Fausto alemán, francés y español

Brillante y oportuno inicio de temporada en el Teatro Real

Fausto alemán, francés y español
Faust, de Gounod - Teatro Real

Aunque esta versión operística de Charles Gounod sobre el mito universal de vender tu alma a cambio de prebendas quita hierro al asunto y lo convierte en melodrama amoroso, el tema no puede estar más en candelero. Una monumental partitura y un montaje espectacular aunque disonante. Grandes voces y sobresaliente dirección musical para tres horas y media de gozoso agotamiento sensorial. Ópera a lo grande.

Se trata de una coproducción con la Nationale Opera & Ballet de Ámsterdam estrenada allí hace cuatro años y retrasada aquí quizás para abrir majestuosamente en el escenario y el palco real esta temporada del 200º aniversario de nuestra catedral musical. Estrenada en París en 1859, con una gélida respuesta, fue el  público prusiano el que la rescató del olvido, a pesar de ser tan superficialmente francesa, a pesar de sacrificar el sesudo enfoque germano de la obra de Johann Wolfgang von Goethe. O precisamente por ello, buscando simple solaz y entretenimiento. La obra se enmarca en la grandilocuencia de la grand opéra francesa, pero la belleza de las melodías, la orquestación refinada, las formidables partes corales, la dinámica sucesión de escenas, el sarcasmo de algunos diálogos y por supuesto la desgracia iluminada por la fe de la pobre Margarita, ese melodrama que hubiera espantado a Goethe, han hecho de ella pieza ascendente en el repertorio canónico.

Gounod escribió una música con la que no caben bromas no devaneos, necesitada de una batuta poderosa y sensible, y ha sido una suerte contar con la dirección musical del maestro Dan Ettinger, que debutaba en Madrid y lo ha hecho de forma impresionante, colocando al Coro y la Orquesta Titulares del Teatro Real a la altura necesaria.
 
Si la interpretación musical fue excelente, la interpretación escénica fue todo lo vistosa que se podía esperar de la marca de La Fura dels Baus, con Àlex Ollé en la dirección de escena apoyado en sus habituales colaboradores, el escenógrafo Alfons Flores y el figurinista Lluc Castells. Vistosa, aparatosa, llamativa, pero también confusa, caprichosa y exagerada, incapaz de contar la historia por sí misma sin recurrir a la sinopsis, y sin captar con precisión las variaciones del libreto sobre la concepción popular del mito que ha llegado a nosotros.

La dramaturgia tragicómica cubre con una mascarada fantasmagórica, con un despliegue alucinante de cyborgs y patanes, de terminators y pechugonas, el drama de un Fausto demasiado errante y una Margarita excesivamente despistada. El despliegue de Flores en módulos móviles, entramados cambiantes y mecanismos colgantes es de primera categoría, tiene fantasía e imaginación a raudales, pero no se integra en la trama, aunque potenciado por la sensacional iluminación de Urs Schönebaum vive por sí propio en momentos muy logrados. Algo parecido puede decirse de los figurines de Lluc Castells, a veces fulgurantes -Mefisto y las strippers, a veces perjudiciales – Siébel, Valentín y su tropa, Wagner y sus futboleros- oscilando entre el sosaina Faust y las matronas un poquito faltonas.

A Àlex Ollé debe obsesionarle el mito de Fausto porque es la cuarta vez a lo largo de su carrera en La Fura dels Baus que lo enfrenta ─después de F@ust 3.0 (1997), La damnation de Faust, de Hector Berlioz (1999), y la película Fausto 5.0 (2001)─ . Ha querido alejarse de la lectura más superficial de la partitura, ahondando en la cuestión que atraviesa toda la obra de Goethe: la búsqueda de la vida no vivida. Mefistófeles instiga a Fausto a satisfacer los deseos que ha ocultado, las pulsiones que ha sublimado y las perversiones que ha camuflado. Mefistófeles como alter ego de Fausto: el diablo que lleva escondido. Así contado puede uno retrotraerse a lo que ha visto y encontrarle más sentido. Pero siendo loable el intento, la evolución de Fausto se pierde en un marasmo sobrecargado, desaparece sin saber por qué, y se desdibuja por los infiernos de El Bosco y las mazmorras de Bagdad, aunque finalmente, sí, él y el diablo llevan el mismo traje, él y el diablo quedan frente a frente, y él queda preso en el averno mientras Mefistófeles se mofa satisfecho.
 
El laboratorio tecnológico resulta artificioso sin que nos cuenten lo que pretenden, un inmenso ordenador que simula el cerebro humano, con sus trampas y fantasías, del que van surgiendo arquetipos de la sociedad actual que tampoco los menos agudos distinguimos. Por el contrario, el último banquete es una escenificación muy lograda con esas deformaciones monstruosas de los protagonistas. En nuestra modesta opinión, las conexiones de redes informáticas que caen del techo, esas madejas de cables que parecen vivas, es el punto fuerte y distintivo de la propuesta artística, en cuyo favor hay que decir que ya tiene cuatro años y eso pesa.

