Aquel Renacimiento de Venecia

Hace cinco siglos quiso frenar su decadencia a base de belleza y refinamiento

Aquel Renacimiento de Venecia
El Renacimiento en Venecia - Museo Thyssen-Bornemisza

 El Museo Thyssen-Bornemisza, en el 25º aniversario de su creación junto a La Cibeles y en vecindad con El Prado, no quiere que nos olvidemos de que la pintura veneciana del siglo XVI está presente  en su colección permanente, y para potenciar sus pocas pero valiosas piezas del período reúne casi un centenar de piezas de todo el mundo, con Tiziano, Tintoretto, Veronés, Bassano, Giorgione y Lotto de mascarón de proa, y con una numerosa serie de retratos de prebostes venecianos francamente impresionante.

‘El Renacimiento en Venecia. Triunfo de la belleza y destrucción de la pintura’ quiere demostrar que la pintura veneciana estaba al mismo nivel de la que se hacía en Roma o Florencia, y que de su uso del claroscuro y el color como fundamentos de la representación de la figura y del espacio bebieron Caravaggio, Rubens y Velázquez. Las 88 piezas expuestas se despliegan de forma temática en lugar de hacerlo desde el ámbito cronológico o estilístico. Las 66 pinturas encuentran acompañamiento en esculturas, grabados y libros, y Tiziano y Veronese dominan el conjunto con la presencia de catorce obras de cada uno.

La exposición quiere explicar como a comienzos del siglo XVI, cuando Venecia corría el peligro de quedar en una posición periférica, empezó un despertar artístico empeñado en volver a ponerla en el centro del mundo, de donde la habían desplazado las nuevas rutas comerciales. Así se convirtió en alternativa a los paradigmas estéticos florentinos y romanos encabezados por Rafael Sanzio y Miguel Angel Buonarrotti. Mientras la corriente clásica o toscano-romana se caracterizaba por una mayor consideración hacia lo intelectual a través del dibujo (disegno), concebido previamente en la mente (idea), los artistas de la escuela veneciana eran superiores en el manejo del color y de los valores visuales y sensuales de la pintura.

Pero como sucediera en otras partes de Italia, el momento clasicista duró poco. En las obras tardías de Tiziano, Tintoretto, Veronés y Bassano se puede apreciar como en mayor o menor medida y siempre con soluciones muy diversas, experimentaron un viraje hacia un tipo de pincelada “abierta”, suelta, a menudo calificada de pintura de manchas o borrones, que no solo cuestionaba los valores del disegno sino la propia idea de la belleza renacentista basada en la idealización de la realidad.

En la primera sala, ‘Entre Oriente y Occidente: la ciudad más bella del mundo’. se incluye esa Vista de Venecia que en la simbólica fecha de 1500 Jacopo de’ Barbari realizara, siendo la primera vez que una ciudad se representaba a vista de pájaro de manera realista. Una imagen extraordinaria que se acompaña de retratos de importantes personajes, como el dux Mocenigo (Gentile Bellini) o los procuradores Gritti y Soranzo y un senador (obras de Tintoretto) y de un famoso cuadro de Veronés en el que personajes vestidos a la oriental ejemplifican el carácter cosmopolita y de frontera entre dos mundos, entre Oriente y Occidente, de la ciudad.

En ‘Venecia y el sueño del clasicismo’ se recoge la rápida renovación de la ciudad medieval, cuya arquitectura, gótica y bizantina debía sustituirse por una nueva imagen más imponente. En ‘Belleza y melancolía del Renacimiento veneciano’ aparece el ideal juvenil en variadas propuestas de Giorgione, Bernardino Licinio, Giovanni Cariani o Lorenzo Lotto-, y está presente el Hypnerotomachia Poliphili (1499) de Francesco Colonna, quizás el libro impreso más bello del Renacimiento. ‘Imágenes venecianas de la mujer’ contiene bellas obras de Palma el Viejo -cuyos Retrato de una joven y La cortigliana parecen representar a la misma persona-, Tiziano o Veronés, y ejemplos de pintura mitológica en obras que tienen a Venus, la diosa de la belleza, como protagonista. Es el caso de las telas de Lambert Sustris, Venus y Cupido, y de Venus y Adonis de Veronés, que se muestra con su pareja, Céfalo y Procris. La presencia del espectacular Rapto de Europa de Veronés, procedente del Palacio Ducal de Venecia, culmina este panorama con una de las pinturas más importantes del Renacimiento.

