Me parece una película educativa que muestra el destrozo que hace la droga y el alcohol en el cerebro, aunque da un halo de esperanza mostrando las complicadas experiencias que se suceden en una clínica de desintoxicación.
La dirección de Sam Taylor-Johnson es más que correcta y Aaron Taylor-Johnson, el actor principal, recrea perfectamente la figura de un drogadicto absolutamente consumido que se encuentra entre la vida y la muerte.
La secuencia más instructiva es cuando, sentado en el banco de un parque, repasa cómo la droga fue metiéndose lentamente en su vida hasta absorber el control de sus actos.
Aunque no aporta nada especial, es muy importante recordar los efectos destructivos de la droga y crear films que no dejen de mostrar lo fácil que es caer en esa vida infernal.
Especialmente didáctica para la juventud.
2½ ★★½