Con el otoño llegan los aromas de una maravilla de oro y esmeralda vestida, el amarillo membrillo, que en Europa occidental se degusta en confituras, jaleas, pastas o compotas, mientras que la del Este la consume a modo de hortaliza, en sopitas invernales.
La Grecia antigua llamaba al membrillo «Manzana de Cydon«, de ahí su nombre botánico «Cydonia«. Como la rosa, a cuya familia pertenece, es fruto del amor, buena prueba dio la bella Helena de Troya regalándole un membrillo al guaperas París, desgraciadamente con las consecuencias funestas que la Historia nos cuenta. Entre cielos y paraíso olímpicos crecía en abundancia y de hecho, fue predilecta de los dioses que la inscribieron a su dieta divina.
Nosotros nos deleitaremos de fritas de membrillo, poco conocidas pero muy buenas. Pelar, vaciar y trocear en forma de fritas las frutas, freírlas como unas patatas, condimentar con azúcar cristalizado al final en lugar de sal. Curioso y sabroso, pruébalas son deliciosas.