El laberinto mágico de Max Aub

Una gran producción del Centro Dramático Nacional despide la temporada

El laberinto mágico de Max Aub
El laberinto mágico - Teatro Valle Inclán

Esta adaptación teatral podía haber sido otro cansino panfleto sobre la guerra civil, con los mismos buenos y los mismos malos. Pero gracias a la humanidad de Max Aub, un escritor que supo sacar de su amarga experiencia testimonio de fraternidad, gracias al justo enfoque racional y al medido contenido emocional de la versión y la dirección, y gracias al excelente trabajo colectivo e individual de un reparto espectacular, se convierte en una emocionante y necesaria reflexión sobre el aciago episodio que todos -especialmente tanto predicador de escenario- debemos conjurar.

El Centro Dramático Nacional debe servir para esto, trabajos en profundidad, que serían inabordables sin ser subvencionados por una sociedad entera que necesita rememorar, profundizar y exprimir las lecciones de su historia con el arma noble y bella del teatro. José Ramón Fernández cuenta haber trabajado año y medio en soledad en este excepcional recorrido literario: El laberinto mágico iba a constar de cinco volúmenes (Campo cerrado, Campo de sangre, Campo abierto, Tierra de campos y Campo francés). Publicados los tres primeros, Aub fragmentó los dos restantes en volúmenes de relatos cortos titulados «No son cuentos y Cuentos ciertos», y en 1963 añadió los dos Campos que le faltaban cambiando los títulos, Campo del moro y Campo de los almendros.

José Ramón Fernández ha compuesto un fresco social con varias decenas de personajes que viven penas y alegrías (y casi todos mueren entre el 36 y el 39) en una sucesión de escenas que incluyen fusilamientos, batallas y bombardeos, pero también enamoramientos y desamores, un interrogatorio espeluznante en una checa barcelonesa, los emocionantes recuerdos de una chica de Valladolid, y otras muchas cosas de esas que pasan en la vida de todos sin que nos demos cuenta. Este dramaturgo goza de nuestro interés particular a partir de aquella ‘La Tierra’ que aún recordamos (ver nuestra reseña de entonces). Desde entonces ha sufrido altibajos; ha mejorado la visión idealizada de los intelectuales republicanos que en ‘La colmena científica o El café de Negrín’ nos propuso en 2010 (ver nuestra reseña), y la edulcorada dramaturgia de ‘Yo soy Don Quijote de la Mancha’ en 2012 para José Sacristán (ver nuestra reseña), haciéndonos olvidar de paso su monólogo El minuto del payaso, ese borrón de la temporada pasada (ver nuestra reseña).

Ernesto Caballero hace un grandísimo trabajo, detectando el tema y la ocasión, dotando a su montaje de la atención necesaria en ese laboratorio teatral Rivas Cherif de su creación, priorizando disponer de un gran reparto a desplegar un caro montaje escénico, y pilotando un trabajo actoral colectivo que aporta aires frescos y se aleja de los convencionalismos interpretativos.

Trabajando al unísono, el dúo redujo las diez horas que resultaban de la primera selección a casi dos ininterrumpidas, descartando acertadamente esas soluciones intermedias de obras/río extenuantes -tres/cuatro horas con un par de intermedios- que no suelen funcionar. Además el aforo habitual de 500 espectadores con que cuenta la sala principal del Valle Inclán queda reducido a sólo unos 150 frente a un profundo escenario: ‘Esta es una de las razones por las que lo hemos programado ya casi fuera de temporada. Nosotros como teatro público, podemos hacer excepcionalmente cosas como éstas, porque supone una gran renuncia de recaudación’, explica el director que lo es también del CDN desde enero de 2012.

Ese enorme e inusual escenario, flanqueado de sacos terreros y en el que flotarán desvalidas, una mesa policial, una cama matrimonial, una bicicleta sin verano y hasta un camión simulado que conduce a la muerte, sólo dispone de una escenografía mínima y un vestuario acertado a cargo ambos de Monica Boromello, una iluminación tenue y nostálgica de Ion Anibal, y un efectivo a la par que sencillo espacio sonoro creado por Javier Coble e interpretado en directo por dos músicos de grandes prestaciones.

