Las troyanas de don Alberto

Eurípides 'actualizado': muy corregido y aumentado

Las troyanas de don Alberto
Troyanas - Teatro Español

Eurípides vivió en el siglo V a.C. y es considerado uno de los tres grandes trágicos griegos de la antigüedad, junto con Esquilo y Sófocles. Se cree que escribió 92 obras, pero se conservan solo 19. Aunque sus obras son mezcla de mitología y relatos del pasado, su concepción dramática es más moderna que la de sus dos colegas, con cierto distanciamiento hacia los dioses y mayor cercanía a los humanos.

Presentó Las troyanas a la 91ª Olimpiada, quedando clasificada en segundo lugar. Es un canto fúnebre por las consecuencias de la guerra, una condena de la crueldad de los vencedores, cuya desmesura (hybris) -ya que no tienen piedad con los vencidos, ni siquiera con los niños, y llegan a perder el respeto a los dioses y profanan sus templos, lo que labrará su desgracia futura-, y un lamento por la suerte de las mujeres de los vencidos convertidas en exclavas.

‘¡Oh Zeus, soporte de la tierra y que sobre la tierra tienes tu asiento, ser inescrutable, quienquiera que tú seas, -ya necesidad de la naturaleza o mente de los hombres- ¡a ti dirijo mis súplicas! Pues conduces todo lo mortal conforme a la justicia por caminos silenciosos’, hará exclamar a la protagonista.

La versión de Alberto Conejero suprime tres personaje y el coro, y crea tres nuevos. Duplica o triplica el texto original con explicaciones abundantes sobre el contexto históricos y la trayectoria de los personajes, y es más que versión, recreación absoluta. Es lícito, pero ya no es la tragedia clásica original. Con ello mejora en general la estática dramaturgia primigenia, pero presenta una obra actual, tanto en sus reflexiones como en sus parlamentos, una tragedia de nuestros días sobre la suerte de las mujeres en las guerras y catástrofes, en las migraciones masivas que el mundo vive en las últimas décadas, intercalada de creencias y actitudes de hace 2500 años. Lo hace con notable oficio dramatúrgico, con un texto de calidad y una trama accesible, aunque la fusión del coro y las prisioneras produzca la absurda situación de hermanar a Hécuba, sus dos hijas y su nuera, con sus enemigas, la odiada Elena y la traidora Briseida.

Desaparece el capricho con que los dioses manejan la Tierra, lo que luego hemos intentado describir como pulso fatal entre el azar y el destino, y sólo queda el proceloso lamento de Hécuba por su suerte y la de su pueblo, y las maldiciones de las prisioneras contra los griegos vencedores. Sin Poseidón y Atenea reconciliándose tras diez años de guerra y el hundimiento de Troya (y pactando crueles castigos para los vencedores), con Taltibio elevado al papel de narrador de la historia y coprotagonista, con el espíritu de Políxena vagando por el escenario antes de que sepamos incluso que ha muerto, con una Briseida importada de la Iliada pasando por esa película Troya que la puso en órbita actual, todo para reforzar el poliedro del género bueno frente a los hombres malos, de madres abnegadas, esposas obedientes, beldades perversas, vírgenes puras y amantes carnales, y en fin, con un niño primoroso que siempre viene bien -tal y como unos cuanto montajes operísticos de los últimos tiempos demuestran- como adorno silencioso en el escenario, estas troyanas pueden contemplarse si no con júbilo desbordado, sí al menos con atención contenida. Conejero corrige y aumenta a Eurípides, y no puede decirse que le falten razones. Pero nosotros preferimos Las Troyanas de Eurípides como él las concibió, para que nos transmita lo mucho o poco que tenga que decirnos a estas alturas, sin dejar de apreciar esta otra Desgraciadas/Damnificadas/Represaliadas de Conejero.

