Sócrates teatral ciudadano

Regular versión de Mario Gas de su proceso, sentencia y ejecución hace casi 2.500 años

Sócrates teatral ciudadano
Sócrates - Naves del Español

Si hace unos días criticábamos ‘Vida de Galileo’ de Bertolt Brecht, como ejemplo discutible de ese teatro histórico que acomoda los hechos a las tesis, el destino nos depara hoy este ‘Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano’ que carga la fórmula lamentablemente. Texto y trama son flojos, puesta en escena e interpretación, deficientes. El experimentado Mario Gas carga con todas las responsabilidades de un proyecto que parece nacido para hacer taquilla y poco más.

Atreverse a construir una recreación dramática sobre los pocos indicios existentes del pensamiento y la vida del mítico ciudadano ateniense al que se atribuye poner las bases de la moralidad laica y de la ética individual hace dos milenios y medio, del que no nos ha llegado nada escrito, y del que las referencias a su existencia son contradictorias, es audaz. En 1972 lo hizo Enrique Llovet para exigir apertura al franquismo: poco más aportaba. En 2007 lo intentaron en Canadá y ‘Socrates on Trial’ escrita por Andrew D. Irvine y estrenada en Vancouver, incluía la participación del público en el proceso ejerciendo de jurado: un horror del que nos hemos librado. El pasado septiembre se programó en Atenas y no sabemos lo que opinaron los griegos.

En todos los casos los Diálogos de Platón son el material de referencia más importante. Jenofonte habla también de Sócrates, pero en medio de imprecisiones que hacen dudar y mucho de lo que de él cuenta. La comedia de Aristófanes ‘Las nubes’, que le ridiculiza como un sofista cualquiera, puede ser más veraz que las referencias platónicas. Y las menciones de Aristóteles a lo largo de todas sus obras son de un boca oído largo y proceloso, pues no lo conoció directamente aunque tradicionalmente se considera que su recuento es el más objetivo. Al final lo más llamativo y lo más fabulado es su proceso, sentencia y ejecución, a través del escrito de Platón ‘Apología de Sócrates’, una invención completa. Todo son fuentes indirectas, tanto sobre su pensamiento como sobre su vida. Es sensato pensar que el Sócrates que la historia ha construido es casi un personaje de ficción, un arquetipo, un símbolo. Sabemos mucho más de su contemporáneo el Buda Gautama, y con este, Cristo y otros prohombres el esoterismo decimonónico construyó un panteón espiritual rival del cristiano.

A Mario Gas no le basta ser actor y director de cine, teatro y ópera además de gestor cultural y ahora quiere ser también autor dramático. Todos queremos más y más y mucho más, pero no siempre es posible. El texto se adapta a los materiales de que se dispone, un debate arqueológico, de palabras gastadas, razonamientos elementales y argumentos manidos de amigos y enemigos adobando un monólogo interminable del héroe en el que refuta acusaciones absurdas con tretas de ese razonamiento deductivo de la prehistoria filosófica, dos proposiciones y una conclusión: si todos los hombres son mortales y todos los griegos son hombres, entonces, todos los griegos son mortales. Pero también: los hombres son esencialmente libres, y las mujeres no son hombres; por lo tanto, las mujeres no son libres. En fin, silogismos categóricos falaces, excesos de la razón y la lógica que hay que superar y no poner como ejemplo.

Algunos largos paréntesis en el relato del proceso, quieren aliviar el tedio de una escena inmóvil donde nada sucede; pero resultan desafortunados, ya sea el del acusador Meleto atacándose a sí mismo de manera inconcebible o el de la esposa Xantipa rendida a la sabiduría de su hombre. El Sócrates oficial es una caricatura necesitada de contraste, y la versión teatral emplea noventa minutos en recrearse en ella.

Mario Gas dirigió (y protagonizó) en 214 en el Teatro Marquina ‘El largo viaje del día hacia la noche’, de Eugene O´Neill (ver nuestra reseña), y en 2015 en La Abadía ‘Invernadero’, de Harold Pinter (ver nuestra reseña). Y en ambas venía mostrando una creciente tendencia a lo convencional.

