Los hermanos Karamázov y Juan Echanove

La novela de Dostoyevski se hace teatro en una gran producción del Centro Dramático Nacional

Los hermanos Karamázov y Juan Echanove
Los hermanos Karamázov - Teatro Valle Inclán

Fiódor Dostoyevski terminó Los hermanos Karamázov unos meses antes de morir con la idea de que fuera seguida de una segunda parte. Se ha intentado varias veces trasladar sus más de 1200 páginas a un escenario, tarea ímproba que esta vez ha emprendido José Luis Collado para Gerardo Vera a partir de la idea de que Juan Echanove la protagonizara. Los tres han trabajado duro y bien y el resultado es brillante. Un denso espectáculo de tres horas, un gran montaje, un buen trabajo de equipo y una notable interpretación. Y a pesar de ello, aún lejos de responder afirmativamente a las dos crueles preguntas que despierta toda adaptación: ¿merecía la pena? ¿aporta valor añadido a la obra literaria?

La novela del siglo XIX, ya se hable de Proust o de Tolstoy, de Zola o Galdós, es tan admirada como difícil de abordar para un lector medio. A menudo resulta dura de digerir, y sus personajes, dilemas y marcos conceptuales necesitan un esfuerzo en apariencia poco gratificante. Estense Los hermanos Karamázov en su trono literario, gozando de la reverencia general, pero no intentemos penetrar en sus intrincadas psicologías y mucho menos encontrarle algún sentido en nuestros días.

Desentrañarla por medio del género teatral es un desafío, como lo sería hacerlo con En busca del tiempo perdido o Rojo y negro, pero la historia de este Fiódor Karamázov, sus tres hijos legítimos y un cuarto nacido de la violación de una mendiga y convertido en criado, y el cruce de dos mujeres fatales en sus caminos, constituye no sólo una experiencia desasosegante. Es un laberinto de pasiones caprichosas y un mosaico de personajes erráticos bien difícil de someter a la horma dramática, casi imposible de domeñar en comportamientos coherentes. Podemos hablar del espiritual Aliosha, del apasionado Dimitri, del hierático Iván y no diremos nada de su permanente malestar, de una inquietud impalpable que les hace comportarse y hablar de tan extraña manera. Sí, todos grandes caracteres; sí, personificaciones de grandes debates existenciales; sí, entramado de odios y amores. Pero todo un punto ininteligible, un grado absurdo.

José Luis Collado consigue construir a partir de la novela una dramatización viable, eliminando personajes y sucesos secundarios, pero la trama y los personajes aumentan su consustancial sinsentido, su vagar absurdo, su intrínseca demencia de amar a quien odian, de odiar a quien les quiere, de perseguir el propio sufrimiento, de actuar al revés de lo sensato, algo que en los dos personajes femeninos raya en lo histriónico. Así termina el drama sin haber entendido los comportamientos de los personajes salvo la simplicidad pueril del bueno de Alekséi/Aliosha. Así, se aprecia el esfuerzo, se valoran los aciertos, pero se frustran un tanto las expectativas.

La escenografía busca sugerir una grandeza decadente. Las grandes dimensiones del escenario son ocupadas por enormes muros correderos que combinados con seis grandes huecos al fondo simulan diferentes puertas y ventanales de diferentes estancias, ayudada de dos grandes cortinas de lamas plásticas que aparecen y desaparecen según la trama, que sirven de pantalla y al mismo tiempo son translúcidas. Todo es oscuro y tétrico para que resalte el vestuario y el escaso mobiliario puramente simbólico. La iluminación juega un papel protagonista. Hay escenas de enorme fuerza visual, como el encuentro de Dimitri con una patinadora que resulta ser Grúshenka, y otras francamente desacertadas, especialmente todo el proceso del supuesto asesino que no es tal.

No es el único papel difícil en la larga carrera de Juan Echanove, pero este Fiodor Karamázov le rescatará para siempre de su tónica superficial y facilona. El notable nivel de todo el reparto se encuadra en un abanico de preferencias que en nuestro caso encabeza el Smerdiakov de Óscar de la Fuente y finaliza la Grúshenka de Marta Poveda.

Una novela grandilocuente que sólo se puede leer dejándose arrastrar por cierta ebriedad literaria. Una versión dramática repleta de mérito pero que no consigue hacer más creíbles a personajes tan atrabiliarios. Una puesta en escena espectacular y una interpretación esforzada para un monumento de palabras vanas. Los comentarios previos en los medios fueron ditirámbicos y esa tónica seguirán probablemente los posteriores al estreno. Fue el viernes pasado y se confirmó el éxito anunciado.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 7
Versión, 8
Dirección, 8
Interpretación, 8
Escenografía, 8
Producción, 9
Programa de mano, 8
Documentación a los medios, 8

CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL
Teatro Valle-Inclán
LOS HERMANOS KARAMÁZOV
De Fiódor Dostoievski
Dirección Gerardo Vera
Versión José Luis Collado
Del 20 de noviembre de 2015 al 10 de enero de 2016

Reparto (por orden alfabético)
Fiódor Karamázov Juan Echanove
Smerdiakov Óscar de la Fuente
Dimitri Karamázov Fernando Gil
Ivan Karamázov Markos Marín
Padre Zosima / Juez Antonio Medina
Fenia / Jojlakova / Criada Antonia Paso
Grúshenka Marta Poveda
Katerina Lucía Quintana
Musialowicz / Fiscal /Monje Chema Ruiz
Alekséi Karamázov Ferran Vilajosana
Monje / Wróblewski / Fetiukóvich / Jefe de policía Eugenio Villota
Grigori / Trifon Abel Vitón

Equipo artístico
Escenografía Gerardo Vera
Iluminación Juan Gómez-Cornejo
Vestuario Alejandro Andújar
Música y Espacio sonoro Luis Miguel Cobo
Videoescena Álvaro Luna
Movimiento Eduardo Torroja
Caracterización Pato
Ayudante de dirección José Luis Arellano
Producción: Centro Dramático Nacional.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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