Todo ello es una introducción al meollo de la cuestión, las voces y las actuaciones del reparto, los intérpretes y sus personajes. Aún sin ser lo expertos que nos gustaría, sí que nos atrevemos a valorar con casi un sobresaliente de nota general. Entre los protagonistas del primer reparto, nos inclinamos por nombra en primer lugar al bajo-barítono venezolano Luca Pisaroni en un Mefistófeles arrollador vocal y actoralmente, seguido de la soprano letona Marina Rebeka que hizo una Margarita de fabuloso registro, y del ‘auténtico’ tenor polaco Piotr Beczala cuyo Fausto fue vocalmente más poderoso que en la parte actoral. Un barítono de los que no juegan a tenores, una soprano pura y un tenor ‘de los de antes’, todos de los que se necesitan ahora y de los que van a figurar sin duda en el futuro. Destaquemos además especialmente a la mezzo Serena Malfi haciendo un sensacional travestido Valentin.

Estrenada en el Teatro Real en 1865, seis años después de su fría première en Paris, fue esta una de las óperas más representadas en él hasta su cierre en 1925. Tras su reapertura consta que hubo diez funciones en febrero de 2003, con una producción de homenaje al dramaturgo marxista Gotz Friedrich. Pero no consta sin embargo que en febrero de 2009 hubo nueve funciones de ‘Faust-Bal’ (ver nuestra reseña de entonces), con música de Leonardo Balada (1933) y libreto de Fernando Arrabal, una producción propia y estreno absoluto, llevada a la escena por Joan Font y Els Comediants, que fue lo único que se libró de la quema.

Así que fatigoso pero armonioso Faust de Gounod, con lazos amarillos a traición y separatistas que están allí y aquí, sacando de todos lados mientras los tontos de los españoles se dejen. Fausto que personifican muchos políticos de hoy -citemos solo al presidente del gobierno y al president autonómico catalán- pero que como mito universal necesitaría ser puesto al día. ¿Por qué el mundo se divide en faustos triunfadores e infaustos desdichados, cuáles son más número? Fausto vive en el Teatro Real, en Periodista Digital y en La Moncloa. En todos sitios y en todos lados.

Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 9
Dirección musical: 9
Dirección artística: 7
Voces: 8
Interpretación: 8
Escenografía: 7
Orquesta: 8
Coro: 8
Producción: 8

 
Teatro Real
FAUST
Ópera en cinco actos
Música de Charles Gounod (1818-1893)
Libreto de Jules Barbier y Michel Carré, basado en la obra Faust et Marguerite (1850) de Michel Carré y en la obra homónima (1808) de Johann Wolfgang von Goethe
Estrenada en el Théâtre Lyrique de París el 19 de marzo de 1859
Estrenada en el Teatro Real el 18 de enero de 1865
Nueva producción del Teatro Real,
en coproducción con De Nationale Opera & Ballet de Ámsterdam

EQUIPO ARTÍSTICO
    Director musical    Dan Ettinger           
    Director de escena    Àlex Ollé
    Colaboradora en dirección escena    Valentina Carrasco
    Escenógrafo y diseñador de vídeo    Alfons Flores
    Iluminador    Urs Schönebaum
    Figurinista    Lluc Castells
    Director del coro    Andrés Máspero
   
        REPARTO
    Faust    Piotr Beczala (19, 22, 24, 28, 1, 4, 7)
        Ismael Jordi (20, 23, 27, 30, 3, 6)
    Méphistophélès    Luca Pisaroni (19, 22, 24, 28, 1, 4, 7)
        Erwin Schrott (20, 23, 27, 6)
        Adam Palka (30, 3)
    Marguerite    Marina Rebeka (19, 22, 24, 28, 1, 4, 7)
        Irina Lungu (20, 23, 27, 30, 3, 6)
    Valentin    Stéphane Degout (19, 22, 24, 28, 1, 4, 7)
        John Chest (20, 23, 27, 30, 3, 6)
    Wagner    Isaac Galán
    Siébel    Serena Malfi (19, 22, 24, 28, 1, 4, 7)
        Annalisa Stroppa (20, 23, 27, 30, 3, 6)  
    Marthe    Sylvie Brunet-Grupposo (19, 22, 24, 28, 1, 4, 7)
        Diana Montague (20, 23, 27, 30, 3, 6)

        Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
    Duración aproximada    3 horas y 15 minutos
        Parte I: 1 hora y 40 minutos
        Pausa de 25 minutos
        Parte II: 1 hora y 10 minutos
    Fechas    19, 20, 22, 23, 24, 27, 28, 30 de septiembre
        1, 3, 4, 6, 7 de octubre      
        Estreno de la temporada de ópera 2018-2019
        con el mecenazgo de Japan Tobacco International.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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