A medio camino entre la imagen de la belleza de la mujer y la pintura de devoción, la iconografía de la Magdalena fue una de las más practicadas por Tiziano. Se presentan aquí los tres mejores ejemplos existentes del tipo de la Magdalena vestida de este pintor: la realizada para el cardenal Farnesio, del Museo de Capodimonte en Nápoles, una de las pintadas quizá para Alfonso de Ávalos, y la que el propio artista poseía en su estudio en el momento de su muerte. Se trata, esta última, de una de las obras maestras de su periodo tardío, de la que la leyenda dice que Tiziano murió abrazado a ella.

En ‘El brillo del poder’ aparecen retratos de guerreros con armaduras, con ejemplos capitales de Carpaccio y Tiziano. El espectador debía de quedar fascinado ante obras de este tipo por la habilidad del artista en captar la fugacidad del brillo sobre el metal, algo técnicamente muy difícil. ‘Pastorales venecianas’ tiene por base literaria Los Idilios de Teócrito y la Arcadia de Sannazaro. Una naturaleza bella e idealizada con ejemplos de Sebastiano del Piombo, Lorenzo Lotto, Palma el Viejo y otros, y la Virgen con el Niño, santa Catalina y un pastor, pintada por Tiziano para el duque Alfonso I d’Este en las etapas iniciales de su carrera. 

‘El ocaso del Renacimiento’ quiere documentar el que la técnica pictórica veneciana, que despreciaba el dibujo para centrarse en el color y la pintura de “manchas”, llevaba en sí el germen de su autodestrucción. Buena parte de los autores que desarrollaron ese concepto de belleza idealizada que hemos visto en las salas anteriores en torno a los temas de la melancolía, la música, la mujer, el poder o la naturaleza, concluyeron su carrera con pinturas en las que el violento claroscuro o los “crueles borrones” alcanzaron un protagonismo total, hasta el punto de discutirse hasta el día de hoy si, en el caso de Tiziano, se trata de obras terminadas o no. La sala confronta obras tardías de Tintoretto, Jacopo Bassano y Veronés.

El rey Felipe II fue el mayor aficionado al arte de Tiziano de todo el siglo XVI. Su colección fue la más importante, además, en lo que se refiere a obras del último periodo del maestro, como demuestran las existentes en el Museo del Prado y en el monasterio del Escorial. De las conservadas en este último lugar, el dramático Cristo crucificado, menos conocido del público y culminación de esta exposición, es una obra maestra de su etapa tardía y paradigma de lo que se nos presenta como “destrucción de la pintura”.

Fernando Checa, comisariando su tercera exposición para el Thyssen, ha querido presentar una lectura de la pintura veneciana diferente y/o complementaria a la que ofrece El Prado, apoyándose en las tres mejores piezas propias del museo, el Retrato de Giorgone, el Joven caballero de Carpaccio, y el siempre impresionante El Paraiso de Tintoretto -con sus casi cinco metros de longitud-, trasladado apenas cien metros desde su posición habitual recibiendo a los visitantes al fondo de la nave central.

El grado de refinamiento estético y valoración de la belleza alcanzado por la élite de la pequeña y rica república veneciana hace cinco siglos sigue admirando al mundo. Este verano lo hará sin duda desde esta exposición realmente difícil de igualar.

Aproximación a la exposición (del 1 al 10)
Interés: 8
Concepto: 7
Despliegue: 7
Comisariado: 7
Catálogo: 8
Documentación a los medios: 8
Programa de mano: 9

Museo Thyssen-Bornemisza
El Renacimiento en Venecia. Triunfo de la belleza y destrucción de la pintura
Del 20 de junio al 24 de septiembre de 2017
Comisario: Fernando Checa Cremades
Dirección del proyecto: Mar Borobia
Comisaria técnica: María Eugenia Alonso
Catálogo patrocinado por la Fundación, con textos de Fernando Checa Cremades, Augusto Gentili, Carlo Corsato, Thomas Dalla Costa, Piero Boccardo, Bernard Aikema, Santiago Arroyo, Matteo Mancini y cronología de Maria Eugenia Alonso.
Guía didáctica y publicación digital en la app Quiosco Thyssen

Paseo del Prado, 8. 28014, Madrid. Salas de exposiciones temporales, planta baja
Horario: de martes a viernes y domingos, de 10 a 19 horas; sábados, de 10 a 21 horas
Del 29 de junio al 2 de septiembre: de martes a sábados, de 10 a 22 horas; domingos de 10
a 19. Último pase una hora antes del cierre.
Entrada única: Colección permanente y exposiciones temporales:
-Entrada general: 12 €
-Entrada reducida: 8 € para mayores de 65 años, pensionistas, estudiantes previa acreditación y
familias numerosas
-Entrada gratuita: menores de 12 años y ciudadanos en situación legal de desempleo
Venta anticipada de entradas en taquillas, en la web del Museo y en el 91 791 13 70.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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