Celeste Aida, galáctica y movediza

El Teatro Real rescata una producción antigua con desigual resultado entre escenificación e interpretación musical

Celeste Aida, galáctica y movediza
Aida - Teatro Real

Algunos consideran a esta ópera madura de Giuseppe Verdi como su obra maestra y así lo hizo el público por un tiempo. Sin embargo sólo fue poco más que una especie de seguro de vida para el previsible final de una sensacional carrera, un contrato cumplido escrupulosa pero desganadamente, con una monumentalidad desbordada y un libreto y unos personajes convencionales. Esta producción de hace dos décadas rescatada por el Teatro Real evidencia una obsoleta imagen, una vetusta presencia que se ha querido salvar con excesivo fragor escénico. Afortunadamente, la partitura, la música y las voces resistieron la prueba.

Ismail Pachá, el virrey del Egipto ocupado por el imperio otomano, encargó a Verdi una ópera que le magnificara a cambio de la astronómica cifra de 150.000 francos -la más alta pagada por una partitura hasta entonces, lo que cobraría Picasso por el Gernica más de medio siglos después- y Verdi no quiso rechazarlo aunque ya era rico, muy rico. El estreno se retrasó debido a la Guerra Franco-Prusiana, pero la débacle de aquel decadente imperio de Napoleón III llegó cuando Verdi ya había escrito la partitura dentro del marco rimbombante de la Grand Opéra francesa, buscando una obra espectacular a la altura de las pirámides, de gran despliegue escénico de coros, guerreros y esclavos, de muchas escenas y de efectos especiales incluidos al parecer elefantes y camellos. La representación fue grandiosa. La corona que ceñía Amneris era de oro macizo y las armas de Radamés de plata.

Verdi no acudió al estreno en El Cairo, y criticó que la audiencia estuviera formada por dignatarios, políticos y críticos, pero no miembros del público en general, pero no sabemos que quería decir con esto, pues a la ópera en aquellos días sólo acudía la aristocracia y la alta burguesía. A Verdi todo lo servía para loar a la patria, aunque unos loaran a la patria faraónica y otros a la patria etíope. Verdi era un patriota, aunque en privado compusiera para el imperio autrohúngaro que ocupaba su norte padano de la península itálica.

Aida sigue siendo importante dentro del repertorio operístico global, la número 13 en la lista de las más representadas en 2005-2010. Para el año 2007, la Metropolitan Opera sola había dado más de 1.100 representaciones de la ópera, haciendo de ella la segunda más frecuentemente representada por la compañía después de La bohème. En el Real han sido 378 en toda su accidentada historia. En Egipto la están reponiendo en estos días en la explanada de las pirámides de Guiza, en el suroeste de El Cairo. Las entradas valen entre 90 y 450€. La noche del viernes, mientras asistíamos en Madrid a sju representación, dirigía allí la Orquesta de la Ópera de El Cairo David Crescenzi y cantaban la soprano serbia Dragana Radakovic en el papel de Aída, y el tenor italiano Dario Di Vietri como Radamés. Dicen que quedaron pocos asientos libres, que empezó 25 minutos tarde y que el público fue abandonando paulatinamente el recinto durante los tres intermedios por la falta de visibilidad en los últimos asientos, el frío que se cernió sobre la explanada de las pirámides y la pobre acústica del espectáculo.

¿Por qué contamos esto? Bueno, para enmarcar un tanto una entrada en materia que empezará por la mala noticia y terminará por el lado bueno de la botella medio llena. La dualidad buscada por Verdi entre la espectacularidad de las escenas de masas y las intimistas del triángulo amoroso y sus tres vértices prolongados -el faraón, el rebelde padre de Aida y el gran sacerdote-, en las que afloran los conflictos y dramas de los protagonistas, es donde radica la dificultad de la puesta en escena de Aida. El director artístico argentino Hugo de Ana optó en 1998 por la espectacularidad, pero entonces las artes escenográficas estaban en pañales decimonónicos y todo era bastante de cartón piedra. Esa pobreza de los materiales empleados -y algunos deterioros- se ha agravado dos décadas después y la parte visual del espectáculo sufre en demasía. Para la reposición dice Hugo de Ana haber actualizando elementos escenográficos y parte del vestuario e introducido algunas proyecciones. Sobre lo primero no consigue evitar la desdagradable sensación de un despliegue que acabas de salir del baúl de los recuerdos, de ese sótano gigantesco del teatro donde las cosas envejecen deprisa. Sobre lo segundo, la vídeografía de inicio sí que salva la situación un tiempo, pero para después contagiarse de la misma polvorienta decrepitud. La sensación fue, con toda sinceridad, la de estar en presencia de la antigualla más grande en mucho tiempo, incluidas las más decrépitas representaciones en la Zarzuela, tan atacadas por ‘casposas’.

