En la compra.
Antes de comprar las uvas, agite el racimo muy suavemente. Los granos deben permanecer en su sitio. Si cae alguno, la uva está demasiado madura. Los racimos deben ser macizos y los frutos firmes, con piel lisa y de color y tamaño uniformes. En caso de adquirir una variedad de uva negra o roja, no debe presentar ninguna señal verde. En cualquier caso, la piel de los granos de las uvas no debe estar arrugada.
En el frigorífico.
Una vez adquiridas en buenas condiciones, las uvas pueden permanecer en el frigorífico hasta el momento de su consumo. Ahí se pueden conservar hasta quince días. Se aconseja sacarlas de la nevera una hora antes de consumirlas para que tengan todo su aroma y sabor.
En la cocina.
Las uvas frescas suelen consumirse en crudo. Una opción es tomarlas acompañadas con queso. Hay uvas, como la variedad moscatel, que combinan bien con alimentos como el foie gras. Las uvas también forman parte de las macedonias y otros postres. Un subproducto muy conocido y apreciado de las uvas es el mosto o zumo de uva, que se obtiene al triturar y licuar los granos de uva enteros, con piel y sin pepitas. A diferencia del vino, mantiene las propiedades naturales de la fruta de la que procede y carece de alcohol.
En la salud.
Aunque su composición varía en virtud de si es negra o blanca, la uva es una de las frutas con mayor contenido en azúcar. Destaca su contenido en ácido fólico (para la producción de glóbulos blancos y rojos), vitamina B6 (ayuda a mantener la función normal del cerebro) y boro (prevención de la osteoporosis).
La uva, por su contenido en fibra, es un laxante suave. Se aconseja en caso de estreñimiento, colesterol alto y tensión elevada. En los últimos años, investigaciones han destacado la presencia en su piel de antioxidantes como el resveratrol. A este componente diversos especialistas le atribuyen eficacia para inhibir o bloquear el crecimiento de un tumor cancerígeno.
