El principesco Alexandra

Marie José Martín (PD)-. Abadía de Westminster, Londres, 28 de febrero de 1922. Victoria Alexandra Alice Mary, princesa real e hija de Jorge V, monarca del Reino Unido, da el sí quiero a Lord Henry Charles George, Vizconde de Lascelles, convirtiéndose en Mary, Princesa Real de Inglaterra y Condesa de Harewood.

Entre manjares servidos, desató las pasiones de los distinguidos invitados un sublime mix de coñac, crema de cacao oscuro y nata, el Brandy Alexander.

En realidad, fue, rindiendo pleitesía a la aristócratica novia, una aligerada variación del fuerte “Alexander”, famoso cóctel neoyorquino degustado desde 1910. Esa creación, obra de un ignoto benefactor de la humanidad sedienta, consistía en una generosa mezcla de gin, crema de cacao blanco y nata fresca.

En enero de 1920, la estirada Prohibición estadounidense, en un ataque de moralina desmedida orquestrado por las «Temperance Leagues«, demonizó a cualquier destilado sobrepasando los 10º. El Brandy Alexander no escapó a la histeria colectiva.

El resultado se llamó Al Capone, que se las arregló, mediante su red de crimen organizado, para que las ciudades «dry» (secas) sean nuevamente «wet» (mojadas), lo que atizó las iras del «establishment» y feuchas damas del metodista Temperance Movement.

En medio, los sequísimos gaznates del pueblo llano y agazapados por doquier, los míticos Untouchables (Intocables) sin blanca ni medios, luchando a destajo para que se respete el dichoso Articulo XVIII de la estricta Constitución patria.

Como consecuencia, nació la edad de oro coctelera, con la imaginación al poder y más copas que nunca en circulación. La treta consistió en combinar nata, leche, zumo o lo que sea con género de contrabando, permitiendo al personal enmascarar la malísima calidad del letal alcohol y recobrar de rositas la senda vedada de los anhelados paraísos dionisíacos.

También eclosionaron los bares clandestinos o speakeasies, donde se celebraba interminablemente la happy hour, con copitas de irresistible sabor y color, al son del emocionante jazz pantanoso de los alegres «Roaring ’20» (rugientes años 20).

EL ORIGEN DEL ALEXANDRA

En la más tolerante década de los ’50, tres sesudos estudiosos del resucitado arte cóctelero, David Embury, Jack Townsend y Tom Moore Mc Bride, decidieron resucitar el ADN del Alexander, sustituyendo el gin por coñac.

Los muy caballeros apodaron el reformado cóctel Alexandra, reverenciando así a la lady británica de rancia alcurnia y superlativo mix nupcial. En la actualidad, el principesco combinado aterciopelado, engañosamente suave y atinadamente subidito de tono, es uno de los predilectos de las féminas.

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Autor

Marie José Martin Delic Karavelic

Marie José Martin Delic Karevelic, apasionada periodista culinaria autora del blog ‘Fogon’s Corner’ en Periodista Digital.

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