Por su pronunciada amargura, el verde pepino originario del Himalaya, necesitó mucho tiempo para conquistar meses y manteles occidentales, donde los Romanos lo conocían bajo el nombre de Cucumis sativus. Sú más famoso fórofo fue el Emperador Tiberio.
Huellas de esa hortaliza atestan de su presencia 10 milenios antes de nuestra era y deleitando otro real paladar, aterrizó en las estufas calientes de Versalles. El sufrido agrónomo De la Quintinie, encargado de su regio cuidado, se las arregló para ofrecérselo fuera de estación, un milagro en el aquel entonces, al goloso rey solar Luis XIV.
Ese bocado aristocrático, que el monarca galo adoraba consumir en potajes tibios, se compone de un 95% de agua y resulta ideal en sopita fresca para depurar el sobrecargado organismo después de las festividades navideñas.
Pelar y despojar 400 gr de pepinos de sus pepitas. Cortarlo en trocitos, triturarlo en la batidora con ½ cucharada de coriandre o hierbas aromáticas de su elección, 1 zumito de naranja, 1 hojita de hierbabuena, 1 vaso de leche desnatada y 1 yogur de limón. Salar ligeramente, mixar, verter en flaneros individuales y dejar enfriar en la nevera. Se puede acompañar de pan tostado y taquitos de queso feta. Muy agradable, ese mix es amigo del tránsito intestinal y de la buena forma.
