La Academia Española de Gastronomía recibe el título Real

Parece que grimorios y almanaques culinarios se escribieron simultáneamente, como si los escritores imperantes, sintiendo desvanecerse para siempre el esquivo universo de duendes, brujitas y hadas de alma peregrina, decidieron plasmarlo para la eternidad sobre blancos pergaminos.
Así que al amor de la lumbre, en marmitas panzudas, se cocieron suculentos cuentos que ostentan la belleza de la Cocina, ese emocionante arte efímero en constante metamorfosis como ellos, para mantenerse mágicamente vivo.

Gastronomía y literatura tienen más cuentos que Calleja, hicieron siempre buenas migas y de esa alquimia privilegiada se nutren los relatos tocados de merveilleux, rebosando de aventuras comestibles entre opíparos banquetes, excelsos festines y generosas libaciones.

De Grimm a Perrault, pasando por Madame d’Aulnoy, Collodi y Lewis Caroll, todo es activo fogón reluciente, abundante comida, pasteles como joyas, amor y fantasía. Pensad en las pantagruélicas de Obelix o en las copiosas meriendas de los amiguetes de Peter Pan, donde se dejan tartaletas y caramelos para unas invitadas especiales. Es la “parte de las hadas”. Igual misterio ocurre durante la elaboración de coñac y whisky, volatizándose una cantidad del preciado destilado. Esa vez, la aromática porción se la cobran… los ángeles.

Sólo tamaña buena nueva podía ocurrir con la Navidad a punto de depositar su níveo verso encantado sobre la helada Villa y Corte oliendo a turrón y mazapán. La historia tiene visos de fábula y desde luego, todos sus ingredientes.

Erase una vez una criatura de veintiocho años, llamada Academia Española de Gastronomía. A su vera, los guardianes de sus esencias, hadas y hados madrinos, reunidos en junta directora y académicos en el 17 de la madrileña Calle Serrano. La calle está en un luminoso país-bodega del mundo, de esplendorosos contrastes como sólo esa flor de sol, España, sabe dibujar, donde repostería conventual, aceite, pan, vino y queso, cabalgando a lomos de jamón serrano, saben a besos.

Siguen diecisiete coquinarias autonómicas capturando las milenarias esencias de la tierra ibérica y la hacendosa corte bendita de rompedores cocineros made in Spain, sumando horas extras y genialidad para la causa gastronómica. El resultado de todas esas perfecciones y energías canalizadas coloca España, hoy día por fin, como innovadora luminaria mundial en esa categoría.

Perfecto, me dirán, pero falta lo principal, un regio personaje de gran sensibilidad gourmet, que desde palacio transforme la dama en princesa, distinguiéndola como tesoro de alta alcurnia y definitivo embrujo. Hecho. Desde la Zarzuela, se emitió el 19 de noviembre de 2008 un comunicado acordando el título de “Real” a la Academia Española de Gastronomía.

De esa aventura cinco sentidos y miles de estrellas con final feliz, hablaremos hoy con el culpable que no cesa, D. Rafael Ansón, su dinámico Presidente. Es el justo reconocimiento de D. Juan Carlos I, monarca de paladar exquisito, bourbonidad obliga, a una cocina patria con resplandores de yemas, fulgores de azafrán, aromas de mies cálidas y feérico recetario habitado de pasión, único como el rubescente Vega-Sicilia, pudiente, entero y racial, que suele presidir su refinada mesa. Los gourmets unidos del mundo mundial agradecemos a Su Majestad, ese título-lujoso regalo de Navidad, que sabe a gloria y luce púrpura.

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Autor

Marie José Martin Delic Karavelic

Marie José Martin Delic Karevelic, apasionada periodista culinaria autora del blog ‘Fogon’s Corner’ en Periodista Digital.

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