Merienda con delicioso aroma a achicoria

Después de tantos juegos en la playa, se impone una merienda en condiciones con un cereal delicioso, sabiendo ligeramente a café y caramelo, la maravillosa achicoria.

El blocus napoleónico de 1806 impidiendo la llegada de los barcos británicos proveedores del café en suelo continental impuso su boga. Su aroma, sabor y color casi similares al llamado vino del Islam sustituyeron felizmente el codiciado brebaje sombrío, aplicándole iguales usos y recetas. En repostería funciona estupendamente en mús, pero también en pasteles. Así esos sabrosos financieros delicia de los niños, aunque basta con desgranar sus tiernos ingredientes para unirnos a su docta elección.

Precalentar su horno a 200º (7/8). Fundir 80 gr. de mantequilla hasta que esté ligeramente oscura. Triturarla en el vaso de la batidora con 150 gr. de polvo de almendra, 50 gr. de harina, 100 de azúcar blanco, un sobre de azúcar avainillado y 2 cucharadas de achicoria líquida. Montar 4 claras de huevo a punto de nieve muy firme con una pizca de sal e introducirlas delicadamente a la mezcla anterior. Verter en moldecitos rectangulares, hornearlos a 180º un cuarto de hora, retirar cuando están dorados, tienen que estar cocidos por fuera y mullidos por dentro. Dejar enfriar completamente antes de consumirlos.

Los financieros se secan rápidamente y por tanto, pierden simultanéamente su mullido encanto. Por tanto, conservarlos en latas metálicas al abrigo del aire. Acompañarlos de café, té y como no, de leche tibia aromatizada con achicoria y azúcar moreno.

Muchos conocen sin saberlo, a la bella achicoria, que pertenece a la familia de las Compuestas. Crece y adorna profusamente los caminos campestres y destaca por su luminosa tonalidad azul. La infusión de su raíz tostada surte ese sabroso sucedáneo del café. La achicoria, parca en cafeína, es generosa en sabor acaramelado, hierro, fósforo y magnesio. Resulta una bebida ligera, digestiva, sorprendentemente untuosa, muy salutífera.

El extraño nombre de financieros (financiers en francés) deriva, dicen, de una creación del repostero Lasne, que ejercía su dulce oficio cerca de la Bolsa parisina alrededor de 1890. Los inventó para deleitar rápidamente a los profesionales de esa entidad, los famosos financiers e ideó un tamaño ideal para no ensuciarse las manos.

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Autor

Marie José Martin Delic Karavelic

Marie José Martin Delic Karevelic, apasionada periodista culinaria autora del blog ‘Fogon’s Corner’ en Periodista Digital.

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