La sobresaliente producción del Centro Dramático Nacional dice apoyarse en tres personajes principales, a saber, Templado, un médico echado a perder en la podredumbre de la retaguardia, a cargo del actor Chema Adeva, y los novios Asunción y Vicente, jovencitos valencianos amantes del teatro que poco disfrutarán de su idilio, interpretados por Macarena Sanz y Javier Carramiñana. Pero en realidad es un friso tan poblado y variado de caracteres que resulta bien difícil identificar a los quince actores que lo protagonizan. Josefina Camargo, haciendo de Pilar, tiene un parlamento de los inolvidables. Alfonso Torregrosa clava al juez Rivadavia que manda fusilar sin inmutarse e Ione Irazábal sobrecoge en esa actriz Teresa Guerrero espía de los alzados. Todos los personajes son humanos y todos los actores están creíbles en una apoteosis interpretativa que corta la respiración y llena de congoja al asumir nuestra débil condición humana.

A Max Aub  Mohrenwitz como a toda su generación, la guerra civil le partió la vida. Español de vocación, culto y de buena familia, defensor de la República sin dejar de ver sus fallos, dejó dicho: ‘Lo que hago en esta novela y en las otras que tratan de la Guerra Civil puede clasificarse históricamente como la visión de los vencidos… Por lo menos con esa intención de cronista las escribí’. Fue efectivamente cronista de su época, como Galdós lo fue antes y más, como otros lo intentamos después. Tituló la que sería su mayor aportación El laberinto Mágico en vez de Trágico, que hubiera sido más lógico, e intentamos aún hoy dilucidar por qué ¿Mágico? ‘Sólo para mí’, anotó en sus apuntes personales. Quevediano, muy conceptista y nada culterano, definió su estilo como ‘cortado, conciso…Procuro decir las cosas con las menos palabras posibles, atemperar el lenguaje a los sentimientos’.

Celebramos una recuperación tan lograda de este gran cronista, ajeno él y ajeno ella a las ceremonias vocingleras y panfletarias que aún intentan azuzar los ánimos con inquinas y revanchas de deplorable tufo. El logro se refrendaría si el CDN se planteara hacer lo mismo que con Max Aub, con un autor equivalente y de signo digamos contrario. Ernesto Caballero apunta a Jardiel Poncela, pero no es equivalente. Le propondríamos a él y a José Ramón Fernández algo valiente: la trilogía de José María Gironella Los cipreses creen en Dios (1953), Un millón de muertos (1961) y Ha estallado la paz (1966), una crónica de la Segunda República que es la novela española más leída del siglo XX. Gironella relata la vida de una familia de clase media, los Alvear, en medio del proceso en virtud del cual España fue dividiéndose en dos bandos irreconciliables hasta desembocar en la Guerra Civil.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 8
Versión, 8
Dirección, 8
Escenografía, 7
Interpretación, 8
Iluminación, 8
Vestuario, 8
Música, 8
Producción, 8
Documentación para los medios, 7
Programa de mano, 7

CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL
Teatro Valle-Inclán
EL LABERINTO MÁGICO
De Max Aub
Versión José Ramón Fernández
Dirección Ernesto Caballero
Del 7 de junio al 10 de julio

Reparto (por orden alfabético)
Julián Templado y otros – Chema Adeva
Asunción Meliá y otros – Macarena Sanz
Vicente Dalmases y otros – Javier Carramiñana
Santiago Peñafiel y otros – Paco Celdrán
Julián Jover, López Mardones y otros – Bruno Ciordia
Durruti, Luis Sanchís y otros – Paco Déniz
Lisa, Teresa Guerrero y otros – Ione Irazabal
Rafael Serrador, José Jover y otros – Borja Luna
Manuel Rivelles, Paulino Cuartero y otros – Paco Ochoa
Rosario y otros – Paloma de Pablo
Tía Concha, Romualda y otros – Marisol Rolandi
Jacinto, José Rivadavia y otros – Alfonso Torregrosa
Loluchi y otros – Mikele Urroz
Lola Cifuentes y otros – María José del Valle
Josefina Camargo, Pilar y otros – Pepa Zaragoza

Músicos – Paco Casas y Javier Coble

Escenografía y vestuario – Mónica Boromello
Iluminación – Ion Anibal
Música y espacio sonoro – Javier Coble
Fotos – marcosGpunto
Producción – Centro Dramático Nacional

De martes a sábados, a las 20:30 h. Domingos, a las 19:30 h.
Duración: 2 horas aprox. (sin intermedio)
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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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