No, no ha sido una buena idea resucitar esta producción, aunque sea loable la intención. Y habrá que ver que piensan en Chicago y Santiago de Chile; lo mismo allí encanta. Además se recarga de forma estruendosa con continuas evoluciones de la masa coral y de la nutrida actoral que la secunda, y de lo que es peor, de las excesivas piruetas en escena de un abudante cuerpo de baile cuya coreografía es muy fea y desafortunada, con la metáfora incesante de la madeja de lana que se ovila y desovilla, y con esa docena de glúteos turgentes y desafiantes cara (je, culo) al espectador con la que los bailarines nos castigan todo el tiempo. No aprobamos al escenógrafo y figurinista que es el mismo director de escena, y no aprobamos la coreografía de Leda Lojodice, mientras la iluminación de Vinicio Cheli no rescata el conjunto y el vídeo de Sergio Metalli no supera las efectos borrosos de las gasas en que se proyecta.

Vayamos a mejor sin dejar de añadir que, aunque con los defectos aludiuos, el espectáculo no deja de ser magnífico, y quizás en grandioso despliegue de recursos en escena, no dejará de ser lo más ambicioso de esta temporada teatral madrileña. Vayamos a la dirección musical de Nicola Luisotti, que como en las tres anteriores veces que ha empuñado la batuta en este coso cel que es director asociado desde el pasado año, estuvo notable, siempre discreto como es su estilo, siempre exacto de acuerdo con su fama de conocedor profundo del bel canto, pero dominando el conjunto, brillando en la interrelación con los coros y atendiendo con precisión a las posibilidades de los cantantes.

En el trío protagonista del tercer reparto, a cuyo estreno asistimos, fue sustituido sin previo ni posterior aviso (¿efectos colaterales de la patética huelga feminoide-sindicalera del día anterior?) Fabio Sartori por Alfred Kim, un buen tenor lírico, de potencia aceptable y matices gratos, que sólo en la última escena mostró algún decaimiento tras una intervención tan exigente en longitud y latitud como la de su papel de Radamés, haciendo frente él solo a dos féminas; un buen tenor, decimos, al que sólo el ser coreano le caúsa aún un cierto hándicap. Ciertamente su temprana aria Celeste Aida le cogió algo destemplado, como ocurre a casi todos los que cantan este difícil comienzo. Pero estuvo bien en general, ain llegar a muy bien pero pasando de pasable.

Y no fue el único cambio a traición y sin informar, sino que la soprano Lianna Haroutounian, una de las especialistas actuales en el papel de Aida, fue sustituida así mismo por Csilla Boross, que ni figuraba previamente en ninguno de los tres repartos, y que pese a lo repentino del cambio estuvo a la altura de las circunstancias.

Daniela Barcellona -la única superviviente del trío protagonista inicial- nos gustó tanto como otras veces en esta Amneris de humores y pasiones enrededadas que Verdi eleva también a celestial en su inopinadada intervención final. El rey de Egipto tiene enorme solemnidad en la voz de Soloman Howard -un faraón de raza negra-, y Angel Ódena le enfrenta un respetable Amonasro que a pesar de doblemente subyugado, con un vestuario más que atroz, no pierde aureola de noble vencido y malvado traidor que recibe justo castigo. Nos queda un Ramfis con la cabeza pintada como hincha futbolero, al que Roberto Tagliavini salva vocalmente sin poder sacarlo de una excesiva suntuosidad mayestática.

El público, con el lleno total de las grandes ocasiones, mostró enorme agrado al caer el telón a pesar de que el tercer acto aburre a las ovejas con tanto ‘traditore’ y tanto ‘riportate’, y estuvo errático en sus aplausos durante la representación dejando sin premiar algunas de las mejores intervenciones de la soprano armenia y la mezzo italiana. El reparto tardó mucho en salir a saludar y se obvió la presencia del coro, actores y bailarines. Esa sensación de una faena que no termina redonda pero que ha tenido mérito indiscutible -intervienen 300 personas- y arrojo riesgoso por parte del programador. El Teatro Real dedicaba la reposición al tenor Pedro Lavirgen, un gran Radamés de otros tiempos, que en la presentación a la crítica contó cosas jugosas y divertidas.

Y así nos ocurrió lo que ocurre cuando uno se esfuerza en combatir las predisposiciones: la anterior y ‘sospechosa’ ‘Street scenes’ (ver nuestra reciente reseña) subió peldaños y esta sacralizada ‘Aida’ bajó algunos.

Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 8
Dirección musical: 7
Dirección artística: 6
Voces: 7
Coros: 7
Orquesta: 7
Escenografía: 5
Producción: 7
Programa de mano: 4 (por no incluir los cambios de última hora)
    

Teatro Real
AIDA, de Giuseppe Verdi (1813-1901)
Ópera en cuatro actos
Días 7, 8, 9, 10, 11, 13, 14, 15, 16, 17, 19  20, 21, 22, 23, 24 y 25 de marzo.

Libreto de Antonio Ghislanzoni, basado en un argumento de Auguste Mariete y Camille du Locle      
Estrenada en la Ópera de El Cairo el 24 de diciembre de 1871
Estrenada en el Teatro Real el 12 de diciembre de 1874
Nueva producción del Teatro Real, en coproducción con la Lyric Opera de Chicago y el Teatro Municipal de Santiago de Chile, basada en la original del Teatro Real de 1998.
 
FICHA ARTÍSTICA 
Dirección musical Nicola Luisotti  
Dirección de escena, escenógrafo y figurinista Hugo de Ana  
Iluminación Vinicio Cheli  
Coreografía Leda Lojodice  
Diseñador de vídeo Sergio Metalli 
Dirección del coro Andrés Máspero 
Asistente del director musical Diego García Rodríguez 
Asistente del director de escena Angelica Dettori 
Asistente de la coreógrafa Michele Cosentino 
Asistente del figurinista Cristina Aceti 
Ayudante de iluminación Nicholas Fischtel     

REPARTO
 
El rey de Egipto Soloman Howard 
 
Amneris
Violeta Urmana (Mar. 7, 10, 13, 16, 22, 24, 25)   
Ekaterina Semenchuk (Mar. 8, 11, 14, 17, 19, 21)   
Daniela Barcellona (Mar. 9, 15, 20)   
Marina Prudenskaya (23) 

Aida
Liudmyla Monastyrska (Mar. 7, 10, 13, 16, 19, 22, 25)
Anna Pirozzi (Mar. 8, 11, 14, 17, 21, 24)   
Lianna Haroutounian (Mar. 9, 15, 20, 23) 
 
Radames
Gregory Kunde (Mar. 7, 10, 13, 16, 19, 22, 25)   
Alfred Kim (Mar. 8, 11, 14, 17, 21, 24)
Fabio Sartori (Mar. 9, 15, 20, 23) 
 
Ramfis
Roberto Tagliavini (Mar. 7, 9, 10, 13, 15, 16, 19, 22, 23, 25) 
Rafal Siwek (Mar. 8, 11, 14, 17, 20, 21, 24)  

Amonasro
Gabriele Viviani (Mar. 7, 11, 14, 16)   
George Gagnidze (Mar. 8, 10, 13, 17, 19, 21, 22, 24)   
Àngel Òdena (Mar. 9, 15, 20, 23, 25)  

Gran sacerdotisa Sandra Pastrana  
Un mensajero Fabián Lara 
 
Duración aproximada   2 horas y 50 minutos 
Actos I y II: 1 hora y 20 minutos 
Pausa de 25 minutos 
Actos III y IV: 1 hora y cinco minutos 
A las 20:00 horas. Domingos: 18:00 horas
 
AGENDA  |  ACTIVIDADES PARALELAS
-11 y 25 de marzo; 8 y 22 de abril; y 13 de mayo | Biblioteca Nacional
Visitas guiadas a la exposición ‘Aida’: el Egipto imaginado
-11 de marzo, a las 12.00 horas | Teatro Real, Sala principal
Los domingos de cámara
Solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real
-11 de marzo a las 11.30 y 13.30 horas | Instituto de Historia y Cultura Naval. Museo Naval
Visita-taller para niños de 8 a 11 años
-13 de marzo a las 18.00 horas y 15 de marzo a las 12.00 horas | Museo Arqueológico Nacional
Visita especial a la cámara acorazada: Cara a cara con las Reinas de Egipto
-15 de marzo a las 19.00 horas | Museo Arqueológico Nacional. Salón de actos
Conferencia: La visión del antiguo Egipto en el Romanticismo: la egiptomanía
Por Antonio Pérez Largacha (Universidad Internacional de La Rioja)
-22 de marzo a las 20.00 horas | Retransmisión en directo de Aida
Radio Clásica retransmite la ópera en directo en España y para todos los países de la UER, Unión Europea de Radiodifusión.
-Fecha por determinar | Real Academia de la Historia
Coloquio en torno a Aida del Teatro Real.
Con Luis A. García Moreno, José Luis Díez y Mª Pilar León-Castro Alonso.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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