘Goyescas’ es una ópera difícil, con una partitura muy vanguardista para la época, y una vocalidad misteriosa y exótica que necesita mucho trabajo previo. No sabemos qué hubiera hecho Domingo en la dirección musical, tal y como estaba previsto hasta que fue sustituido por Guillermo García Calvo, que tuvo un debut amargo en el Real aunque demostró prestancia en los intermedios orquestales. La trama no se entendió, los cantantes no consiguieron transmitir emoción, hubo varios aplausos a lo largo de la obra, pero la tibieza final fue demostrativa de que estas goyescas no gustaron.
Y tras la emoción desbordada de la presencia de Plácido Domingo en el escenario, tras un intermedio interminable, tras dos horas largas de presencia, el público debió enfrentarse aún a otra ópera, no por corta, menos demandadora de una atención que ya no podía prestarse. Ni los valores, ciertos, del montaje de Woody Allen pudieron apreciarse. Era un epílogo fatigoso y estaba predestinado a quedar eclipsado. El astuto director de escena debió olérselo y se quedó en Oviedo cenando marisco.
En fin, una emotiva presencia de Plácido Domingo embutida en un programa desafortunado. Un agridulce final de una temporada que nos deja preocupados. El Teatro Real debiera comprometerse a ofrecer de nuevo lo antes posible un ‘Goyescas’ como su prestigio demanda y el autor merece, y este ‘Gianni Schicchi’ sin más compañía, para poder apreciar la batuta de Giuliano Carella, el set cinematográfico con que Woody Allen se estrena en el mundo de la ópera, y un reparto encabezado por Nicola Alaimo que merece otra oportunidad.
Teatro Real
30 de junio, y 3, 6 9, 12 de julio de 2015
GOYESCAS
Música de Enrique Granados (1867-1916)
Ópera en tres cuadros
Libreto de Fernando Periquet
Ópera en versión de concierto
Estrenada en la Metropolitan Opera House de Nueva York el 28 de enero de 1916
GIANNI SCHICCHI
Música de Giacomo Puccini (1858-1924)
Ópera en un acto
Libreto de Giovacchino Forzano, basado en un episodio de la Divina Comedia de Dante Alighieri.
Producción de Los Angeles Opera
Vestuario realizado por Los Angeles Opera
Escenografía realizada por Spoleto 52 Festival dei Due Mondi
Estrenada en la Metropolitan Opera House de Nueva York el 14 de diciembre de 1918
Equipo artístico de Goyescas
Director musical Guillermo García Calvo
Director del coro Andrés Máspero
Reparto de Goyescas
Rosario (soprano) María Bayo
Fernando (tenor) Andeka Gorrotxategi
Pepa (mezzosoprano) Ana Ibarra
Paquiro (barítono) César San Martín
El cantante (tenor) Albert Casals
Equipo artístico de Gianni Schicchi
Director musical Giuliano Carella
Director de escena Woody Allen
Directora de la reposición Kathleen Smith Belcher
Escenografía y figurines Santo Loquasto
Iluminación Mark Jonathan
Reparto de Gianni Schicchi
Gianni Schicchi (barítono) – Nicola Alaimo (30, 3, 6) – Lucio Gallo (9, 12)
Lauretta (soprano) – Maite Alberola
Zita (mezzosoprano) – Elena Zilio
Rinuccio (tenor) – Albert Casals
Gherardo (tenor) – Vicente Ombuena
Betto di Signa (bajo-barítono) – Bruno Praticò
Nella (soprano) – Eliana Bayón
Marco (barítono) – Luis Cansino
La Ciesca (mezzosoprano) – María José Suárez
Maestro Spinelloccio (bajo) – Francisco Santiago
Ser Amantio di Nicolao (barítono) – Tomeu Bibiloni
Pinellino (bajo) – Francisco Crespo
Simone (bajo-barítono) – Valeriano Lanchas
Guccio (bajo-barítono) – Federico de Michelis
Gherardino (voz blanca) – Darío Barón
Buoso (figuración) – Gabi Nicolás
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
Duración aproximada
Goyescas: 55 minutos
Concierto de Plácido Domingo (programa a anunciar): 40 minutos
Pausa de 25 minutos
Gianni Schicchi: 55 minutos.