Son frutos de color rojo intenso y tamaño de uva, con un sabor entre arándano y cereza y crecen en los valles entre las montañas tibetanas del Himalaya.
Ya se utilizaban desde el año 1.590 antes de N.E. por los médicos de Oriente y modernamente se han puesto de moda en Occidente porque se ha descubierto que refuerzan el sistema inmune y mantienen la juventud, mejoran la vista y regulan el apetito y el sueño.
Con razón los habitantes de aquellos valles gozan de salud y longevidad, sin cáncer, diabetes, artritis ni enfermedades del corazón.
Claro que además de consumir estos frutos viven a 4.000 metros de altitud y sin contaminación.
La riqueza en nutrientes de estas bayas es muy alta, además su consumo ayuda a reducir el peso, regular el colesterol y la glucosa en sangre.
Actualmente llegan al mercado de los herbolarios en forma de pasas, en bolsas que se venden a unos 15€.
Algunas personas han sembrado las pequeñas simientes y se aclimata con facilidad, aunque no se sabe aún si los resultados serán los mismos que con los frutos del Himalaya.