Calígula, armatoste y galimatías

La obra de Albert Camus resulta pesadísima en una producción desafortunada

Calígula, armatoste y galimatías
Calígula - Teatro María Guerrero

Impenetrables nos resultan las razones de subir de nuevo a los escenarios esta pieza pretenciosa, inmadura e insufrible escrita hace tres cuartos de siglo por un premio nobel francés de vida tortuosa y obra sobrestimada. Nada en esta reposición la justifica. Y sin embargo lleva año y medio representándose. Misterios de la farándula.

La leyenda de un emperador psicópata y depravado sirvió al joven intelectual existencialista Albert Camus para ver en Calígula no solo un asesino y un dictador, sino alguien que pretende eliminar la muerte e implantar la felicidad absoluta aun sabiendas de que es imposible. El autor resumió así la pieza: ‘Obsesionado con la búsqueda de lo absoluto, envenenado de desprecio y horror, intenta ejercer, a través del asesinato y la perversión sistemática de todos los valores, una libertad que finalmente descubre que no es buena. Rechaza la amistad y el amor, la solidaridad humana sencilla, el bien y el mal. Pero, no se puede destruir todo sin destruirse a sí mismo’. Calígula sería la historia de un suicidio provocado tras asumir la imposibilidad de la libertad y la salvación individual.

En fin, enrevesada disquisición filosófica imposible de poner en escena de manera medianamente digerible. Pero Mario Gas sin arredrarse ante la dificultad lo intenta; pretende encontrar conexiones actuales exponiendo cosas como ‘los caminos erróneos del poder, el helor que produce existir, el abismo existencial, la arbitrariedad más brutal contra una casta corrupta, la autodestrucción en este extraño y atrayente texto teatral’.

Texto discutible en el fondo y obsoleto en la forma dramática. Una puesta en escena de lo peor de Paco Azorín en mucho tiempo, con un vestuario espantoso y un par de números musicales realmente deprimentes. Una producción de aprobado raspado que se une a una interpretación colectiva muy deficiente, en un generalizado tono cansino y erráticas evoluciones del elenco en escena, con chocantes entradas y salidas de la misma. Se puede pensar que el protagonista, Pablo Derqui, es la víctima principal del desaguisado, pero se puede suponer también que es el principal cómplice, apareciendo felicísimo en todos sus excesos, especialmente en esos dos números musicales de infausta memoria ya citados anteriormente. Los corifeos masculinos están desastrosos, Mónica López poco acertada como Cesonia, Bernat Quintana apenas pasable como Escipión, manteniendo el tipo Borja Espinosa y Xavier Ripoll como Quereas y Helicón, dos personajes casi intercambiables.

Si puesta en escena, dramaturgia e interpretación naufragan en este Calígula debe ser sin duda en parte atribuible a un texto muy difícil y de dudoso interés, pero también a un trabajo poco inspirado del director, un borrón de esos que se escapan a cualquier escribano.

La obra es fea en la forma e intragable en el fondo. Se hace inaguantable en su larga duración, y se termina desconectando de unas argumentaciones retorcidas y carentes de interés. Por desgracia, todo un desacierto.

Cayo Julio César Augusto Germánico vivió 29 años, los cinco últimos como tercer emperador del imperio romano. Las escasas fuentes documentales disponibles se centran en su crueldad, extravagancia y perversidad sexual, presentándole como un tirano demente; pero su fiabilidad es muy cuestionable. Un personaje pues, más legendario que verídico con el que Camus abordó el primero de sus tres planificados ciclos creativos: el absurdo, la rebelión y el amor, cada ciclo compuesto de una novela, un ensayo y una obra de teatro. Calígula pertenece al ciclo absurdo junto a la novela El extranjero y el ensayo El mito de Sísifo. El segundo ciclo se compone de La peste (novela), El hombre rebelde (ensayo) y Los justos (juego). Su novela inacabada, El primer hombre, junto al ensayo El mito de Némesis y la obra de teatro Don Fausto componen el tercero.

Albert Camus vivió 47 años y escribió Calígula en 1939 -a sus 26 años de edad-. y no se llevó a escena hasta 1945, estando en cartel un año entero. Calígula no es una obra política preocupada por los males intrínsecos y extrínsecos de la política sino una pieza sobre el absurdo de la condición humana. El autor veía tanto en el cristianismo como en el marxismo un enfoque maniqueo del problema. Los dos dependen de fuerzas mesiánicas -Jesucristo o el partido comunista y la clase obrera, y creen en un final feliz, el Día del Juicio para los cristianos, el comunismo puro para los marxistas. Él era nihilista y el accidente en el que falleció quizás fuera tan buscado como por Calígula su asesinato ritual y colectivo.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 4
Texto, 6
Dirección, 5
Interpretación, 6
Puesta en escena, 5
Producción, 5
Programa de mano, 7
Documentación a los medios, 7

CDN – Teatro María Guerrero
Calígula, de Albert Camus
Dirección: Mario Gas
Del martes 4 al domingo 30 diciembre de 2018

Reparto (por orden alfabético) 
Calígula     Pablo Derqui
Quereas     Borja Espinosa
Corifeo      Pep Ferrer
Cesonia     Mónica López
Corifeo      Pep Molina
Corifeo      Anabel Moreno
Corifeo      Ricardo Moya
Escipión     Bernat Quintana
Helicón     Xavier Ripoll

Equipo artístico: Borja Sitjà (Traducción), Mario Gas (Dramaturgia y dirección), Paco Azorín (Escenografía), Quico Gutiérrez (Iluminación), Antonio Belart (Vestuario), Orestes Gas (Música y espacio sonoro) y Toni Santos (Caracterización).

Producción Teatre Romea, Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y Grec 2017 Festival de Barcelona.
Horario: de martes a domingo a las 20 h.
Duración: 1 hora 55 min. aprox.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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