“El tomate, astro de tierra,
estrella repetida y fecunda,
nos muestra sus circunvoluciones,
sus canales, la insigne plenitud
y la abundancia sin hueso, sin coraza,
sin escamas ni espinas,
nos entrega el regalo de su color fogoso
y la totalidad de su frescura”
(Pablo Neruda, “Oda al tomate”)
¡Qué bien cantó el tomate el genial Neruda! De agosto a octubre disfrutamos de los más exquisitos ejemplares y nada mejor, para prolongar la cocina soleada del cálido verano que acabamos de despedir, que acomodarlos con especias.
Para tres personas, lavar, pelar y cortar seis tomates, depositarlos en una cacerola con un centímetro de agua, seis cucharaditas de azúcar blanco, una pizca de canela y dos vainas de vainilla cortadas transversalmente para liberar su interior aromático.
Cocer lentamente, no debe quemar su compota. Al cabo de ese tiemp, retirarlos de la llama y reservarlos.
Cocer sus lasagnas o spaghetti al dente, repartirlos en platos hondos, esparcir encima unos redondeles de calabacín fritos en aceite de oliva, la compota reservada y degustar bien calentito. Los contrastes de sabores obtenidos son deliciosos. Rosados y blancos frescos bienvenidos.
Perfecta fuente de vitaminas A, C y E que estimulan las defensas orgánicas, el tomate es muy rico en minerales, oligoelementos, potasio y magnesio. Por su ingente cantidad fibrosa es un potente aliado del tránsito intestinal y gracias a sus propiedades antioxidantes, diuréticas y escaso aporte calórico, el tomate, rey de la huerta y estrella de las ensaladas, se alzó como campeón de correctas dietas adelgazantes o de control de peso. Es su estación, aprovechad la plena forma de esa roja, verde y amarilla maravilla a tope.