¿Por qué hoy no amanece? ¿Por qué todo es oscuro? ¿Por qué estalla el silencio más aterrador? ¿Dónde está la vida? ¿Qué ha pasado? ¿Cómo es posible este drama? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué…? Hoy es once de marzo.

La mirada perdida de una niña atraviesa el andén. Su tebeo ya es obituario. Lo que antes era arcoiris, ya es penumbra. Es un comic sin ilustraciones, sin contorno, sin voz: es un mar negro, que clama contra la injusticia. La suya, antes infantil, es ya mirada anciana, que se pregunta un por qué que sabe irracional. Que se responde mirando las calendas tristes y reafirmado lo que sabía y quería olvidar: hoy es once de marzo.

¡Malditos sean los once de marzo! ¡Malditas sean las mañanas que no amanecen! ¡Malditas sean las interrupciones de la radio que, alteradas, informan de que Atocha es muerte! ¿No vale, maldito destino, aterrador destino, inmisericorde destino, desenchufar las ondas y que la pesadilla sólo sea un mal sueño que se repara con el despertar? ¡¿Por qué el despertar en este once de marzo sólo puede desembocar en horror?!

Cinco años después… y hoy es once de marzo. Lágrimas secas rasgan el rostro de los que recibieron la metralla en las estaciones del Vía Crucis más dantesco. Silencio y vacío es lo que llena el alma viva en los cuerpos sin vida. Muerte en vida es el castigo de los que más amaron a los héroes que no querían serlo. Olvido sin anestesia es lo que se nos exige a los testigos que nos contamos por millones. Hoy, maldito sea, es once de marzo.

¿Sirve el odio? ¿el rencor? ¿la ira? ¿la venganza? ¿Apaga tal alud de migrañas del sentir el desasosiego del recuerdo? ¿Qué nos queda? ¿Qué hacer? ¿Cómo apagar el fuego de la ignominia? ¡Es imposible! Un dardo en gangrena masacró para siempre una fecha en el calendario de los hijos de Cervantes. Alá no lo sabía entonces, pero unos que decían leer su palabra la pervirtieron un once de marzo en que España murió.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA