Desde que el aborto se despenalizara en España en 1985, más de un millón de vidas han sido segadas antes de nacer. Por ellas, y por las que serán devastadas en el futuro próximo, quiero decir que a mí sí me importa. Que ‘cada vida importa’. Una ley que ha sido un agujero negro por la que en la práctica se establecía el aborto libre, dará paso a una situación en la que esa muerte será un derecho. El ser más indefenso se quedará sin poder ejercer su derecho básico: vivir. Tener la oportunidad de vivir para al fin morir.

Por eso, dentro de unas horas estaré en Madrid. No me importa ni me fijo en quiénes convocan a modo de condición para asistir. A unos los valoro más que otros, pero no me siento instrumentalizado. No me importa que vaya José María Aznar, al que admiro por muchas cosas, pero no porque en sus ocho años de gobierno se produjeran más 500.000 abortos. El PP, por miedo, mantuvo una ley que tenía un socavón: el pretexto de los problemas psicológicos. Barra libre. Lo sabemos todos. Quien quiera abortar hoy, ya lo puede hacer sin ningún problema en nuestro país. El plazo, con la actual legislación, son tres meses. Ahora, aparte de un sistema de plazos mayor, hay una diferencia básica: es un derecho. No me importan ciertos colectivos a los que hecho en falta en otras batallas. Insisto, no me siento instrumentalizado. Voy por mí. Por defender un derecho. Otro muy diferente al que nos quiere vender este Gobierno.

Yo estoy por el derecho a vivir de quienes no pueden defenderlo. De los que son inocencia pura. De los que tendrían que poder decidir si quieren tener la oportunidad de nacer, crecer, amar, equivocarse, llorar, emocionarse, odiar, envilecerse, creer… Es por los que no tuvieron esa oportunidad que yo sí tuve. Es por los que pueden no tener esa oportunidad que yo sí tuve. Por ellos y por mí. Porque no puedo callar ante algo que dentro de muchos años será visto como un horror y un error.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA