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Las estadísticas son abracadabrantes: uno de cada tres pasajeros sufre aerofobia.
El miedo a volar puede ser una fobia en sí misma, sustentada generalmente por la posibilidad de sufrir un accidente; un riesgo que, sin embargo, es menor que en cualquier otro medio de transporte, especialmente el coche.
En ocasiones, sin embargo, la aerofobia tiene otros componentes que pueden agravarla, como es la claustrofobia o el miedo irracional a la altura (acrofobia).
En cualquiera de los casos, este miedo a coger un avión causa un intenso sufrimiento a quien lo padece, que solo atenúa una atenta azafata:
SERVICIO A BORDO
- -Azafata, ¿me pone un whisky?
-Lo siento, señor, vamos a tomar tierra.
-El resto del pasaje que tome lo que quiera. Yo prefiero un whisky.
TURBULENCIAS
- Un avión cayendo en caída libre, un pasajero se despierta y pregunta agitado a la azafata:
-¡Azafata, azafata!, ¿vamos a tomar tierra ya?
A lo que la azafata, sarcástica, le contesta:
-¿A tomar tierra?, ¡te vas a hartar!