El concierto de San Ovidio, visión y ceguera

Reivindicación de Buero Vallejo y su realismo simbólico a cargo de Mario Gas

El concierto de San Ovidio, visión y ceguera
El concierto de San Ovidio - Teatro María Guerrero

Esta obra en tres actos de Antonio Buero Vallejo, estrenada en 1962, llevaba tres décadas sin reponerse, oculta por etiquetas partidistas y temporales. El Centro Dramático Nacional ha puesto en manos de Mario Gas una producción esmerada de un texto bien bueno, bien llevado a escena y bien interpretado. Un clásico español del siglo pasado. Teatro de mayor altura que las explicaciones vulgares que lo han siempre acompañado.

El argumento de ‘El concierto de San Ovidio’ está inspirado en un hecho histórico real. Valentin Haüy, un filántropo francés, asistió, en 1771 en Paris, a una representación de jóvenes ciegos en la feria de San Ovidio, plaza Louis XIV, en la actualidad plaza de la Concorde. Indignado por la reacción del público que se burlaba de los ciegos, Valentin Haüy fundó la Escuela para los jóvenes ciegos e inventó para ellos un método de aprendizaje de lectura, tras su encuentro en 1784 con la compositora y pianista Maria Theresia von Paradis, ciega desde los dos años de edad y que había aprendido por sí misma a leer textos y música palpando unos alfileres clavados en almohadones. Ya en 1825 Luis Braille ideó su sistema de puntos en relieve que aportaba a las personas ciegas una herramienta válida y eficaz para leer, escribir y facilitar el acceso a la educación, la cultura y la información. Eso revolucionó la existencia de las personas con ceguera y potenció su incorporación al mundo.

Pero algo más tiene que haber en la vida de Buero para que el tema de la ceguera le haya interesado tanto y para que la obra demuestre cierto acercamiento al impenetrabel mundo de los invidentes. La obra se desarrolla en 1771, quince años antes de la Revolución, en un hospicio del París, el Hospital de los Quince Veintes. Monsieur Valindin, un empresario artístico, ofrece a la priora una jugosa cantidad que puede sacar al asilo de su miseria a cambio de que seis mendigos ciegos que allí se acogen puedan trabajar para él en un espectáculo que planea presentar en la Feria de San Ovidio, apenas dos semanas después. Sólo quiere que hagan el ridículo y con ello atraer al público. Pero uno de ellos, David, pretende aprovechar la oportunidad para tocar de verdad y tocar bien, demostrando a los que ven que los ciegos no son seres despreciables, casi bestias sin razón, como se consideraba en la época. Adriana, la mantenida de Valindin, se enamora de David, mientras otro de los componentes de la orquestina, su joven protegido Donato, cae prendado de la seducción de Adriana, obligada a ello por Valindin. Al final llegará la solución individual, la venganza contra el malvado y el castigo implacable de la justicia terrenal.

Mario Gas ha realizado algunos cortes a un texto largo y reiterativo que ya fue cortado en anteriores puestas en escena y que debía habver sido más aligerado todavía, suprimiendo especialmente el epílogo final. Se centra en que la pequeña orquesta de ciegos manipulada por Valindin, representa a la sociedad de cualquier época, incluso la nuestra, manipulada y engañada por el poder y sus intereses. Pero realmente la historia supera la simplona moraleja de oprimidos contra opresores, y despliega un juego de caracteres universales en los que el malo no es tan malo y el bueno resulta un exaltado peligroso.

La obra no es perfecta y además de perderse a veces en meandros difusos, se basa en un supuesto poco creible como el perdido enamoramiento de Adriana por David, una ramera rescatada del arroyo prendida de un miserable y hosco invidente. Pero el texto es de gran calidad, la trama en su conjunto variada y amena, y el despliegue de personajes secundarios tan fabuloso como para erigirse en valioso muestrario humano. Las palabras responden a las emociones, los caracteres son complejos pero certeros, y todo ello se aprecia enormemente en una época de abundantes textos balbuceantes que nunca superan la media docena de personajes.

Gran aportación de este montaje es una escenografía original y versátil que se adapta a los diferentes ambientes en que transcurre la obra con la particularidad resaltable de un fondo de diferentes anchuras que permite una mayor originalidad en la entrada y salida de personajes. Es obra de Jean-Guy Lecat, autor en 2006 de la transformación de las naves del antiguo Matadero en un magnífico complejo treatral hoy día sometido a los vaivenes de la mala fortuna, que ya había trabajado para Mario Gas en el montaje del ‘Mahagony’ de Brecht que inauguró Las Naves del Matadero y posterioremente en ‘Avaricia, lujuria y muerte’ de Valle Inclan, en la temporada 2007-2008. El vestuario de época de Antonio Belart consigue un impacto evocador que agradecen los espectadores, y la iluminación de Felipe Ramos contiene sugerencias originales valiosas.

Una obra con quince personajes se la juega ineludiblemente en los papeles secundarios, que es donde este Concierto acierta plenamente, con personajes excelentes como ese carpintero bondadoso y ese policía corrupto, y sin duda el conjunto de ciegos mendigos. José Luis Alcobendas refleja magníficamente la complejidad de Valindin, el empresario filántropo, y lo mismo ocurre con Lucía Barrado en el papel de su Adriana, una mujer obligada como tantas a aparentar lo que no siente y capaz de audacia en el momento de la verdad. Difícil el papel del supuesto protagonista, ese ciego atormentado que interpreta Alberto Elías sin conseguir que entremos en sus tinieblas interiores, dejándonos en su bien trazado comportamiento externo. Y es que el autor dibuja un personaje más literario que real, un rebelde poco convincente cuya rebeldía aparece finalmente del todo contraproducente. ¿Lo quiso así Buero, quería aconsejarnos más realismo que idealismo en esta vida imperfecta, esa prudencia más voluntaria que forzada que él tuvo que desplegar durante toda su vida tras una juvenil audacia que casi le cuesta la vida?

