Un sueño sin interpretación, por…JUAN JOSÉ MILLÁS

Soñé que compraba en el mercado un cochinillo para agasajar a unos invitados a los que no recuerdo.

Al llegar a casa, colocaba al animal sobre mi cama, que extrañamente funcionaba como horno, quizá como parrilla.

Estaba entero, de manera que de vez en cuando le daba la vuelta para que se hiciera a la vez por todas las partes.
Cuando la piel del cochinillo empezaba a dorarse, el animal salió corriendo de la cama y recorrió la casa dando gritos de dolor.

Intenté cogerlo un par de veces, pero además de escurrirse con enorme facilidad, quemaba. La escena sucedía en el piso de arriba, donde se encontraban los dormitorios.

En el de abajo, los invitados tomaban un aperitivo acompañados de mi esposa. Qué pensarán, me dije, si escuchan los aullidos del cerdo.

Mientras el animal corría de un extremo al otro del piso como huyendo de sí mismo y llenando la casa de decibelios dolorosos, mi angustia subía de tono.

Sufría por los invitados, desde luego, pero también por el cochinillo, cuya piel (o corteza) estaba literalmente abrasada, es decir, churruscante, y por eso mismo enormemente apetitosa.

En una de sus enloquecidas carreras, el animal entró en el cuarto de baño y saltó al interior de la bañera.

Entonces, tomé instintivamente la ducha y comencé a echarle agua fría por todo el cuerpo, lo que pareció aliviarle, pues dejó de agitarse y de gemir.

Gracias a esta tregua, pude recuperar, siempre dentro del sueño, el pensamiento racional.

¿Cómo es posible, me pregunté, que el cochinillo esté vivo si cuando lo traje del mercado estaba completamente vacío, sin vísceras?

Pero sobre todo, ¿por qué lo he puesto a asar sobre la cama si la cama no asa?

Disimuladamente, aprovechando que el cochinillo estaba calmado, le pasé la mano libre por debajo y comprobé que estaba abierto y limpio. De modo, le dije, que eres un impostor.

El animal me miró como si lo hubiera descubierto. Entonces, le golpeé en la nuca con la alcachofa de la ducha y cayó, muerto, sobre el suelo de la bañera.

Recogí el cuerpo, bajé con él a la cocina y lo metí en el horno, donde terminó de hacerse enseguida.

A los halagos de mis invitados, respondí que el cochinillo lo único que necesitaba para hacerse bien era agua. Al despertarme, anoté el sueño, pero no he logrado interpretarlo.

GORRIN ASADO – COCHINILLO

Ingredientes:

1 gorrín (cochinillo)

Sal

2 cucharadas de vinagre

100 g. de manteca de cerdo

Modo de hacerlo: El gorrín, que para que sea fino, debe ser del tamaño que corresponde a la edad de 21 días, se repasa pelándolo bien, escaldando las partes que lo necesiten más, o quemándolo con llama de alcohol.

Se raspa bien con un cuchillo, se lava y se seca con un paño.

Se le pone sal fina por todas partes, frotando con las manos, se embadurna de la misma forma con dos cucharadas de vinagre y se mete a horno fuerte en la parte de abajo, sobre rejilla y con bandeja cóncava debajo.

El gorrín se coloca con la parte de dentro hacia arriba.

En cuanto esté caliente, se va frotando con bastante frecuencia, con la manteca de cerdo.

Para ello se tiene preparada la manteca, pegada a una cuchara de palo en la nevera e incluso en el congelador, para que esté bien firme y no se deshaga con el calor.

Cuando esté bastante dorado, se le da la vuelta, poniendo con la piel hacia arriba y teniendo ahora más cuidado de seguir embadurnándolo con la manteca, con el fin de que la piel no se queme y sí quede crujiente.

La temperatura del horno, que al principio debía ser fuerte, se debe ir bajando y que se termine de hacer a unos 200°

Otra cosa que hay que cuidar, es que el jugo que desprende el gorrín al asar, no se queme.

Para ello, se debe echar porciones pequeñas de agua en la bandeja de abajo con el fin de conservar el jugo jugoso y al mismo tiempo, esto contribuye a producir vapor, que favorece al asado. Quedará más jugoso. Esta agua que se añade, nunca se debe echar sobre el gorrín, sino a la placa.

Se sirve muy caliente, recién sacado del horno, en una fuente caliente. El jugo del gorrín colado, en salsera.

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Autor

Mª Rosario Aldaz Donamaría

Mª Rosario Aldaz Donamaría, profesora de cocina y repostería, autora libro escuela de cocina navarra "El Bosquecillo" y abierta a cualquier sugerencia, opinión o comentario.

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