El cielo que me tienes prometido

La última obra de Ana Diosdado se acercó a Santa Teresa y sirve ahora de homenaje a la dramaturga que nos dejó hace un año

El cielo que me tienes prometido
El cielo que me tienes prometido - Teatro María Guerrero

Aunque Ana Diosdado falleció hace un año, se ha querido que siga figurando como directora de este montaje de la última obra que escribió y estrenó, rememorando así a Inés de Castro, que reinó después de morir, o a Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, que ganó batallas ya cadáver. Se trata de una ficción sobre un hecho mínimo de la biografía de Teresa de Cepeda y Ahumada, una de las grandes santas de la Iglesia católica, que la incluyó en su lista de 36 Doctores -maestros de la fe para los fieles de todos los tiempos- en 1970. Un texto digno, en gran parte procedente de los escritos de la santa, que no refleja la grandeza y complejidad del personaje, con una puesta en escena idealizada para tres caracteres nebulosos que en vez de dialogar relatan demasiadas e inconexas cuestiones.

Y es que a veces los homenajes se desmadran y en este, -un ciclo de actividades del CDN y la Fundación SGAE consagrado a su memoria-, el productor Salvador Collado ha llegado a escribir: ‘Si tú, como Cervantes y tantos otros, hubieras nacido en Inglaterra, ya estarías siendo estudiada en las escuelas’. Pero dejando aparte cuestiones extrateatrales, y penosos excesos tan penosos como los defectos, a Ana Diosdado la hizo muy famosa la televisión de los años 80 y en las dos últimas décadas apenas tuvo actividad creativa, pudiendo considerarse ‘El cielo que me tienes prometido’ su despedida literaria cuando ya conocía su mortal enfermedad.

Queriendo ser equidistante entre admiradores y escépticos, ‘me atrae la Teresa que enseña que Dios está también entre las cacerolas, la del día a día, la Humana en el sentido más llano de la palabra. A lo largo de su esforzada vida, de toda su lucha, conoció y trató a muchos e importantes personajes. Uno de esos personajes fue la tan controvertida princesa de Éboli. El choque entre ambas en ese último día en que se vieron tuvo que ser muy interesante’, escribió como presentación de su propuesta Ana Diosdado. Pero el encuentro entre la princesa viuda y esa increible mujer, espiritual y práctica al mismo tiempo, es apenas una brizna de su biografía y una disculpa endeble para captar al personaje.

Y ocurre lo que en tanta recreación dramática con personajes históricos: que diálogos y monólogos deben condensar tanta y variada información que resultan irreales, impostura increible por buena voluntad que ponga el espectador. La autora se ayuda de la presencia de una novicia en la primera parte para presentarnos a una Teresa no entre cacerolas sino mantenedora incansable de la red de conventos que ha fundado, y fía al enfrentamiento posterior entre princesa y monja el facilitarnos lo más valioso de la pieza, la faceta de extrema rigidez, casi ‘talibana’ -discúlpesenos el símil- de las ordenanzas internas de las carmelitas descalzas, que resultan fuerte y desconocido contraste con la faceta mística de la santa.

María José Goyanes realiza un retorno a los escenarios meritorio pero demasiado arriesgado: encarnar a uno de nuestros personajes universales, un personaje que está a la altura de los más grandes del Siglo de Oro, un mito rodeado de penosas desmitificaciones, superaría probablemente a la actriz más templada. Su Teresa resulta una señora cualquiera y muy de ahora, una mujer de armas tomar, acostumbrada a mandar, presa de sus manías, muy poco trascendente por más que dialogue con dios santo, y empeñada en enmendar la plana a San Juan de la Cruz, cuyos más conocidos poemas tienen una presencia excesiva -aunque muy socorrida- en la obra. Esta bregada madre superiora del inicio, que encarna la veterana Goyanes, se difumina demasiado posteriormente ante las invectivas de Ana de Mendoza de la Cerda y de Silva Cifuentes, esa fabulosa y aún hoy enigmática princesa que Irene Arcos convierte en una caricatura gimiente y gritona. Será Elisa Moulináa, a pesar de su bisoñez y falta de tablas, la que más autenticidad nos transmita encarnando a la novicia Mariana, que siendo el único personaje ficticio es el más real, con una espontaneidad simplona a la que sólo perjudica la acusada mala dicción de la escuela de las teleseries.

A Diego Sabanés le ha tocado ser algo denominado ‘director ayudante’, un negro que dirige sin figurar y en representación lo que dejó ya tan ultimado Ana Diosdado como para seguir figurando de directora. La escenografía y el vestuario prescinden de cualquier aproximación a la realidad con líneas luminosas y vestimentas impolutas donde debería haber claustros oscuros y hábitos polvorientos. Es un contraste tan grande que hace suponer que está buscado a propósito, en cuyo caso consigue una belleza impostada que puede agradar al gran público sin convencer a los que exigen coherencia. La música y la iluminación, siendo notables, refuerzan la artificialidad de la puesta en escena con un espacio sonoro de alto voltaje y unos colores chillones que se alejan del supuesto intimismo de la acción. A la escena final, que está muy conseguida y es grandiosa y espectacular, sólo se la podría reprochar un poco de lo mismo que hemos intentado señalar quizas sin conseguirlo, cierta grandilocuencia inoportuna para tal tema y tal personaje.

La producción de Salvador Collado es buena aún partiendo de la economía de medios. Es inevitable la compración con otra reciente propuesta en torno al centenario de Santa Teresa, la de Juan Mayorga con ‘La lengua en pedazos’ en 2013 en el Teatro Fernán Gómez (ver nuestra reseña de entonces), que en conjunto resultaba bastante más fructífera. Se representaba en sala pequeña y es lo que quizás hubiera favorecido a esta ‘El cielo que me tienes prometido’, un tanto desubicada en un ámbito tan solemne como el Teatro María Guerrero. En el estreno de ayer se registró ese encendido recibimiento que los próximos y los incondicionales siempre aseguran en la ceremonia inaugural. Quedan diez representaciones en Madrid y algunos titubeos a eliminar de las actuaciones antes de que la pieza viaje a San Sebastián y se incorpore al programa de la Capital Europea de la Cultura de 2016.

VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 6
Texto: 7
Dirección: 6
Interpretación: 6
Puesta en escena: 7
Producción: 7
Programa de mano: 7
Documentación a los medios: 7

Centro Dramático Nacional – CDN
Teatro María Guerrero
El cielo que me tienes prometido
Texto y dirección Ana Diosdado
Del 7 al 18 de septiembre de 2016
Duración: 1 hora y 30 minutos (aprox.)

Reparto (por orden alfabético)
Ana Mendoza – Irene Arcos
Teresa – María José Goyanes
Mariana – Elisa Mouliaá
Voz de San Juan – Emilio Gutierrez Caba

Equipo artístico
Escenografía y vestuario – Alfonso Barajas
Iluminación – Rafael Echeverz
Música y espacio sonoro – Luis Delgado
Director ayudante – Diego Sabanés
Fotos Guillermo M. Díez
Producción Salvador Collado
Colabora Fundación SGAE

La exhibición de El cielo que me tienes prometido se enmarca dentro del ciclo
de actividades que se realizará en homenaje a la figura a Ana Diosdado, en
colaboración con la Fundación SGAE

Encuentro con el público el  9 de septiembre de 2016 a las 19:30 h. en la sala Margarita Xirgu.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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