Tuvo casi tantos premios -25- como obras, 27 exactamente. El año pasado la Comunidad de Madrid adquirió a sus herederos -viuda e hijo- su archivo literario por 250.000 euros, cuarenta manuscritos con notas y dibujos del dramaturgo. La familia donará este año su biblioteca personal y su correspondencia a la Biblioteca Regional. La última vez que uno de sus textos subió a las tablas del María Guerrero, donde se veló a este dramaturgo, fue en 2003, cuando Pérez de la Fuente montó Historia de una escalera. El autor había fallecido tres años antes de un infarto cerebral.
 
Nacido en Guadalajara, el 29 de septiembre de 1916. Terminada la guerra, es recluido en un campo de concentración y, una vez liberado, desoye la orden de presentarse a las autoridades y participa en actividades clandestinas por las que es detenido y condenado a muerte en juicio sumarísimo por “adhesión a la rebelión”. La condena a la pena capital dura ocho meses y su estancia en prisión un total de seis años y medio. En 1946, después de sucesivas rebajas de condena, se le concede la libertad provisional. Escribe varios dramas entre 1946 y 1949, de los que selecciona dos, Historia de una escalera y En la ardiente oscuridad, para presentarse al Premio Lope de Vega del Ayuntamiento de Madrid. Ambas piezas acaban compitiendo entre ellas en la deliberación final, y finalmente es Historia de una escalera la que recibe el galardón el 12 de junio de 1949. Considerado el premio de teatro más importante de entonces, su estreno se produjo con tan gran éxito de público y crítica que inmediatamente Buero fue catapultado a la primera fila de los autores teatrales. ‘Historia de una escalera’ se convirtió en hito de la renovación del teatro español de posguerra. Pronto alcanzó una importante repercusión en el extranjero. Sólo en Alemania se han estrenado y repuesto veinte de sus obras.

Calificó su teatro como de “realismo simbólico”, siempre sostuvo que los contenidos de sus obras no sólo tenían una carga política y social, sino también psicológica y existencial, y que detrás de facturas aparentemente realistas latían metáforas de claro contenido simbólico. En el nº 1 de la revista Primer Acto en abril de 1957 publicó una temprana autocrítica que nos merece reproducir en parte:

‘Ante mi obra, mi entusiasmo nunca ha sido grande. Siempre me encontré insuficientemente absorto en ella, mal dispuesto para realizarla, mal definido por mi propio quehacer. Contrariamente al creador que no duda de su vocación, dudo yo, no ya de la que hoy parece mía, sino de cualquiera otra afición que pudiera acometerme o me haya acometido […] Viene a ser, pues, el mío un teatro de carácter trágico. Está formado por obras que apenas pueden responder a las interrogaciones que las animan con otra cosa que con la reiteración conmovida de la pregunta; con la conmovida duda ante los problemas humanos que entrevé. Con frecuencia, llega esto en mis dramas a literal realidad: el «ritornello» de una frase clave o de una situación clave denuncian la final persistencia de las cuestiones planteadas […] La implícita convicción, por ejemplo, de que los hombres no son necesariamente víctimas pasivas de la fatalidad, sino colectivos e individuales artífices de sus venturas y desgracias. Convicción que no se opone a la tragedia, sino que la confirma. Y que, si sabemos buscarla, advertimos en los mismos creadores del género. Mas, al tiempo, convicción que abre a las mejores posibilidades humanas una indefinida perspectiva. Pese a las reiteradas desanimadoras muestras de torpeza que nuestros semejantes nos brindan de continuo, la capacidad humana de sobreponerse a los más aciagos reveses y de vencerlos inclusive, difícilmente puede ser negada, y la tragedia misma nos ayuda a vislumbrarlo […] Y así seguirá siendo, probablemente, en mis venideros años de labor, hoy todavía tan corta. Y hoy, como mañana, digna seguramente de olvido, mas acaso no del todo inútil en el actual panorama de nuestra escena’.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 7
Dirección, 8
Puesta en escena, 8
Interpretación, 8
Producción, 8
Programa de mano, 7
Información a los medios, 7

CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL
Teatro María Guerrero C/ Tamayo y Baus, 4 28004 Madrid
EL CONCIERTO DE SAN OVIDIO 
De Antonio Buero Vallejo
Dirección Mario Gas
Del 23 de marzo al 20 de mayo de 2018  
 
Reparto 
 
 Valindin – José Luis Alcobendas
Adriana – Lucía Barrado
Ireneo Bernier – Jesús Berenguer
Priora de los Quince Veintes –  Mariana Cordero
Dubois / Violinista – Pablo Duque
Nazario – Javivi Gil Valle
Sor Lucía / Catalina – Nuria García Ruiz
Jerónimo Lefranc – José Hervás
David – Alberto Iglesias
Gilberto – Lander Iglesias
Lucas – Ricardo Moya
Donato – Aleix Peña
Elías – Agus Ruiz
Latouche – Germán Torres
 
Equipo artístico
 
Escenografía – Jean-Guy Lecat
Iluminación – Felipe Ramos
Vestuario – Antonio Belart
Música original y audioescena – Orestes Gas
Videoescena – Álvaro Luna (AAI)
Ayudante de dirección – Montse Tixé 
Fotos – marcosGpunto
 
Producción Centro Dramático Nacional.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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