La puesta en escena es plana, vulgar. La escenografía de Paco Azorín consta de dos escuetas gradas de madera por las que deambulan sin ton ni son los seis personaje que acompañan al protagonista. La iluminación es dura y prosaica. El vestuario, deplorable, a base de lo que asemejan pijamas y batines blancos. El espacio sonoro prentende apabullar a todo volumen con anotaciones estridentes y exóticas. Es una producción cicatera y económica a más no poder.

Al mismo nivel elemental se encuentran los actores. Resultan salvables Carles Canut, Pep Molina y en cierta medida Alberto Iglesias; no convencen Ramón Pujol y Guillem Motos; y aparece flotando extraviada Amparo Pamplona, especialmente en su largo monólogo de esposa tontuela del gran genio.

Todo resulta rutinario y deslabazado a pesar del gran recorrido de la obra antes de llegar a Madrid. Fue patente que las musas teatrales habían decidido ausentarse. Las acotaciones distanciadoras del inicio y el fin de la pieza -pidiendo no toser, anunciando el fundido final- resultan desagradables. El tono declamativo general aburre a las ovejas. El movimiento actoral es torpe y sobre todas las cosas este Sócrates resulta un viejo retórico, sabiondo e insoportable.

Al igual que Llovet apostó por Marasillach hace medio siglo, Gas lo fía todo a un nombre con gancho para hacerse cargo de tan excelso protagonista. Pero José María Pou aparece desganado, desfondado, un compendio repetitivo y excesivo de su gesticulación habitual, esa con los que viene interpretando todos los personaje que le tocan, ya fuera ‘Tierra de nadie’, de Pinter, en 2014 (ver nuestra reseña), o ‘Cielo abierto’, de David Hare, en 2013 (ver nuestra reseña). Pou hace cierto con este Sócrates suyo eso de cría fama y échate a dormir. Este actor tiene indudable carisma e impone en escena con su posderosa voz y indudables dotes actorales. Pero si hasta Sócrates se reconocía un tanto arrogante, ninguno deberíamos dejar de autocriticarnos en lo que nos creemos infalibles.

Por tanto el enigma del proceso de Sócrates, la revisión del personaje hueco que ha hecho de él la perezosa historieta occidental, merecía un tratamiento menos convencional, o mejor dicho, era la única forma de abordarlo, con contrastes, con interrogantes. Ni el texto, ni la trama, ni el montaje ni la interpretación pasan de un aprobado raspado, que dado el nivel, solvencia, medios y prestigio de los intervinientes debe trocarse en esa justicia que tanto invocaba Sócrates en suspenso definitivo.

Los invitados al estreno aplaudieron como era su obligación y hasta algunos se pusieron en pie para hacerlo. La función comenzó con un cuarto de hora de retraso, lo que resulta una oprobiosa afrenta para las personas que cumplen el horario establecido. La programación de este Sócrates en el Matadero es una nueva aportación discutible de Juan Carlos Pérez de la Fuente en sus funciones como director del Teatro Español y coordinador artístico del resto de salas municipales (Naves del Matadero, Teatro Fernán Gómez, Conde Duque y Circo Price), en una temporada floja. Una programación menos complaciente con los poderes fácticos teatrales, a menudo peores que los visibles, está siendo necesaria.

VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 5
Texto: 6
Dirección: 5
Interpretación: 5
Escenografía: 5
Producción: 4
Programa de mano: 5
Documentación a los medios: 6

Naves del Matadero
Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano
De Mario Gas y Alberto Iglesias
Del 5 al 28 de febrero de 2016

Con José María Pou, Carles Canut, Amparo Pamplona, Pep Molina,
Alberto Iglesias, Ramon Pujol, Guillem Motos

Dirección: Mario Gas
Escenografía Paco Azorín
Iluminación Txema Orriols
Figurinista Antonio Belart
Espacio sonoro Àlex Polls
Ayudante de dirección Montse Tixé
Ayudante de escenografía Alessandro Arcangeli
Ayudante de vestuario Carlota Ricart
Dirección de producción Amparo Martínez
Fotografía David Ruano

Duración aproximada de 1 h 30 minutos
Una coproducción del Teatre Romea, Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, y Grec 2015 Festival de Barcelona. Con la colaboración de Teatre – Auditori de Sant Cugat.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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