La demostración de una sexualidad en las plantas, rechazada por el clero decimoséptimo, se debe a 36 años de observación de las mismas por el botanista francés Sébastien Vaillant.
La paciente experiencia acabó en ruina económica y física, pero el científico dejó un testimonio fundamental, el Botanicon Parisiense, introduciendo por fin los términos contemporáneos de estambre, ovario y óvulo. El Pistacia vera o pistachero sirvió de cobaya para tal útil cometido.
Ese árbol, de la familia de las Anacardiaceae, sitúa su origen entre Asia Occidental y Menor, cultivado profusamente primero en el mundo greco-romano antes de colonizar toda la cuenca mediterránea.
Crudos, tostados, alegrando salsas, tarrinas, patés, postres, helados, sus frutos, auténtica delikatessen, rebosan de potasio, cobre y magnesio, desplegando su sutileza única con otro suma tentación, el chocolate.
Por tanto, ¡a sus delantales! Precalentar su horno a 200º. Hervir 10 cl. de leche con 60 gr. de pasta de pistacho y el interior de vaina de vainilla. En el vaso de la batidora, mezclar 3 huevos enteros más una yema con 100 gr. de azúcar blanco, 150 de harina blanca, 50 de mantequilla salada fundida, una cucharada de nata espesa y un sobre de levadura química.
Dividir el resultado obtenido en dos cantidades iguales. Agregar en la primera 50 gr. de pistachos machacados y la leche anterior. Fundir una tableta de chocolate (a 70% de cacao) al baño maría y incorporarla a la parte restante.
Verter un molde de cake primero la masa achocolatada y encima, la de pistacho. Cocer a 180º unos 35-40’. Dejar entibiar, cortar en lonchas, degustar con bolitas de helado de chocolate y de pistacho, o con té de bergamota.