Saludamos ese primer día otoñal con otro sabroso invento anglosajón inscrito a nuestro pequeño recorrido entre suculencias célticas. ¿Quién dijo que la gastronomía británica brillaba por su ausencia? A todas luces, domina el arte de desayuno creativo y rebosa de delicias como esos esponjosos crumpets, también llamados “Pikelets” cuando ostentan un tamaño más reducido.

Con pocos ingredientes se fabrican esas diminutas maravillas desde 1694, según las crónicas reposteriles imperantes de la Gracious Queen de turno. Por sus redondeces simpáticas les consideraron “curled-up”, (enrollados) y sus «antepasados», según toda probabilidad y receta, se asemejaban a nuestros modernos pancakes, aunque más duros por tostarse a la plancha. Cambió de fondo de armario durante la época victoriana, mediante un genial añadido de masa madre a la tradicional levadura química. El resultado, elástico, mullido a la vez que crujiente (crunchy), salpicó su superficie de divertidos agujeritos, ideales para el “final topping” (cobertura) tradicional (generalmente de mantequilla).

A secas, salados, azucarados,
nutritivos y siempre calentitos, resultan un óptimo exponente del formidable british breakfast y su estupendo Teatime sagrado. Así es el versátil y coloreado mundo del esférico crumpet, quien, según su capricho, mudado a rectángulo, siempre resulta un placer redondo. Probarlo será de sabio, aparte de un delicioso descubrimiento goloso.

Se hace mezclando 300 gr. de harina blanca con 50 de azúcar en polvo, media cucharadita de sal, otra de bicarbonato de soda y un última de levadura de panadero diluida en agua tibia. Añadir 200 gr. de leche, igual cantidad de agua, mezclar hasta obtención de una masa muy lisa.

Dejarla reposar una hora en un punto cálido de la cocina, hasta que que la masa doble de volumen. Calentar dos cucharadas de mantequilla en una sartén, verter dos centímetros de la masa y cocer a fuego muy moderado, para que su crumpet no se queme. La operación, unos 10’, se termina cuando aparecen los famosos agujeritos.

Tapar, cocer otros 3’ y retirar. Servir tibio con jarabe de arce, mantequilla de cacahuete, nutella, huevos escalados, miel, lemón curd, mermeladas de fragante tomate verde, queso tipo Filadelfia o el curioso “Marmite” (un saborizante polémico del cual hablaremos otro día).

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Autor

Marie José Martin Delic Karavelic

Marie José Martin Delic Karevelic, apasionada periodista culinaria autora del blog ‘Fogon’s Corner’ en Periodista Digital.

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