Salud, curación, belleza, prosperidad, promesa de larga vida, de potencia sexual y de riqueza, antiviral, antispásmodica, tónica, carminativa, desinfectante, diurética, capaz de resucitar los muertos y de proteger a los vivos, la “Hierba que salva” fue objeto de un culto impresionante en tiempos medievales.

Para la farmacopea antigua, también la milagrosa y elegante Salvia Officinalis constituyó la panacea por excelencia. De hecho, el ducho Hippócrates la prescribía para mejorar la vista y alibiar el cuerpo de un sinfín de dolencias penosas. El refranero provenzal lo tuvo tan claro que decretó que “Quien tiene salvia en su jardín no necesita médico” y la Escuela de Salerno le dedicó un famoso poema.

Todo es milagrosa en la verde salvia: incluso sus aterciopelas hojas, revestidas de una densa pelusa, disimularon nada menos que a la Virgen huyendo de las iras de Herodes . Por tanto, bendecida por la Madre de Jesús, devino la planta mariana por excelencia.

Gozando de dicha virginal bendición, bajo la protección de santos especializados en asuntos antipestosos (San Roque y San Sebastián), entró en la preparación de un “agua celeste” que supuestamente alejaba los mortales de la Parca y el “Vinagre de los Cuatro Ladrones” a su turno ahuyentaba el letal bacilo Yersinia Pestis, causante de la tremenda pandemia de peste bubónica, azote de la Europa del siglo XIV. Pasen y vean: en cinco años, la pandemia diezmó entre 30 y 50% de la población local, causando un deficit demográfico de unos 25 millones de víctimas.

Con esos mimbres extraordinarios, le costó mucho a la aterciopelada salvia, considerada más como un medicamento divino que como un condimento terrenal, adueñarse de la cocina de los mortales. Los Italianos, finos conocedores de las hierbas aromáticas, fueron pioneros en introducir entre cebollas, asados, pollos y sopas, esa maravilla de sabor sutil, ligeramente picante.

Hoy Fogons os propone un cake salado, para unas seis personas, que se hace en 15’ y se cuece en media hora. Precalentar su horno a 200º.

En la batidora, mezclar el peso de cuatro huevos gordos con igual cantidad de harina blanca, un sobre de levadura química, dos cucharadas de mantequilla fundida, 50 gr. de queso rallado tipo gruyere o emental, una cucharada de hojas de salvia fresca picaditas, salpimentar.

Verter el preparado en un cuenco, añadir 70 gr. de tiras de jamón de York, igual de tomates en aceite, mezclar perfectamente con la ayuda de una espátula y distribuir en moldes de tarta pequeños. Pintar la superficie con una pizca de mantequilla fundida, agregar un poco de queso rallado, enhornar y cocer unos 20-25’ a 200º los 7 primeros minutos y el resto a 180º.

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Autor

Marie José Martin Delic Karavelic

Marie José Martin Delic Karevelic, apasionada periodista culinaria autora del blog ‘Fogon’s Corner’ en Periodista Digital.

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