Motivos para salir corriendo

Los grandes manipuladores siempre se presentaron como ángeles. Me impresionó especialmente Elmer Gantry, el personaje que Burt Lancaster interpreta en la genial película de Richard Brooks que aquí se llamó “El fuego y la palabra”, un predicador hipócrita que va engañando a todos, alzándose para su exclusivo beneficio sobre las grandes palabras, sobre el dolor y la necesidad de creer del ser humano. Un canalla mentiroso que al final es descubierto, porque en las películas, al menos en las clásicas, casi siempre hay justicia. Suele ser el único sitio en que la hay. Más que en el Tribunal Constitucional, desde luego.

Otro de mis personajes favoritos, en cuanto a impostores, junto al Tartufo de Molière, es el de la fascinante Anne Baxter de “Eva al desnudo”, la obra de Joseph Leo Mankiewicz en la que se nos muestra al mal mismo cubierto de delicadeza y seducción. Ya nuestra madre Celestina aparecía, ante la desprevenida juventud, halagadora y cercana, tan atractiva en su cinismo, en su ausencia completa de escrúpulos, admirable madrina del placer ajeno en el que ella hozaría para su medro, para el cuidado de su jardín de podredumbre. Más justificable, más humana, en cualquier caso, que un político que no se juega la subsistencia, sino sólo el predio de su ambición. La ambigüedad es la nota común de todos ellos. Esa maldad que no se muestra es la que más nos atrae, hay algo en ella que se va apoderando de nosotros, que nos va rodeando hasta dejarnos sin voluntad. Todo el que ha sido traicionado por uno de estos simuladores sabe de lo que hablo.

De todo el daño que Rodríguez Zapatero ha hecho a la convivencia y la democracia, hoy creo que lo peor ha sido trasladar el debate democrático, en el que -salvo los derechos humanos- cabe todo, al territorio elmergantryano de los sentimientos, los sermones, los pecados. Ha sido siempre uno de los rasgos definitorios de los totalitarismos. Cual Savonarola con vaselina, él y los suyos no han cesado de descalificar a quienes se les oponían, arrojándolos a las tinieblas exteriores al sistema. El que levantaba la voz se convertía de inmediato en un agente de la extrema derecha, un maldito. Las soflamas rabiosas de doña Carmen Chacón llamando a la unión de todos los partidos catalanes para la exclusión del PP, al que han pintado en los carteles como gángsteres de “Reservoir dogs”, o su famoso Pacto del Tinell, son ingredientes esenciales para entender la consideración de enemigos públicos, antipatriotas, que les ha caído a todos los disidentes del nazional-sozialismo, incluidas las amenazas y las agresiones también contra los miembros de Ciudadanos y del partido de Rosa Díez, UPD.

Con el discrepante no se debate porque es parte de una conspiración contra la angelicidad intrínseca del líder: judíos, burgueses, comunistas, monárquicos o zaristas, elementos contrarrevolucionarios, gusanos, o que, simplemente, sabían leer, como en las ejemplares China comunista de Mao y la Camboya de los jemeres rojos de Pol Pot, dos de los mayores asesinos de la Historia. Todos los adversarios fueron primero estigmatizados, y luego eliminados. Es de esa tarea sostenida de difamación, que a todo demócrata debería producirle rechazo y condena, de la que han crecido los “fuera fascistas de la universidad” y el resto de agresiones que hemos visto estos últimos tiempos, entre la connivencia y el silencio tanto de la izquierda como de unas autoridades universitarias cuyas conductas resultan especialmente reveladoras de la postración intelectual y el sectarismo ético de la institución. Alguien tendrá que afrontar alguna vez el limbo de los únicos funcionarios públicos carentes de controles democráticos externos.

No consigo evitar, frente a estos acontecimientos, el perfume evocador de todos los que persiguieron la libertad (porque la libertad no es abrir algunas libertades para unos y menospreciar a los demás, como hizo ZP con las víctimas del terrorismo al considerarlas cosa del pasado, rémoras: ¿es que no se acuerdan de la “foto de futuro” entre la batasuna Goiricelaya y la socialista vasca Zabaleta?), cuando veo a los que hoy dicen representar al socialismo español con la Z en la solapa, la Z en los atriles, la Z en los cartelones gigantescos de la propaganda. Me sumerge en una atmósfera de ficción de segunda, en los escenarios acartonados del cine de serie B norteamericana, en la iconografía de alguna mala secuela de Indiana Jones en combate contra algún grupo de nuevos arios, todos identificados bajo la Z o cosa parecida. Un parafascismo algo bobalicón, sin duda, que confío en que un PSOE sin ZP abandone al completo, como si hubiera sido un mal sueño. ¿Dónde quedaron los puños y las rosas? Parece inconcebible que una izquierda que se pretende socialdemócrata pueda haber sido llevada al degolladero ideológico del culto a la personalidad.

La culminación ha sido ese discurso continuado de la ‘alegría’ y los grandes conceptos acabados en Z. La bondaZ, la pluralidaZ, la verdaZ (este, especialmente sangrante), la igualdaZ y la paZ. Un auténtico bochorno que impide que la política se desenvuelva en el terreno de la racionalidad para elevarse a esa angelicidad de lo indiscutible, tratando a los ciudadanos como disminuidos, sujetos a una tutela moral por la que el Gran Líder Angélico les guiará hacia lo único que ya le falta por ofrecernos: la InmortalidaZ.

Lo que pasa es que luego los ojos se le quedan fríos, más glaucos ya que azules, agarrotado el rictus de la boca. Todo lo contrario de lo que me decía una vieja amiga: que los hombres debían tener la sonrisa canalla y la mirada limpia. Pero eso eran los hombres, claro, no los dioses.

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