Se trata de una producción cuidada. Su puesta en escena huye de toda épica y grandilocuencia y se basa en una gigantesca letra T o cruz griega caída sobre el escenario, tras la que se eleva una pasarela y sobre la que se proyectan imágenes alusivas bien dosificadas. Destaca en el conjunto una iluminación impresionante a base de grandes cañones de luz que cruzan la sala aportando solemnidad, aunque hubo un par de oscilaciones descontroladas durante la función. Del ecléctico vestuario y de la música original no tenemos mucho que decir, ni de la humareda que llena la sala ni de los movimientos coreografiados, ni suman ni restan en demasía.

La dirección de Carme Portaceli se empeña en dotar de una pátina actual al clásico milenario y orienta al elenco por un zizagueante camino en el que el hablar cotidiano prima sobre el decir declamado en un tono general aceptable. Aitana Sánchez-Gijón será muy discutida en esta Hécuba hierática: no es que no sea la buena actriz de siempre, pero este papel quizás se la escapa. Ernesto Alterio tiene un comienzo encomiable en su llegada dubitativa para explicarnos aquello que sucedió hace tiempo, pero como mensajero de los invasores ante tanta hembra exaltada, queda desdibujado. Alba Flores resulta artificial en sus poses, pero cuando la toca intervenir lo hace con enorme autoridad en momentos cruciales. Nos gustaron la Briseida de Pepa López y la Elena de Maggie Civantos.

En conjunto, una notable propuesta. Discutible en casi todos sus aspectos, pero digna de ser reconocida en sus muchos méritos. A Portaceli la perjudica su afán proselitista, cuando sus ideas políticas y feministas son tan discutibles como las del prójimo. Su predilección por Alberto ya la llevó la temporada pasada a estrenarse en el cargo de directora del Teatro Español con Ushuaia, una pieza deficiente a a nuestro criterio de este autor de moda. Mientras, tuvo tiempo en ese  mismo año de dirigir a Aitana en una entretenida La rosa tatuada, de Tennessee Williams. Antes, perpetró algunas escabechinas con los clásicos, como su co-versión de Las dos bandoleras de Lope de Vega para la CNTC o su puesta en escena de un Prometeo encadenado de Esquilo ‘actualizado’ por Heiner Müller para el CDN. No es casualidad que a este Müller le llamaran ‘ladrón de mitos’ en su tierra, algo que hoy abunda so prexto de actualizar a los clásicos. Los clásicos son clásicos porque no necesitan más que retoques, porque siguen diciendo algo tal y como fueron concebidos. Si Las troyanas ya no lo dicen, hagamos Las sudanesas o Las kurdas y corramos el riesgo.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 6
Versión, 7
Dirección, 7
Interpretación, 6
Escenografía, 7
Iluminación, 8
Producción, 7
Programa de mano, 7
Documentación para los medios, 6

Teatro Español – Sala Principal
TROYANAS
De Eurípides
Versión Alberto Conejero
Dirección Carme Portaceli
Del 10 de noviembre al 17 de diciembre de 2017

REPARTO por orden de intervención
Ernesto Alterio – Taltibio
Maggie Civantos – Elena
Alba Flores – Políxena
Gabriela Flores – Andrómaca
Miriam Iscla – Casandra
Pepa López – Briseida
Aitana Sánchez-Gijón – Hécuba
Y los niños Pablo Cordero y Alejandro López alternando el papel de Astianax.

EQUIPO ARTISTICO
Diseño de Luces  Pedro Yagüe
Escenografía  Paco Azorín
Vestuario   Antonio Belart
Música y espacio sonoro Jordi Collet
Audiovisuales  Arnau Oriol
Coreografía y  movimiento escénico Ferrán Carvajal
Diseño y fotografía cartel Sergio Parra
Diseño de producción  Sandra Avella
Producción Ejecutiva Rovima
Ayudante de Dirección Judith Pujol
Ayudante de Producción Miguel García de Oteyza
Regidor y Gerente en Gira Isabel Echarren
Con el asesoramiento de Maragarita Borja
Producción del Festival Internacional de Teatro de Mérida, Teatro Español y Rovima Producciones.

Precio, de 5 a 22€.
Teatro Español
C/Príncipe 25. Madrid
91 360 14 80. · 91 360 14 84.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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